En sus orígenes, la escalada poco tenía que ver con el entrenamiento. Más bien todo lo contrario: si a alguno se le ocurría colgarse de la cuerda para ensayar unos movimientos, o hacer varias series en top rope en la misma vía –acciones muy habituales hoy en día– era tachado de “tramposo”, y a las ascensiones conseguidas con estos métodos se les quitaba parte del mérito.
Como comentamos en el artículo previo, en el que abordamos las primeras vías de octavo grado, eso fue lo que le ocurrió al estadounidense Toni Yaniro en 1979, que en su momento no recibió todo el reconocimiento que merecía tras haber utilizado esos métodos para el encadenamiento de Grand Illusion (en Sugarloaf, EE.UU), el primer octavo encadenado mundo (que en realidad es 8a/a+).
En esos años, en todo caso, ya existían precursores –adelantados a su tiempo– que estaban experimentando con la poco conocida ciencia del entrenamiento para escalada. Uno de sus máximos exponentes fue el estadounidense John Gill, apasionado escalador y fenomenal deportista a quien, más que las altas cumbres, lo que le atraían eran los movimientos gimnásticos que le ofrecían las rocas. Aficionado a la gimnasia desde su juventud, él mismo ideó sus propios entrenamientos con una cuerda, con las anillas, con pesas y haciendo dominadas para prepararse para sus escaladas en los bloques de las Rocky Mountains. A él le debemos también la introducción del uso del magnesio en la escalada.
Al principio sus compañeros le miraban con curiosidad (algunos con admiración, otros con desprecio) pero, vista la eficacia de los resultados, unos cuantos empezaron a imitarle. En 1961 Gill consiguió encadenar el bloque The Thimble, de 12 metros en Needels Area, Dakota del Sur, hoy graduado de 7C+. También en Yosemite, epicentro de la escalada en esos años, se siguió el ejemplo, con escaladores como el mismo Jim Bridwell o Warren Harding experimentando con los entrenamientos. Cuentan que hicieron acopio de los más variados artilugios de entrenamiento (escaleras, cuerdas colgadas, barras para dominadas…) y lo instalaron en una zona del Campo 4 bautizada con el jocoso nombre de “área de entrenamiento olímpico”, en el que escaladores de todo el mundo que visitaban Yosemite pudieron ejercitarse, facilitando el cambio de mentalidad.
En 1977 John Gill publicó Master of rock (El señor de la roca) que, aunque era una autobiografía, y no un manual de entrenamiento, sirvió para documentar sus prácticas y se convirtió pronto en una referencia para la nueva generación de escaladores que ya miraban la dificultad de las escaladas como objetivo en sí mismo, al margen de la cumbre.
Primeros inventos
La creciente popularidad de la escalada en Europa ya a principios de los años ochenta trajo consigo la aparición de los primeros estudios relacionados con el entrenamiento para la escalada, que comenzó a contemplarse como una disciplina digna de investigación.
Fueron los propios escaladores los que alimentaron el campo del estudio y los creadores de algunos de los aparatos específicos de entrenamiento, como la “escalera Bachar”, ideada por el especialista de la escalada en solo John Bachar, que era una escalera de cuerda en cuyos “peldaños” puso unos tubos de PVC y que colocaba en horizontal. Fue muy bien acogida por la comunidad y no tardó en ser patentada y comercializada por la recién creada empresa Chouinard Equipment, Ltd. (del histórico escalador, y posteriormente fundador de la marca Patagonia, Yvon Chouinard).
El campus de Güllich
El reconocido escalador alemán Wolfgang Güllich era un apasionado defensor y practicante del entrenamiento para escalada, que solía realizar en el Campus Center (un gimnasio de la Universidad de Nuremberg). Fue allí donde, a finales de los ochenta, se le ocurrió colgar del techo un bloque de madera con todos sus lados en ángulo desplomado, con una serie de listones de madera dispuestos en horizontal por los que subía y bajaba, fortaleciendo todo el tren superior, especialmente los dedos. Había nacido el “Campus board”, que le abrió el camino para el encadenamiento de la mítica Action Directe de Frankenjura el 14 de septiembre de 1991, el primer 9a del mundo.
El invento pronto cobró popularidad y hoy en día es un imprescindible de cualquier rocódromo, con sus múltiples variantes desarrolladas con los años. También Güllich escribió el libro Sportklettern Heute (La escalada deportiva de hoy, 1986) muy influyente en el momento.
Aunque no es de la mejor calidad, en este vídeo (en alemán) se puede ver a Güllich entrenando en su campus:
La evolución en Europa
Si consideramos entrenamiento como prepararse para un determinado ejercicio, podemos decir que ya en los años 30, los alpinistas parisinos que subían una y otra vez los bloques de Fontainebleau para prepararse para sus escaladas en las grandes montañas, ya estaban desarrollando el primer método de entrenamiento para escalada. De hecho el mismo Pierre Allain, cuando hizo la pimera de la norte del Petit Dru en 1934, atribuyó su éxito a “un entrenamiento de la escalada considerable en Fontainebleau –esa escuela maravillosa – un equipo proporcional y una moral inquebrantable”. Prácticas que el director y escalador Alain Pol dejó constancia en películas como L’appel des cimes (1946): podéis ver un fragmento en este post.
Pero no fue hasta mediados de los ochenta, con el asentamiento de la nueva mentalidad de la escalada libre primero, y deportiva después, cuando realmente se empieza a desarrollar el interés por el entrenamiento específico para escalar. La falta de estudios o referencias sobre la materia hace que los escaladores experimentaran por su cuenta, con por ejemplo competiciones de dominadas hasta la extenuación, colgados de solo un brazo o incluso de un dedo; ejercicios “extremos” cuyas secuelas siguen sufriendo algunos de los exponentes de esa cercana generación, muchos de ellos todavía activos en las rocas.
Años 90: tabla multipresa, plafones y rocódromos
Una obra clave que vino a arrojar luz fue Grimper! Practique et plaisir de l’escalada, de Patrick Edlinger y Jean François Lemoine, donde ya se empezaba a hablar de conceptos como la planificación, los ciclos, la supercompensación, series…
Otro de los inventos fundamentales de los noventa fue la tabla multipresa, aunque hay diversas teorías sobre el creador de la primera, se atribuye al escalador francés Laurent Jacob los primeros prototipos de una tabla con agujeros para los dedos de distintos tamaños. Fácil de imitar, de transportar y de instalar en cualquier rincón de la casa, y comprobada su eficacia para el entrenamiento de antebrazos y dedos, fue muy bien acogida en la comunidad escaladora, popularizándose su uso rápidamente a nivel internacional. Hoy en día sigue siendo una pieza muy utilizada, con múltiples variantes en cuanto a materiales constructivos, diseños, tamaños, etc.
La necesidad de entrenar la continuidad trajo consigo el desarrollo de los primeros plafones, que los más fanáticos instalaban en sus garajes o en cualquier pared de su casa. Esto fue paralelo al nacimiento de los primeros “rocódromos urbanos” que en realidad eran instalaciones urbanas tipo puente o muralla a las que los escaladores atornillaban o pegaban primero piedras o tacos de madera y luego presas de escalada, que finalmente dieron lugar a los primeros rocódromos comerciales.
En 1999 se abrió en Madrid Bulderking, la primera sala de escalada indoor abierta al público de la ciudad, y casi de España, aunque por entonces ya existían varios rocódromos en instalaciones municipales, como la sala Baltzola, de Bilbao. Así recuerda José Manuel Velázquez-Gaztelu, uno de los fundadores de Bulderking, esa primera etapa: “Allí pasamos muchas horas escalando como locos, pero a la vez el centro de entrenamiento cumplía una función social. Lo que llevaba años ocurriendo en los muros de Madrid (Cuesta de la Vega, Herrera Oria, Alameda de Osuna…) y en las zonas de escalada se había trasladado a un espacio indoor”.
En estos apenas 20 años los rocódromos han sufrido una completa transformación y su número se ha multiplicado por decenas, continuando hoy en día esa corriente expansiva.
También el auge de las competiciones, y la bajada de edad de iniciación en la escalada, ha contribuido a centrar la atención en la búsqueda de un mayor rendimiento deportivo y, en términos generales, a la consolidación de la ciencia del entrenamiento para la escalada.
Obras de referencia actuales
Aunque, como hemos visto, es una ciencia joven comparada con otros deportes, el gran crecimiento que ha tenido el sector en la última década ha hecho que se hayan multiplicado los estudios sobre la materia. Un autor e investigador clave de este tema es Eric Hörst, autor de libros como Cómo entrenar y escalar mejor, Ed. Desnivel 1996, o Entrenamiento para escalada (primera edición de 1997, revisada y actualizada en distintas ediciones, la última en español de 2018: Manual definitivo para mejorar tu rendimiento), y muy activo hoy en día desde su blog y redes sociales.
En España tenemos también importantes figuras de investigación de esta ciencia, con la entrenadora Eva López como una de las principales referencias nacionales e internacionales, que en 2014 elaboró su Tesis doctoral sobre Efectos de diferentes métodos de entrenamiento de fuerza y resistencia de agarre en escaladores deportivos de distintos niveles (de descarga gratuita en su blog) y sigue desarrollando sus estudios, en solitario y también colaborando con asociaciones como C-Hipper, pionera en España en métodos de investigación de entrenamiento de escalada.
También destacable en el campo del entrenamiento para escalada como objeto de estudio es el trabajo de entrenadores como, entre otros, Sergio Consuegra, autor del libro Entrenamiento para la escalada basado en la evidencia científica, así como Pedro Bergua, con más de diez años de investigaciones en este campo, o de Carlos Álvarez, que hace pocos meses ha inaugurado su Climbing Lab, para llevar a cabo este tipo de estudios.
Publicaciones recientes como La biblia de la escalada, entrenamiento técnico, físico y mental para escalar, de Martin Mobraten y Stian Christohersen, ponen de manifiesto que el conocimiento de la materia ya es muy amplio, que los tiempos de “prueba y error” ya han pasado, pero que todavía queda por delante un interesante camino para seguir evolucionando.
«Más no es mejor; mejor es mejor»
Sergio Consuegra, del libro Entrenamiento para la escalada basado en la evidencia científica.
[Artículo realizado gracias al patrocinio de Vibram, dentro de su campaña #LearnToClimbWithVibram (aprende a escalar con Vibram), con la que busca profundizar en los orígenes, filosofía y futuro desarrollo de la escalada].