A caballo entre el Pirineo axial y el tranquilo mar mediterráneo, entre la provincia francesa de Roussillon y la provincia catalana de Girona, se halla la comarca de la Garrotxa, una tierra de volcanes, bosques y leyendas. Con unas características ambientales y paisajísticas envidiables, la Garrotxa se ha convertido en un lugar turísticamente cotizado. Por este motivo, en el año 2000 nace el Consorcio para la Protección y la Gestión del Espacio de Interés Natural de la Alta Garrotxa, un ente público encargado de proteger el patrimonio cultural y natural, así como de dinamizar, revalorizar, mejorar, divulgar y gestionar la zona de la Alta Garrotxa.
La escalada en Sadernes
Si pasamos el pueblo de Montagut dirección norte, allí donde termina la carretera, llegaremos a Sadernes, el corazón de la Alta Garrotxa. Rodeado de frondosos bosques de encina de montaña, antiguos caminos que cobran vida y atravesado por el río Llierca que a lo largo de los milenios ha moldeado imponentes paredes de calcáreo gris y bellas pozas de agua cristalina, Sadernes es la historia viviente de la escalada en Girona.
El boom de la escalada en Sadernes empezó a finales de los años 80, coincidiendo con la expansión internacional de la escalada en roca. Un acceso relativamente fácil, las buenas condiciones climáticas debido a las orientaciones predominantes de este y oeste y el potencial del lugar para abrir nuevas vías, hizo que la escuela creciera sin cesar hasta el día de hoy, que alberga más de 500 vías de escalada deportiva y unas 15 vías de varios largos aproximadamente.
El tipo de escalada es variada y diversa; regletas, romos, cantos… En placas, desplomes e incluso cuevas. La dureza de la roca suele ser más bien blanda -aunque depende del sector- y a menudo los equipadores se han visto obligados a reforzar algunas presas con resina epoxi -del tipo Sikadur- para mejorar su estabilidad, siendo esta práctica un motivo de controversia entre el colectivo de escaladores.
Debido al tipo de roca y las posibilidades que ofrece, la mayoría de los seguros que se ha utilizado hasta ahora han sido parabolts o químicos, dejando relegada la práctica de la escalada con seguros flotantes.
Sin embargo, la vía Summer Festival (6C/A1obligado. 7b, 80m), abierta por Adrià Feliu y Xavi Sabater en el 2017, fue abierta desde abajo y sin expansiones fijas, generando así un punto de inflexión en la escuela.
Tanto sus equipadores como asociaciones como Roca Nua, reivindican dicha práctica como una posible solución hacia una escalada más sostenible y menos invasiva.
Un paraje cotizado y vulnerable Sadernes se encuentra relativamente cerca de tres capitales catalanas (Vic, Olot y Girona). Debido a su belleza y el amplio abanico de actividades que ofrece, el cañón se ha convertido en un destino muy concurrido.
En los últimos años y, especialmente, después de la pandemia del COVID-19, la frecuentación del lugar para disfrutar de la naturaleza ha aumentado exponencialmente. En Sadernes podemos encontrar desde familias paseando por la pista principal que atraviesa el cañón, gente que quieren disfrutar de las magníficas pozas en los veranos cada vez más calurosos, los incansables ciclistas, así como las personas que van a buscar setas en las umbrías laderas de los bosques, hasta barraquistas y los excursionistas que realizan duras caminatas por los sendos picos de alrededor.
Todos ellos, junto con una afincada y engrandecida comunidad escaladora, comparen un mismo patio de juego. Un patio de juego que, a la vez, es frágil y vulnerable a las masificaciones.
Si hablamos de naturaleza, Sadernes es única. Su geografía accidentada, junto a las diferentes orientaciones de las laderas y la oscilación de la altitud, entre otras variables climáticas, le proporcionan una gran cantidad de gradientes ambientales.
Esta rica variedad ambiental genera diferentes hábitats y nichos ecológicos para una gran cantidad de especies de fauna y flora. Las aves rapaces, como el alimoche o el quebrantahuesos, el halcón peregrino, el águila real o el buitre leonado, entre otras, son las reinas del cielo. Las plantas rupícolas – aquellas que habitan en acantilados- frecuentan las paredes más escarpadas. Los barbos de montaña surcan ágilmente el curso del río, los líquenes y molsas abrazan los bosques más húmedos y las cabras son las dueñas de los pedregales.
Toda esta rica diversidad de especies genera un marco ecológico muy valioso y frágil a la vez. Una masificación descontrolada conlleva, irremediablemente, a un aumento de las perturbaciones y una degradadación constante de los hábitats, dejando a algunas especies relegadas a la merced de la suerte espacial. Según fuentes oficiales del Consorcio, durante los fines de semana y festivos desde Semana Santa y todo julio y agosto del 2022, se contabilizaron 7250 reservas en el párquing de Sadernes -con una capacidad de 100 vehículos- y 28399 personas llegaron hasta la poza de Sant Aniol, al final del cañón. (solo se tuvo en cuenta la gente que se registró durante las fechas indicadas). Una cantidad de gente que, sin duda, puede llegar a ser muy nociva para el entorno si no es gestionada adecuadamente.
Un conflicto enquistado
La gestión de las masificaciones en zonas rurales y, especialmente, en áreas ecológicamente importantes, como Sadernes, es una tarea necesaria que tienen que lidiar las autoridades competentes. Los estudios demuestran, una y otra vez, que la concentración humana descontrolada y la degradación del medioambiente están directamente correlacionados.
En Sadernes hace ya más de veinte años que existe una regulación del acceso motorizado (donde es posible entrar con el vehículo privado durante los meses con menos frecuentación) y otra por nidificación de especies de aves protegidas en algunas de las zonas de escalada.
Sin embargo, estas regulaciones pueden ser un motivo de conflicto entre las comunidades escaladoras locales y los gobiernos gestores del territorio si estas se perciben como prohibiciones y no como una regulación para el bien de todos, pudiendo generar un ambiente anárquico y de desconfianza entre ambos.
El conflicto entre el Consorcio y la comunidad escaladora se intensificó después de la pandemia con el aumento exponencial de la presión turística en el cañón que obligó al Consorcio a imponer más medidas de restricción del acceso. Durante los días y meses de máxima afluencia, el Consorcio de la Alta Garrotxa empezó a solicitar una cita previa para acceder al cañón e implementó un párquing de pago, una solución muy controvertida y nada bien recibida por parte de aquellas personas que frecuentan asiduamente el lugar -entre muchas de ellas, escaladoras-.
¿Prohibir o regular? El eterno dilema
Con el nuevo boom de la escalada de los últimos años, la masa escaladora que accede a las paredes de la Alta Garrotxa es cada vez mayor y son parte de la masificación causante de deterioros ambientales. Sin embargo, la comunidad escaladora local se siente desamparada y atacada por parte de las autoridades.
Afirman que les acarrean todas las responsabilidades de la degradación ambiental de Sadernes, como si solo fueran ellos los que frecuentan el lugar. Las últimas restricciones y regulaciones son percibidas como una imposición por parte de las autoridades y consideran que las decisiones por parte del Consorcio no han sido democráticas.
Regulación sí, prohibición no.
Esta es la máxima con la que el colectivo escalador se ha enrocado en posición de defensa por sus derechos. Saben que aún falta mucho para concienciar a todo la comunidad escaladora sobre educación ambiental y por esta misma razón quieren que exista una regulación de la escalada en Sadernes.
Aunque, recalcan, no como la que existe hoy en día. Exigen que se genere una mesa de diálogo entre las autoridades encargadas de la gestión del territorio y el colectivo para llegar a acuerdos más satisfactorios para ambos. También reclaman nuevos y rigurosos estudios científicos como base de una regulación dinámica donde los objetivos se vayan moldeando en función de los resultados obtenidos.
Evidentemente regular no es lo mismo que prohibir. Basándome en tu mismo ejemplo, regular el tráfico en una ciudad permite la circulación de dicho tráfico, en base a una normativa regulada. Prohibir el tráfico significaría no dejar entrar ni circular ningún vehículo, para evitar esto se tiene que regular.
Igual que en muchas zonas de bosque se tiene que pedir un permiso para recolectar setas, en otras no se pide nada y en otras zonas como en los parques nacionales está prohibido. El primer ejemplo es la regulación, el segundo es el libre albedrío y el tercero es la prohibición.
En el caso del artículo se está hablando de regular, no se está hablando cómo hacerlo.
Si hipotéticamente pueden venir 100 escaladores en un día eso sería una regulación, no una prohibición de la escalada. Que no pudiera venir ningún escalador sería la prohibición.
Creo que el argumento se entiende bastante bien.
No entiendo el argumento: regulación sí, prohibición no. Toda regulación de algo limita entre lo permitido y lo que no. Por ejemplo: regular el tráfico en una ciudad prohíbe, mediante sanción económica, no sobrepasar un semáforo en rojo. ¿Qué quiere decir entonces "prohibición no"? ¿O es que pretendemos cambiar el significado jurídico de las normas?