Una de las definiciones más sencillas que hay y que más me gustan es la de Zatsiorsky (1995): «La fuerza es la capacidad para vencer o contrarrestar resistencias externas mediante esfuerzos musculares». Pero lo que realmente define el rendimiento en el deporte es la fuerza aplicada.
Habitualmente se suele medir el peso que levantamos como indicador de la fuerza aplicada (por ejemplo, los kg levantados en una sentadilla).
En escalada la resistencia a vencer es el propio peso corporal, por lo que, mientras no variase el peso del escalador (ya sea por un cambio en su composición corporal o por el equipo que lleva), nos puede parecer que la fuerza aplicada debería ser una constante.
Sin embargo, todos sabemos que hay pasos en los que hay que apretar más que en otros, pasos en los que tenemos que aplicar más fuerza para poder subir, o presas en las que debemos aplicar más fuerza para poder quedarnos de ellas.
Cuando hablamos de aplicar fuerza ante una carga debemos tener en cuenta que en realidad intervienen dos tipos de fuerza (González-Badillo, J.J., 2012): por un lado, (a) la fuerza o tensión que genera el musculo, y, por otro lado, (b) la fuerza que representa la carga que nosotros vamos a desplazar (en escalada, nuestro propio peso corporal).
Pues ninguna de estas dos es la fuerza aplicada. La fuerza aplicada es el resultado de la interacción entre esas dos fuerzas.
En escalada la fuerza aplicada va a depender de (a) la fuerza máxima de agarre, de tracción, etc. que tengamos y (b) de la inclinación de la pared, del tipo de presa al que estemos agarrados, de la posición de nuestro cuerpo…
Y precisamente en escalada se da una particularidad: no sólo es un valor que es diferente en cada movimiento, en cada presa, sino que es un valor que es cambiante dentro del mismo movimiento, dentro de la misma presa… Es un valor que va a depender de la colocación y de la posición del cuerpo en cada instante.
De todas formas, ¿qué nos dice la investigación científica sobre la importancia de la fuerza en escalada?
Por un lado, que la incapacidad para generar y/o mantener la producción de fuerza necesaria para mantener el contacto con la presa, para aplicar fuerza necesaria, es la razón principal de ascenso fallido o caída (Vigouroux, L. & Quaine, F., 2006).
Por otro, investigadores como Schöffl & col (2006), Magiera et al (2013), Ozimek et al (2016) y López-Rivera (2009) afirman que la fuerza máxima de agarre es uno de los mayores determinantes del rendimiento en escalada.
La fuerza máxima de agarre es uno de los mayores determinantes del rendimiento en escalada
Y disponemos de varios valores para medir objetivamente la fuerza de agarre: la máxima contracción voluntaria (MCV), la integral fuerza-tiempo (FTI, Force-Time Integral, por sus siglas en inglés) y la RFD (Rate of Force Developement, cantidad de fuerza producida por unidad de tiempo).
La máxima contracción voluntaria es una variable que nos indica cuál es el máximo de Newtons que somos capaces de aplicar en una presa. Sería el indicador de la fuerza máxima de nuestros flexores de antebrazo, que son los responsables directos del agarre.
Fryer et al (2017) encontraron que los escaladores de Boulder poseen una muy superior MCV en los músculos flexores del antebrazo respecto a los escaladores de cuerda.
La integral fuerza-tiempo es una variable que muestra la cantidad de fuerza que se puede mantener durante tiempo un tiempo determinado (ya sea continuo o intermitente), por lo que es un parámetro que nos evidencia la íntima relación que posee la fuerza con la resistencia.
Lo importante es ser capaz de aplicar la fuerza necesaria en todos los movimientos que tenga nuestro problema
Los escaladores de mayor nivel son capaces de realizar movimientos más duros (que requieren aplicar más fuerza) durante más tiempo. Es, por tanto, una variable directamente proporcional con los niveles élite, avanzado e intermedio, mostrando gran diferencia según el nivel del grupo (Fryer et al, 2015).
Y, por último, la RFD es el valor que determina cómo de rápido somos capaces de producir un determinado nivel de fuerza (Balsalobre-Fernández & Jiménez-Reyes, 2014). Matiza y caracteriza el valor de la fuerza máxima, de la MCV.
Como ejemplo, supongamos que un escalador es capaz de producir 280 Newtons en su máxima contracción voluntaria y hace un movimiento dinámico a una presa que necesita aplicar sólo 180 N para quedarse de ella.
La fatiga es el mayor enemigo de la producción de fuerza
A priori, no debería tener problemas. Sin embargo, tras establecer contacto con esa presa, no es lo mismo que tarde 200 milisegundos en producir esos 180 N a que tarde 500 milisegundos.
Si al contactar no es capaz de aplicar rápidamente la fuerza necesaria para quedarse de la presa, aunque sea capaz de producirla, lo más probable es que el escalador no sea capaz de agarrarse y caiga.
La RFD es por tanto un parámetro muy ligado a la fuerza de contacto y a la fuerza explosiva. Algo así como la capacidad de aceleración. Y es también un valor discriminatorio del rendimiento, especialmente en la modalidad de Boulder (Laffaye, Levernier & Collin, 2015; Levernier & Laffaye, 2019).
Aún así y sea cual sea tu modalidad, lo importante es ser capaz de aplicar la fuerza necesaria en todos los movimientos que tenga nuestro problema.
Y por supuesto, la fatiga es el mayor enemigo de la producción de fuerza. Si estamos cansados, por mucha fuerza que seamos capaces de aplicar, si nuestros depósitos energéticos no son suficientes, perdemos la capacidad de producir fuerza.
‘eficiencia‘ el parámetro más determinante del rendimiento en escalada.
Por eso, Bertuzzi et al (2007) no se equivocaron cuando señalaron a la eficiencia (la técnica, la forma de conseguir ascender con el menor gasto energético posible) como el parámetro más determinante del rendimiento en escalada.
Sergio Consuegra Gómez
Lic. en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte
Autor del manual Entrenamiento de escalada basado en la evidencia científica