Por su situación, elevación y facilidad de acceso, la cima de La Viorna es un lugar óptimo para abarcar de una sola mirada todo el Valle de Liébana y el macizo Oriental de Picos de Europa, motivo por el cual se ha convertido en una excursión muy habitual. La cima es también campo de despegue para parapentistas, así que no es difícil que veamos pasar alguno delante de nuestros ojos mientras contemplamos el soberbio panorama.
La Sierra de la Viorna separa los valles de Valdebaró y Cereceda. A pesar de que su cúspide es el Alto de San Martín, que llega a los 1157 metros, la protagonista es una cumbre secundaria, casi cien metros más baja. ¿El motivo? Una gigantesca cruz blanca visible desde Potes que ha dado nombre a la montaña.
Según cuenta la leyenda, la cruz se levanta en el lugar desde el que el Beato de Liébana lanzó su cayado para decidir el lugar donde se quedaría a vivir y donde, a la postre, se levantaría el monasterio de Santo Toribio. La gigantesca cruz de hormigón que se ve hoy —doce metros de altura y una envergadura de cinco— se construyó en 1948 para sustituir a otra de madera que instalaron las tropas franquistas cuando entraron en la comarca y que, a su vez, había sustituido a la original, derribada por los milicianos. En 2011 la actual cruz fue remozada completamente y se la dotó de placas solares y luces que la iluminan durante la noche.
La excursión para llegar hasta la cruz se puede abordar desde las dos vertientes: por el norte, desde Mieses, y por el sur desde el caserío de Maredes. Esta última es la más popular por su sencillez —1,5 kilómetros y 230 metros de desnivel positivo—. Si se desea algo más de marcha sugerimos comenzar en Valmeo. Hacerlo así supone conocer las preciosas cascadas de Retumbia.
Itinerario
Valmeo es una pequeña localidad del municipio de Vega de Liébana que la carretera N-621 (la que sube al puerto de San Glorio) corta en dos. En su pequeño casco urbano destaca una casona llamada de los Colmenares y la iglesia de Nuestra Señora de la O, del siglo XV, situada en un altozano y que sirve de referencia para localizar el sendero que ha de conducirnos por el valle de Retumbia hasta la aldea de Maredes.
No hay que temer despistarse, pues unas balizas indican la dirección a seguir para llegar a las cascadas.
El sendero sube sin mucho complejo por el valle bajo el palio de un espeso encinar arbustivo que, según vamos subiendo, se va convirtiendo en un encinar hecho y derecho salpicado de grandes castaños, chopos y variada vegetación de ribera. La densidad del bosque y el musgo que cubre las rocas dan al camino un aspecto salvaje.
Las primeras cascadas —de poco porte, sobre todo en verano— aparecen en un estrechamiento del valle dando lugar a unos rincones de fantasía. El sendero continúa riega arriba obligando a vadearla varias veces y llega un momento en el que converge con un camino más ancho que también sube de Valmeo, pero por la ladera izquierda del valle. No tardaremos en encontrar la siguiente cascada, algo mayor que las anteriores.
El sendero —a veces solo una estrecha línea marcada en el terreno— continúa su ascenso siempre emboscado en el encinar. Ya muy cerca de Maredes aparece la última y mayor cascada. Hay que ir muy atentos para no pasar de largo, puesto que hay que salirse del camino —un hito señala el lugar— y atravesar el arroyo para visitarla, ya que se forma en otra riega. Este salto es una verdadera cascada que en época de deshielo o después de una generosa lluvia presenta un aspecto formidable. Después de las consabidas fotografías regresamos al sendero que, finalmente, nos saca a la carreterita que sube desde Campollo y Maredes a escasos 200 metros de este.
En Maredes —apenas cuatro casas y algún pajar— es probable que coincidamos con otros excursionistas que comienzan aquí la subida a la Cruz de la Viorna. En la pequeña plazuela que hay a la entrada de Maredes vemos un cartel que indica dos formas de ascender a la Cruz: una, por la pista que sale hacia el oeste y que por el collado de Maredes asciende primero al Alto de San Martín y seguidamente a la Cruz de Viorna, todo ello por una pista; la otra es un sendero que sale hacia el este por encima de las últimas casas. Utilizaremos este último para subir y el otro para bajar.
La senda es agradable porque sigue a la sombra del bosque de encinas y, después, de robles, y su pendiente no es muy dura, si bien algunos tramos «pican». El camino se encarama a la loma oriental, ya desprovista de arbolado, dando vista a la otra vertiente. Al final de la loma se divisa la blanca cruz. Un esfuerzo más y alcanzamos su base y la sombra que proyecta.
Lo que se abre ante nuestros ojos explica por qué esta humilde cima es tan visitada. El macizo Oriental de Picos de Europa llena el horizonte por el norte; se domina una buena parte del Valle de Liébana y sus pueblos, la sierra de Peña Sagra, el desfiladero de la Hermida, el Ajero, las cumbres del Jano, el Bistruey, Peña de Dobres, el macizo de Peña Prieta…
El Alto de San Martín está a solo 700 metros de distancia y sería imperdonable no alcanzarlo, no por el panorama, que no cambia mucho, sino porque así podremos decir que hemos llegado a lo más alto de la sierra.
Alcanzado el Alto, para conocer mundo continuamos por la cómoda pista que desciende hacia la collada de Maredes y allí enlazamos con otra que va a la aldea de Maredes para continuar el descenso por la riega ya conocida.
Datos prácticos
- Inicio: Valmeo.
- Tipo: lineal.
- Distancia: 11,2 km.
- Desnivel: +823 m.
- Cartografía: hoja
- 81-2 del IGN 1:25 000.
- Track: https://desni.in/cascadasviorna
- Observaciones: el mejor momento para hacer esta excursión es en primavera y después de unos días de lluvia.
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