Hay que reconocer que la ilusión por los proyectos es el principal ingrediente para que lleguen a materializarse. Todas las dificultades se subsanan si existe suficiente cantidad de ilusión.
Pues bien, bastó una llamada telefónica y una sugerencia para que se prendiera la mecha al proyecto de un encuentro de escalada artificial en Tenerife. A medida que el proyecto tomaba forma la ilusión iba en aumento; los preparativos, aparte de suponer horas de dedicación y esfuerzos compartidos, incrementaban la ilusión propia y contagiaban al entorno. Tal era la evolución que al llegar el día del evento parecía que una olla a presión estuviera a punto de estallar.
Ojos brillantes, amplias sonrisas y efusivos saludos entre los 22 asistentes fueron el punto de inicio. El deseo de comenzar da paso a una frenética actividad. Desplomes, techos, descuelgues, más desplomes, con o sin fifi, el «cruzaíto», la «cigüeña», un sinfín de conceptos por asimilar.
Una breve pausa para tomar fuerzas y de nuevo a pedalear, esta vez en terreno por equipar, no tan desplomado, pero más complejo. Al final del día, la ausencia de luz reclama que otra luz proveniente del lejano desierto de Utah proyecte la ilusión a la que se unen una cincuentena de escaladores isleños, jóvenes, veteranos y veteranísimos junto a los que han estado practicando esta especialidad. A partir de ahí gente que se conoce, otros que se reencuentran. Nuevos proyectos, viejos recuerdos. Nada extraordinario para los que nos movemos por estos ambientes, pero que siempre reconforta revivir.
El domingo más de lo mismo, preguntas y respuestas, práctica y experimentación, técnicas y trucos. Pero sobre todo y ante todo una ilusión compartida. El resultado final de todo ello son muchas risas, nuevos vínculos y un gran deseo de repetir la experiencia por parte de todos, en Tenerife o en cualquier otro lugar.
Santi Llop