Un hombre de 55 años, vecino de la ciudad gerundense de Figueres, sufrió un incidente mientras escalaba que motivó que tuviera que ser rescatado en helicóptero y hospitalizado. Concretamente, escalaba una vía del sector Terra Negra de Mont-ral (Tarragona) cuando metió la mano en un agujero en el que había un avispero. Los insectos le produjeron múltiples picaduras por todo el cuerpo.
Su compañera de escalada alertó inmediatamente al teléfono de Emergencias, que movilizó al helicóptero del GRAE, una dotación terrestre de Bombers de la Generalitat y dos ambulancias del SEM. Los bomberos y los servicios sanitarios se encontraron con el escalador con fuertes dolores y graves dificultades para respirar, aunque pudieron estabilizarlo y evacuarlo con la grúa del helicóptero. A continuación, fue trasladado urgentemente al Pius Hospital de Valls para recibir la atención médica necesaria.
Se trataba de una cordada de escaladores experimentados de cuarenta y cincuenta y cinco años (accidentado). Los dos tenían mucha experiencia en la práctica de los deportes de montaña en general.
Relato de los hechos por el protagonista
Por la tarde, emprendimos la marcha a la zona cercana de escalada de Mont-Ral (Tarragona). La tarde era es caluroso cerca de los 30ªC pero no muy húmedo para lo que suele ser en la zona.
Desde el aparcamiento de la zona de escalada, en cinco minutos andando encontramos un primer sector “Terra Negre”, vemos dos escaladores y les preguntamos por las vías. Acaban de realizar dos vías de V+ que nos recomiendan. Cambian de lugar y se retiran a otras vías no muy lejos de allí.
Nos equipamos y empezamos a escalar. Primero escalamos la vía más corta de ambas y dejamos en la reunión dos cintas a modo de descuelgue para no castigar el mosquetón de la cadena, pensamos que al realizar la segunda que tiene el descuelgue por encima no tendremos problema en recuperarlas cuando descendamos de ella en top rope.
Empiezo la segunda vía, mosquetoneo la quinta chapa y paso la cuerda por la cinta exprés. Me dispongo a continuar, introduzco los dedos en un agujero que me caben tres dedos y noto una textura blanda que me hace pensar que hay un nido de pájaros. Saco los dedos para cambiar de presa y veo salir una avispa más grande de lo normal del agujero que me había servido de agarre y se queda revoloteando. Sin dudarlo, aviso a mi compañera de escalada que me responde que se podría tratar de una avispa asiática, en ese momento la reconozco por tamaño y coloración.
Recuerdo haber leído que este tipo de avispas son bastante agresivas y decido abandonar la vía lo antes posible para huir de ella. Analizo rápidamente la zona de escalada y decido desplazarme hacia la izquierda, a buscar la reunión de la primera vía donde habíamos dejado las dos cintas en el descuelgue. La reunión la tenía a unos tres metros en dirección a la izquierda y un poco más alta de mi posición, pero mucho más cerca que el descuelgue de la ruta que estaba intentando hacer. Mantengo la calma, mis movimientos de momento son controlados y sin nervios, no quiero increpar a la avispa para que no me ataque.
Pero cuando llego a las cintas de la reunión y miro hacia abajo, veo que han salido muchas avispas del agujero, ¡era un avispero!, y observo como vienen directamente a por mí. Le digo a mi aseguradora que me baje rápidamente, me empiezan a picar y mientras mi compañera me desciende con el Gri-gri hacia el suelo.
Cuando llego a pie de vía, me han picado varias avispas en la cabeza, cara, cuello y brazos. Afortunadamente, las avispas han permanecido alborotadas cerca de su nido, pero no me han seguido en el descenso hasta él. En el tramo final del descenso han dejado de atacarme y no me han seguido.
Mi compañera me pregunta ¿cómo estás? A lo que le respondo bien, pero con dolor por las picaduras. Pero un minuto más tarde empiezo a sentir un sofocón y mareo. Me desabrocho y me quito el arnés, cambio les pies de gato por mis zapatillas y me desplazo a buscar un sitio más cómodo.
Mi compañera me pregunta ¿llamamos al 112?, a lo que le respondo que sí. Ella procede sin perderme de vista y atenta a la situación. Afortunadamente, había cobertura telefónica a pie de vía. Habla con el operador, le cuenta la situación, mi estado y le da nuestra localización. Nos dice que nos quedemos a la escucha y que mandan rescate.
Poco a poco, voy sintiéndome peor, paso del sofocón a la sensación de frio, empiezo a temblar. Empiezo a tener calambres musculares, primero en el cuádriceps de una pierna y luego en la otra. La tensión emocional se dispara, me estoy alterando.
Los escaladores que habíamos conocido en la llegada y que ya iban de retirada, nos ofrecen su ayuda al verme y me preguntan sí creo que puedo desplazarme con su ayuda hacia el aparcamiento. Sentado y recostado, les digo que no me muevan porque tengo la sensación de que voy a perder la consciencia en el intento, estoy mareado. Pienso que la reacción a las siete picaduras me ha provocado una reacción alérgica con la consiguiente bajada de presión vascular debido al choque anafiláctico.
Mi situación, lejos de estabilizarse va empeorando, me siento peor y me tumbo de lado, tengo náuseas y escupo bastante saliva. Siento que mi cuello, y lo que creo que es, la glotis se está inflamando. Tengo la sensación es que la vía respiratoria empieza a obstruirse. Le digo a mi compañera que me estoy ahogando, porque me cuesta inhalar aire para respirar.
Ante esta nueva situación, mi compañera, vuelve a llamar al 112 para explicarles la premura del rescate, y que puede hacer ante el empeoramiento de su compañero. Desde el 112, le ponen con un sanitario que le pregunta si ve cambio en el color de la piel, si me estoy poniendo morado. Ella le responde que no, y el sanitario deduce que no me falta oxígeno. Ella se tranquiliza, pero yo sigo sufriendo igual. Los bomberos tardan en llegar 45 minutos que me parece una eternidad.
El primer bombero lleva oxígeno, y comprueba mi saturación de oxígeno en sangre y ve que es correcta. Poco más tarde, llega el médico y me pregunta cómo me encuentro. Le respondo que me encuentro muy mal y decide inyectarme adrenalina en el muslo de la pierna. En pocos minutos me recupero bastante, me puedo sentar y me veo con fuerzas para desplazarme. Me pone una vía en el antebrazo y me inyectan antihistamínicos. Prácticamente recuperado, puedo andar hasta el punto donde el helicóptero tiene previsto evacuarme. Me lleva al Hospital de Valls donde me controlan los parámetros metabólicos clásicos y me hacen un electrocardiograma. La recuperación es bastante buena y me dan el alta a las 24:00 h de la noche. Las molestias de las picaduras me duraron unos diez días.
Análisis casual del accidente por parte del Comité
Nuestros deportes se practican en su mayoría en un entorno natural, donde viven multitud de especies animales que comparten nuestras zonas de práctica deportiva. Este hecho hace que se produzcan interacciones entre los montañeros y estos. Casi siempre pensamos que el animal más peligroso es el animal más grande, pero esto es una percepción más que una realidad, ya que medir la peligrosidad de un animal por su tamaño no es un buen criterio.
Es una realidad que los peligros de la fauna sobre los montañeros pocas veces desencadenan consecuencias graves o muy graves, son accidentes muy ocasionales y de baja incidencia. En nuestro documentario son muy extraordinarios los ataques de animales, o consecuencias graves por sus causas. Pero esto es lo que lo hace mas peligroso porque no atendemos demasiado al hecho de que están ahí y no nos preparamos adecuadamente para hacerles frente, caemos en un exceso de confianza que provoca un descenso en percepción del riesgo real.
La picadura de avispas, que es el caso que nos ocupa, es más corriente de lo que pensamos, y frivolizamos con su actuación ante su aparición. Pensamos que normalmente un abandono rápido, que evite más de una picadura, y no ser alérgico al veneno, acaba en un escozor y molestia que en una hora se ha olvidado. Pero a nuestro protagonista se cruzó con dos factores que aumentan el riesgo, las características de la especie de avispa y la probable alergia al veneno como característica particular.
La avispa asiática, la velutina, que está, poco a poco, ocupando la Península Ibérica, tiene unas características diferentes a las que estamos acostumbrados en nuestro territorio, es decir, son mas agresivas en la defensa de sus nidos, inoculan más veneno que las comunes a nuestro territorio y que su aguijón es más largo con la propiedad de poder atravesar sin problemas nuestras prendas de vestir. Decir que su veneno en sí, no es más peligroso que el de la avispa vulgar de nuestro territorio.
Otro factor de riesgo para tener en cuenta sobre las avispas en general, a la hora de enfrentarnos a estas, es que en temperaturas altas del día (nuestro accidentado se encontraba a 30ºC) estén muy activas, por lo que su agresividad aumenta en comparación con las horas nocturnas o primeras horas de la mañana.
Sobre la decisión de nuestro accidentado, una vez observado que había una avispa revoloteando alrededor suyo, en cuanto abandonar la vía, fue correcta. El error radica en la falta de celeridad, no lo hace hasta que más de una avispa empieza a salir de agujero. Y la dirección de la huida no fue la correcta. Como ahora sabe, la mejor opción es salir por debajo sin perder tiempo.
Debemos pensar que tanto las avispas velutinas, como las vulgares de nuestra zona, cuando son molestadas en sus nidos, lo primero que hacen es salir y posarse sobre el panal para ver qué pasa. Si hay destrucción o alteración del panal de crías se preparan para atacar y en el momento que perciben algo en movimiento atacan sin miramientos. Su instinto es morir por sus crías. Así que, o un escape rápido antes de que se organicen o movimientos lentos para no provocar su atención. La agresividad del ataque está relacionado con el tipo de avispa (la velutina es la más agresiva) así como el grado de destrucción del panal.
Podemos pasar con movimientos lentos cerca de un avispero que no ha sufrido daños, pero si este los tiene, hay que escapar rápidamente del lugar.
Y otra variable aparece y convierte la situación de las picaduras en una emergencia vital, fue que el escalador atacado desconocía que era probablemente alérgico al veneno de la avispa. Aunque la reacción anafiláctica de entrada parece que fue leve, esas siete picaduras podrían haber significado su muerte en pocos minutos sino se hubiera tratado como en este caso con adrenalina intramuscular. La prevalencia de alergia al veneno de himenóptero es desconocida, se estima que, de un 2,3 a 2,8 % de la población pueden sufrir una reacción anafiláctica tras una picadura. Saber identificar una reacción generalizada (anafilaxia), llevar adrenalina autoinyectable y saberla utilizar puede salvar una vida.
Todos los montañeros que tras una picadura hemos sufrido una reacción local importante (lesión de más de 10 cm de extensión) o una reacción generalizada, deberíamos saber si somos o no alérgicos al veneno de avispas o abejas, ya que, en verano, en sus nidos rocosos o en fuentes de agua, se concentran en grandes grupos, pudiendo ser un problema grave si tenemos una reacción alérgica ante su picadura, y no disponer una atención sanitaria rápida por encontrarnos en medio de la naturaleza.
De todas formas, la misma persona no suele reaccionar siempre igual ante las picaduras de avispa, sobre todo porque es un insecto que también muerde, no solo pica con su aguijón, y en ese caso no inocua veneno. Y, por supuesto, no es lo mismo cinco picaduras en una pierna o en la espalda, que tres picaduras en la lengua, cara o cuello, ya que las mucosas y zonas más sensibles corporales están más predispuestas a inflamarse pudiendo, en estos casos, a poder obstruir el paso de aire a los pulmones como ya hemos dicho.
En este caso, y viendo que nuestro accidentado, empezó a alterarse por la reacción de las picaduras, es posible que la sensación que tuvo de falta de aire estuviera asociado al síntoma habitual de ansiedad que aparece en las afectaciones generalizadas (anafilaxia), y no debido a una obstrucción de la vía aérea. Esto teniendo en cuenta, además, que el accidentado no aparentaba una coloración morada propia de la falta de oxígeno en la sangre. Mantenerse tranquilo ante situaciones adversas es un factor positivo ante la resolución de la contingencia.
Recomendaciones del Comité de Seguridad
- Realizar formación en primeros auxilios en el medio natural para saber identificar una reacción generalizada (anafilaxia) por picadura de himenóptero, llevar adrenalina autoinyectable y saberla utilizar.
- Tras una picadura hemos sufrido una reacción local importante (lesión de más de 10 cm de extensión) o una reacción generalizada, ir a un alergólogo para que nos diga si somos, o no, alérgicos a los venenos de las avispas y abejas, al menos.
- Cuando se identifique un panal o colmena de avispas, o abejas, en el recorrido de una vía de escalada, se debe poner lo antes posible en conocimiento de la autoridad competente en fauna silvestre que actuara en consecuencia. La eliminación de avispero, o protección de la colmena, deberá ser decisión de ellos.
Agradecimiento:
Nuestro más sincero agradecimiento a nuestros protagonistas por su exhaustivo, riguroso y completo análisis de los hechos. Igualmente, gracias por las recomendaciones sugeridas. Con toda seguridad estas aportaciones evitarán que hechos similares vuelvan a producirse en el futuro.
Pon Atención:
Esto es un análisis de un caso que te puede ayudar a ver defectos en tu toma de decisiones, en esta y otras actividades de montaña. Nadie está libre de accidentes por muy experto que sea, pero igualmente todos somos libres de tomar decisiones más seguras.
Avispa Velutina, es importante conocerla y conocer su peligrosidad:
Peligrosidad para los seres humanos.
La avispa asiática (Vespa velutina), al igual que el avispón europeo (Vespa cabro), puede inocular su veneno al ser humano. Según los datos recopilados en Europa, la avispa asiática no representa más peligro que su homólogo europeo, pero debido a su tamaño, las picaduras causan más dolor, ya que es capaz de inocular mayor cantidad de veneno.
Si el nido es agitado o dañado, en un primer momento las avispas salen y se posan sobre él para observar qué sucede. Si el nido es nuevamente molestado, una o varias avispas combaten al intruso picándole rápidamente, incluso a través de la ropa, y retroceden, posándose otra vez en el nido. Su pauta es defender el nido a toda costa, hasta tal punto que si se le prende fuego las avispas arriesgan su vida defendiéndolo y pueden llegar a morir. El dolor causado por el picotazo es intenso y agudo, como causado por un gran alfiler, y luego deriva en un escozor que recuerda al de una quemadura. La hinchazón se puede atenuar aplicando hielo y vinagre, y las molestias duran varios días o una semana, por lo cual pueden requerir analgésicos y antiinflamatorios. El peligro para la vida del ser humano se produce en caso de picaduras múltiples, picadura única en mucosa o en personas que padezcan alergia al veneno de himenóptero.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Vespa_velutina.
1. Las escuchas/ves.
2. Aparcas el Ego.
3. Desciendes o retrocedes