Profundizar en la rápida evolución de un deporte como la escalada, tan lleno de matices, y el extraordinario auge del que goza hoy en día, además de rendir tributo a su cultura, es la intención del fabricante italiano Vibram, líder en suelas de calzado de montaña, con su campaña internacional “Learn to climb with Vibram” (aprende a escalar con Vibram), que inicia este mes de junio y se prolonga hasta septiembre, con la implicación tanto de deportistas como de medios especializados.
Por nuestra parte nos sumergimos en ese espíritu viajando hasta los años ochenta, cuando las reglas del juego de la escalada libre comenzaron a definirse. En realidad el concepto del “rotpunkt” o “punto rojo”, que hoy entendemos como “encadenar” una vía, lo estableció el legendario alemán Kurt Albert en 1975, pintando un punto rojo en cada vía que conseguía escalar sin puntos de ayuda o de reposo.
Primeros pies de gato
En España a finales de los setenta y principios de los ochenta confluyeron varios acontecimientos que precipitaron la evolución de la escalada libre. El principal fue la llegada de los primeros pies de gato, que pronto sustituyeron las antiguas botas duras o alpargatas de esparto de los pioneros de las rocas. Destacar el papel precursor del escalador de Milán Vitale Bramani, que ya en 1937 había lanzado los primeros prototipos de una suela a la que le da las primeras sílabas de su nombre: Vi-Bram, puestas a prueba por escaladores como el también italiano Giusto Gervasutti, quien declaró: “Se ha pasado una página en la técnica de la escalada”.
Unos años después, en 1948, otro de los pioneros y grandes inventores, el francés Pierre Allain, comienza a fabricar su calzado con suela flexible de caucho lisa al que da sus iniciales (PA), si bien quince años después cambia de nombre para tomar las de su socio, el maestro zapatero Édouard Bourdonneau (EB). Ya en 1979 la firma alicantina Boreal desarrolla su mítico pie de gato “Firé” con su revolucionaria goma cocida que se impone rápidamente en el mercado internacional, conquistando a los escaladores de Yosemite.
Otras innovaciones de material, como la aparición de los primeros friends (ideados por el estadounidense Ray Jardine y desarrollados por la casa británica Wild Country) en 1978, y la sustitución de los buriles por los espits, así como la posterior aparición del taladro de batería, ayudaron a seguir desarrollando la nueva mentalidad de la escalada libre en esos años.
También en España marcó en 1980 la traducción al castellano del famoso libro Yosemite Climbs de George Meyers, que impulsó la “revolución del free climbing”. Un año después, en 1981, aparece el primer número de la revista Desnivel, de la que estamos por tanto celebrando el 40 aniversario, que contribuye a consolidar la comunidad escaladora y alpinista.
Primeros octavos internacionales
Por ponernos en contexto, señalar que el primer octavo encadenado del mundo en realidad fue un 8a/a+ (5.13b/c en la escala americana), Grand Illusion (en Sugarloaf, EE.UU) a cargo del estadounidense Toni Yaniro en 1979. Sin embargo este enorme paso no fue reconocido como tal por algunos, pues había cometido la “trampa” de entrenar específicamente para lograrlo; un concepto que aún tardaría unos años en ser aceptado.
El primer octavo europeo corresponde al italiano Maurizio Zanolla “Manolo” con Il mattino dei maghi, en la zona de Pale di San Martino en 1981, una rota cotada en su momento de 7c/8a, hoy asentada en el 8a. En 1983, llegarían los siguientes 8a’s europeos con Ça glisse au pays des marveilles, por Patrick Edlinger, y Reve de papillon, por el joven francés de 16 años Marc Le Menestrel, ambas rutas en Buoux (Francia). A finales de ese mismo año, el británico Jerry Moffat se hace con el primer 8a+ europeo con The face en Altmültal, en Alemania. El primer 8a femenino del mundo corresponde a la italiana Luisa Iovane en 1986 con Come back (Val San Nicolò), mientras que el primer 8a+ es para Catherine Destivelle con Choucas (Buoux) en 1988.
Definiendo el sistema de graduación
En España a principios de los ochenta todavía andábamos por detrás en cuanto a la conquista del grado, sobre todo porque la escala de graduación no acababa de estar clara. En muchas zonas se mantiene la graduación alpina (Algo Difícil, Difícil Superior, Muy Difícil, Extremadamente Difícil…), o se utiliza la escala UIAA.
Tal y como explicaba el escalador aragonés Javier Arnaudas “Seta” en una entrevista (publicada en el Especial Riglos): «En diciembre del 83 vimos por primera vez cotaciones francesas en Riglos, anotadas en el libro de registros por Serge Casterán. Entonces nosotros habíamos escalado algunas vías con pasajes de VI en Morata y Terradets, y un par de VII- en Galayos y en el Peladet. Pero aquello de mezclar letras con números nos sonaba a chino. En aquellos años en España se utilizaba la graduación UIAA ampliada, aunque en realidad habría que hablar de una «UIAA comprimida». Algunos de aquellos V+, VI- y VI, actualmente están cotados entre 6b y 7a, por lo que si se hubiera utilizado correctamente el sistema UIAA aquellas vías se deberían de haber graduado de VII y VIII».
Así, en muchas zonas de escalada de nuestra geografía encontramos vías que en los ochenta fueron cotadas de “sexto superior” que hoy son hasta 7b consolidado, cuando no más.
Ya a mediados de los ochenta se acuñó el término de escalada deportiva, que nació vinculado al origen de las competiciones (en 1985 se celebró en Bardonecchia, Italia, la primera competición de escalada europea, que ganaron Catherine Destivelle y Stefan Glowacz), y la escala de graduación francesa acabó por asentarse en España, con las zonas francesas (sobre todo Verdón y Buoux) como referencia.
El primer octavo encadenado en España
La zona reina de la escalada catalana, Montserrat, en la que los indicios de las primeras escaladas se remontan casi un siglo (por citar una referencia, Lluís Estasen abrió la primera vía a la Gorra Frigia en 1920 y la primera al Bisbe en 1930, luego vinieron los Piratas, los del CADE, los Barrufets…), fue también pionera en el desarrollo de la escalada primero libre y luego deportiva, centrada sobre todo en las zonas de el camping y de San Benet. Fue de hecho en el montserratino Toxo del Macana donde, a finales de 1985, el suizo Martin Scheel logró encadenar Vuelo a ciegas, un 8b que se convertiría en el primer octavo encadenado en España. En 1988 lo repitió el talentoso escalador Rafael Comino cuando tenía 19 años.
Primer octavogradista español
A mediados de los ochenta ya había bastantes séptimos consolidados, casi tantos como mallas de colores por las paredes, si bien nadie se había atrevido a proponer todavía el primer octavo. Este es el escenario que vive el joven granadino Juan Manuel García, quien recuerda así el encadenamiento de Otavía, en la zona de Dílar, en 1986, cuando tenía 18 años: «Era una línea equipada por José Angonio Gil González, de unos 14 metros, que por entonces tenía tres seguros –la economía estaba mal– , muy intensa. La probé durante unos tres meses en los que debí ir unas 8 o 9 veces, hasta que conseguí encadenarla en julio de 1986. Por entonces no había muchas vías duras de referencia y, si en Cahorros el grado era peculiar, en Dílar todavía más. Yo ya había encadenado algún 7c de Cahorros y esta me había costado mucho más, así que simplemente le di “séptimo superior”». Pasaron años sin que nadie pudiera repetirla hasta que, ya casi en la década de los noventa, llegaron las siguientes ascensiones y la vía y el encadenamiento ocupó su lugar en la historia como primer 8a a cargo de un español.
Hasta ese reconocimiento, en todo caso, la vía La brocha y el vampiro, en la zona de Santa Bárbara (Euskadi), enadenado por Patxi Arocena en 1987 (un nombre con clara alusión a La rose et le Vampire, el mítico 8b encadenado por Marc Le Menestrel en Buoux en 1987) se consideró el primer 8a no solo de Euskadi, sino de España. Patxi de hecho fue un gran precursor del octavo grado, siendo uno de los primeros que viajó al Verdón y captó el concepto de ensayar las vías. Suyos son los dos primeros octavos a vista que se hacen en España: Un verano sin sol, en Etxauri, y California, en Teverga, ambos en el año 1987.
Primer 8a femenino
Tenemos que avanzar bastantes años para reseñar los primeros octavos femeninos de nuestra geografía. Aunque el primer 8a encadenado por una mujer dentro de España corresponde a la argentina Silvia Fitzpatrik con Lolita y Fun fun, ambas en Vermell-Ventosa (Pirineo catalán) en junio de 1991, es la cordobesa Ana León quien pasa a la historia como la primera española en encadenar un 8a, que consiguió el 19 de julio de 1991 con la vía Musas inquietantes. Se trata de una línea vertical de 25 metros equipada por Ignacio Carrillo en el sector El Recodo de el Primer Cañón del malagueño El Chorro, que desde la reforma del Caminito del Rey para su explotación turística en 2015, es uno de los sectores perdidos para la escalada.
Otros primeros octavos en distintas escuelas
Los últimos años de la década de los ochenta y principios de los noventa trajeron la proliferación de los octavos en casi todas las escuelas españolas. Los entrenamientos, la mentalidad de ensayos y los nuevos desarrollos de material dieron sus resultados, popularizando esta cifra que poco tiempo antes entraba dentro de lo “imposible”. El siguiente listado recoge los primeros 8a de algunas de las zonas españolas más representativas, enumerados en orden alfabético de escuelas, que no cronológico. No están todos los que son, pero son todos los que están:
- Alquézar (Huesca):Tentación de seguir, por Javier Arnaudas en 1991.
- Canjorro (Jaén): Amor Brujo, por Javier Morales en 1992.
- Cañada del Capricho (Tenerife): Techo Gordo de Petete por Ralph Kammerlander en 1989 (primer 8a de Canarias)
- Chulilla (Valencia): Alien Sex Friend, por Pedro Pons en 1990.
- Cuenca: Goliath, por Carlos Ruiz “Snoopy” en 1989.
- El Chorro (Málaga): Lourdes, por Juan Manuel García en 1988.
- El Torcal de Antequera (Málaga): Continua sin sesión, por Bernabé Fernández en 1989.
- Etxauri (Navarra): Un verano sin sol, por Rikar Otegui en 1988.
- Fraguel (Mallorca): Terre d’aventure, por Laurent Jacob en 1988.
- Gelida (Barcelona): Tocat de l’Ala, por David Macià en 1991.
- La Mussara (Tarragona): Tendencies Suicides, por Pedro Pons en 1990.
- Montanejos (Castellón): Silvestre L’estallone, por Víctor Gómez en 1987.
- Montserrat (Barcelona):Arribaba, por Marc LeMenestrel en 1986.
- Morata de Jalón (Zaragoza):Placeres inciertos, por Enrique Puyuelo en 1990.
- Oñate (Guipúzcoa): Conan Dax Librarian, por Patxi Arocena en 1987.
- Patones (Madrid): Posible Misión, por Carlos Ruiz “Snoopy” en 1988.
- Peton do Xalo (A Coruña):Novenove, por Finuco Martínez en 1988 (luego prolongado 4 metros que dio lugar al primer 8a+, por Javier Carreras en 1989).
- Sant Llorenç de Munt (Barcelona):Coraje, por Txema Gómez en 1988.
- Sella (Alicante): Desert Storm por Mark Edwards en 1991.
- Siurana (Tarragona): Horte Waurung por Peter Schaffler en 1987.
- Tabares (Tenerife): Moc-Moc, por Pablo Castilla en 1988.
- Teverga (Asturias): California, por Francisco Blanco en 1988.
- Vilanova de Meia (Lleida): El sabor de la aventura, por Joan Olivé en 1988.
La historia sigue evolucionando y con el paso de los años van cambiando las cifras y las letras, surgiendo los primeros 8b, 8c’s en los noventa, el noveno grado ya a finales de esa década… pero el deseo de superación, el veneno de la escalada, permanece inalterable. Y que dure.
[Artículo patrocinado por Vibram]
Toda la razón Paul, siento el despiste, corregido, gracias!
Aupa! El nombre del encadenador de Otavia no es Jose Manuel, sino Juan Manuel García "Iguana" 😉