Es una realidad que el esquí de montaña ha experimentado un auge en los últimos años y sigue ganando adeptos. En vez de rechazar esta modalidad que prescinde de los remontes, muchas estaciones del Pirineo se han adaptado, dando cabida a los nuevos usuarios con propuestas interesantes, como son los recorridos balizados o los forfait específicos, que permiten disfrutar de un número acotado de remontes al día.
En el caso del Pirineo de Girona, con estaciones reconocidas internacionalmente como La Molina (que ha cumplido este año su 80 aniversario), Masella (que junto con la anterior, forman Alp2500, uno de los dominios esquiables más extensos del Pirineo, con 145 km de pistas) y las más familiares Vall de Núria y Vallter 2000.
En concreto en esta última estación, Vallter 2000, han balizado cuatro itinerarios aptos para realizar con los esquís de montaña, que se unen a otras tres en La Molina. Son senderos señalizados de los que además podemos descargar el track en la aplicación de la estación, si bien este relativo aumento de la sensación de seguridad no nos exime de dominar las técnicas necesarias para la práctica de esta actividad (como son la interpretación del medio, el manejo de arva, pala…). Podemos realizar las rutas en autonomía o bien contratando un guía, servicio que igualmente ofrece la estación.
Tanto Vallter como La Molina pertenecen al organismo FGC (Ferrocarriles de la Generalitat) que en conjunto esta temporada ha acondicionado hasta 21 itinerarios para el esquí de montaña y ofrece la posibilidad de adquirir un forfait de temporada de esquí de montaña (por 150 €, o 120 para federados) que, aunque no es obligatorio, permite el uso de dos remontes al día.
En la misma web de turismefgc.cat encontraremos la información práctica y la descripción (con descarga de mapas) de todos estos itinerarios.
Esquí nocturno, raquetas y hasta “escape room” de avalanchas
Las estaciones también han ampliado su oferta de ocio con nuevas actividades, como es el esquí nocturno en la La Masella, con pistas iluminadas por potentes farolas que permiten disfrutar de la actividad en un ambiente atípico.
Entre las sorpresas que aguardan en los bosques bajos de Molina descubrimos un parque de aventura en los árboles y hasta un “Escape Snow Alerta Avalancha”, una actividad divertida para realizar en grupo en la que muestran las nociones básicas para actuar en caso de enterramiento de una avalancha. El entorno es también propicio para realizar rutas con raquetas de nieve, disponiendo de alternativas para todos los niveles.
Tres mil horas de sol en la Cerdanya
La comarca catalana de la Cerdanya está marcada por contener uno de los valles más anchos de Europa que, dada su orientación este a oeste y sus características orográficas, es de los que reciben más insolación de toda la Península, se calcula que unas tres mil horas de sol al año.
Alberga entre sus montañas picos de hasta tres mil metros y espacios protegidos como el Parque Natural del Cadí-Moixeró con sus codiciados corredores, el valle de Eyne, el río Segre…
Al adentrarnos en sus bosques mediterráneos o caminar entre los edificios históricos de sus pueblos, resulta muy fácil comprender el amor que demuestran por su tierra sus habitantes.
Su singularidad está además en que es una de las pocas comarcas que está dividida entre dos países, Francia y España, herencia del Tratado de los Pirineos (1659) que puso fin a la Guerra de los Treinta Años, por el que Cataluña perdió gran parte de su territorio en favor de la corona francesa, En esta división hubo algún pueblo que quedó como enclave español dentro del territorio francés, como ocurre con la villa de Llívia, hoy en día especialmente conocida por su gastronomía de alta calidad.
Puigcerdà y sus fiestas
Cada uno de los 17 pueblos que integran La Cerdanya –todos ubicados a más de 1000 metros de altitud – cuenta con sus atractivos particulares, compartiendo el paisaje de montaña y las cumbres circundantes. Nos detenemos en la capital de la comarca, Puigcerdà, fronteriza con Francia y que conserva en sus calles vestigios de una historia recorrida por todas las civilizaciones. Desde la torre octogonal del Campanario de la iglesia de Santa María (s. XVIII), de unos 35 metros de altura, se puede apreciar la grandeza del valle. Entre otros atractivos de la localidad se encuentra un gran lago artificial (con agua traída de Francia) del que cuentan que, cada último fin de semana de agosto, sale la “viejita” que vive en el lago para ver cómo se han comportado sus habitantes durante el año. Esta Festa de l’Estany es uno de los muchos eventos festivos que se celebran en estas tierras.
Camprodon, desenterrando la historia
Como ejemplo de la riqueza histórica de la provincia, en este caso de la comarca del Ripollés, nos adentramos en la población de Camprodón donde, hace unos cuarenta años, un niño encontró casualmente los restos de una bomba (por suerte inactiva) que prendió en su interior la curiosidad por conocer el origen de aquello. Aquel niño era Lluís Bassaganya y hoy en día es el gestor del museo dedicado a desenterrar la historia de la retirada republicana que se produjo en 1939 por este paso pirenaico. Sobrecoge la ingente cantidad de armas (inutilizadas adrede para que no las recuperara el enemigo), coches, enseres personales abandonados en esa huída que durante años fue silenciada y que sigue saliendo a la luz.
Destino para todo el año
Aunque la nieve y sus actividades asociadas son el reclamo principal durante el invierno, cuando el manto blanco se derrite son muchas las alternativas de ocio y turismo sostenible las que ofrece este rincón del Pirineo, con montañas, escaladas, rutas de senderismo y trekking, de BTT, monumentos históricos y una oferta gastronómica como para saciar el apetito de viajes y experiencias más voraz en cualquier estación del año.
Podemos encontrar toda la información práctica para conocer estas regiones en la web del Patronato de Turismo de Cerdanya y en la del Ripollés.
