La mitad, sin embargo, alega motivos espirituales. Uno de cada tres peregrinos confiesa, además, que su objetivo final no es llegar a la tumba del Apóstol, sino a Fisterra, donde quemar la ropa y abandonar las botas que se han utilizado en la peregrinación va camino de convertirse en una tradición.
Esos datos coinciden con los ofrecidos por la Oficina del Peregrino, un organismo eclesiástico que concede la Compostela a los peregrinos que acrediten haber recorrido con una intención religiosa al menos cien kilómetros a pie o doscientos en bicicleta o a caballo por el Camino de Santiago. De las 125.141 personas que acudieron a ese organismo sólo 50.732 alegaron haber hecho el Camino estrictamente por motivos religiosos, es decir, un 40,5 por ciento.
La Compostela es un documento escrito en latín que acredita la peregrinación. Fue instituida en 1970 y aquél año se entregó a 68 peregrinos. Al siguiente, que fue año santo, se concedieron 491 y el número se ha incrementado progresivamente gracias, sobre todo, a las campañas de promoción turística de la Xunta.
Según el informe del Instituto de Estudios Turísticos de Galicia, una de cada cuatro personas que recorre el Camino de Santiago asegura que su motivación principal es conocer el patrimonio histórico y artístico, una de cada cinco lo hace por practicar deporte y un 17 por ciento afirma que es por diversión.