El tradicional “esquí de travesía” ha visto incrementadas las variedades que lo componen y, también, alterado su nombre. Poco se habla ya de esquí de montaña, o travesía, y mucho de “skimo” (e incluso en algunas zonas de “random”).
El término parece, a primera vista, la simplificación de la denominación original, pero lo cierto es que la vertiente ski-touring concuerda más con la actividad recreativa clásica y, aunque se use para hablar del deporte de manera genérica, skimo es el nombre con el que se conoce la declinación competitiva, lo que técnicamente sería ski-race.
Esta lo ha modificado todo, desde las técnicas hasta los equipos. La velocidad ha forzado la reducción de peso y todos los practicantes, compitan o no, quieren llevar material liviano. En el caso del piolet y los crampones es aún más importante dado que no se emplean de manera general sino, exclusivamente, en pasajes delicados donde el usuario descalza sus esquís.
El resto del tiempo esperan su turno en la mochila, igualmente compacta y ligera pues nadie quiere que lastre sus movimientos.
¿Sirve cualquier cosa?
Antes de la llegada de la “fiebre por la ligereza”, los esquiadores de montaña empleaban los mismos crampones y piolets que utilizaban para sus ascensiones o recorridos de alpinismo y montañismo.
Para un mejor transporte y una primera rebaja de peso los crampones eliminaron 2 de sus puntas. Los de “10” totales se convirtieron en los más populares para la especialidad, mientras los piolets perdían sus regatones para concluir en un tubo hueco cortado en diagonal y recientemente complementado en ciertos modelos por una pieza de nailon que evita la penetración de nieve en su interior.
Poco a poco, ante todo con el espoleo de una cada vez más valorada competición, se comprobó que esas leves adaptaciones no eran suficientes, siendo preciso reducir gramos incluso a costa de perder robustez.
El aluminio reemplazó el acero y se fabricaron útiles con mayores garantías para cumplir las exigencias de una lista de material obligatorio para retener con éxito, y sobre todo sin que sus puntas se rompiesen, a su usuario mientras atravesaba una placa de hielo o nieve dura.
Detalles aparentemente superfluos como los revestimientos de goma o caucho de los mangos de los piolets fueron eliminados. Y las fijaciones de los crampones tendieron a una mejor adaptación al calzado para evitar la liberación accidental de las taloneras o la incompatibilidad entre los arcos delanteros y las punteras de las botas.
La geometría de piolets y crampones no ha variado demasiado a lo largo del tiempo. Excepto materias primas y novedosos sistemas de fijación de los crampones, ambos elementos conservan las formas clásicas originales con leves variantes.
Materiales de construcción
En el apartado precedente se exponía que uno de los modos de rebajar el peso de estos componentes metálicos había sido sustituir el clásico acero por aleaciones ligeras (aluminio, etc). Este método es eficaz, sin duda, pero propone igualmente una reducción de prestaciones que va más allá de la mera pérdida de contundencia de las herramientas.
Enfrentadas a superficies duras (nieve compacta, hielo…) que a fin de cuentas es el escenario para el que se han ideado los piolets y los crampones, los accesorios de aleaciones ligeras pueden doblarse y hasta “perder” sus puntas con mayor facilidad que los construidos en acero.
Persuadidos por el problema, los fabricantes no han dudado en buscar soluciones que a lo largo de las temporadas han incluido combinar ambos materiales en pro de la seguridad de los usuarios. Insertos de acero en las puntas de las hojas e incluso una mínima presencia de este material en los regatones, o partes frontales de los crampones en acero compaginadas con taloneras en aluminio (lo que se conoce como crampones híbridos), han sido algunas de las propuestas.
Varias firmas han explorado también el camino de los insertos de material más resistente en las puntas y ofrecen crampones de aluminio 7075 con un detalle en acero remachado a las frontales que recuerda la uña de un dedo.
Piolets más ligeros, menos versátiles
Demandar a los fabricantes la rebaja de peso de los útiles es común en todas las disciplinas del deporte y cobra un especial significado en aquellos que, teniendo en la montaña su campo de juego, buscan el avance rápido del deportista para acortar su exposición a peligros objetivos.
Si además de esa máxima la actividad tiene un corte competitivo, la exigencia se hace evidente pues permite incidir sobre la mejora de prestaciones. El skimo hace gala de los dos supuestos pero no es extraño que destaque la competición como el actor que haya modelado el comportamiento y los materiales.
Los equipos empleados en esquí de montaña son fruto de la adecuación de productos del campo del esquí y del alpinismo-montañismo. Las adaptaciones y transformaciones realizadas por usuarios inquietos han resultado decisivas en ese proceso.
Practicantes muchas veces anónimos que armados con sierra, lija, lima y taladradora han cortado puntas, rebajado espesores o realizado agujeros para eliminar material y así reducir unos gramos. Los piolets no han sido ajenos a ese proceso y en primera instancia fueron sometidos a torturas válidas para disminuir su peso pero también aumentar su fragilidad y, por supuesto, la pérdida de su homologación (recordemos, además, que cualquier modificación no autorizada por el fabricante supone la pérdida automática de la garantía del producto).
Solo por poner algún ejemplo decir que, gracias a esas ideas, los diseñadores han llevado a la producción en serie piolets con los tubos de los mangos perforados y rebajados de espesor en diferentes áreas.
Se ha llegado hasta, por ejemplo, el peso pluma de 185 gramos (en 50 cm de longitud) del Corsa Race de Camp, el más ligero con certificado EN 13089. Hoja y pala de aleación ligera, tubo hueco sin inserción antinieve que, es cierto, evita el llenado del mango pero incrementa la masa de un modo que no gusta a un “racer”…
Por supuesto no faltan la reducción de espesor diferencial ni las perforaciones en el mango, que se han hecho en la zona de la empuñadura dibujando un estriado que mejora el agarre. Tal vez no sea el piolet adecuado para esquiadores de montaña sin muchas pretensiones, pero hará las delicias de los fanáticos de la ligereza y, por supuesto de los competidores.
Es verdad, por otro lado, que tanta especialización deriva en pérdida de versatilidad. Aunque en primera instancia los esquiadores de montaña llevaban indistintamente piolet o martillo (incluso ambas cosas en función del corte del recorrido), dependiendo de si precisaban clavar algún elemento, la versión pala fue la que se llevó la palma ya que permitía una mayor agilidad en la talla de peldaños u otras maniobras. Pero con el reemplazo del acero por aluminio las nuevas herramientas no están indicadas para escalar en hielo, progresar por terreno mixto… ¡ni para tallar escalones repetidamente!
Cambios en los crampones
Del mismo modo que los piolets, los crampones para skimo se han especializado notablemente. La rebaja de peso condujo inicialmente a la adaptación de elementos de 10 puntas y precisamente la normativa de la ISFM (Federación Internacional de Esquí de Montaña) dice que es el mínimo de puntas admitidas en competición.
Aunque se fabrican crampones de acero extremadamente ligeros, no pocos esquiadores optan por versiones de aluminio que han llegado a la impresionante cifra de 310 gramos/par sin antizueco y 350 con él. Los procesos de fabricación han mejorado desde las primeras creaciones, pero siguen sin estar libres de sufrir un deterioro que puede ser irreversible cuando se transita por placas de nieve muy dura, se pisan rocas o se golpea un resalte de hielo con sus puntas frontales.
Para evitar esos problemas existe una solución inteligente a costa de cargar con unos gramos de más: el empleo de esos crampones híbridos presentados con anterioridad (parte delantera en acero, posterior en aluminio).
Aparte de la reducción de peso, otro de los progresos que han sufrido los crampones ha sido la adaptación real de los sistemas de fijación a las botas de skimo. Originalmente, las taloneras redujeron su tamaño y ubicación para no interferir con la protuberante zona posterior del calzado.
Hoy existen propuestas únicas como la de Grivel que, para acelerar el proceso calcedescalce ha situado la leva de cierre en la parte delantera y el habitual arco delantero en la parte posterior. La astucia evita incompatibilidades con las botas que llevan complejos y voluminosos sistemas dirigidos al bloqueo de la caña de las mismas para la fase de descenso. Los arcos delanteros también han sufrido transformaciones.
Un ejemplo, que repercute en una colocación rápida, una reducción de peso y una disminución de volumen, es el T-Stop de Camp (válido para la mayoría de botas con reborde o estribo delantero). Complementando su sistema T-Stop Camp también es responsable de una oferta revolucionaria implementando un anclaje de talonera ajustable en tres posiciones en sus Skimo Total Race.
El mismo principio de las fijaciones de los esquís trasladado a los crampones. Si las botas ya llevan un receptáculo adaptado… ¿por qué no emplear lo para un mayor número de usos? El puente que une puntera y talonera también ha experimentado cambios. La clásica barra de conexión y regulación ha pasado a ser un cordino o cinta de polietileno. Petzl destaca por ser el primer fabricante que, en sus Leopard, emplea el sistema Cord-Tec, fórmula que otros han aplicado según sus recetas.
Rebaja de peso con una mayor flexibilidad que, además, permite el transporte compacto de los crampones en un espacio reducido.
Y si no compites
Hemos visto a lo largo del artículo que la competición ha condicionado el tipo y peso de los equipos usados incluso por quienes no se inscriben a ninguna prueba. Si este es tu caso quizás no te importe cargar con unos gramos adicionales. De ese modo contarás con un plus en seguridad.
Por supuesto no se trata de desequilibrar la balanza sino de escoger con sentido común pensando en alargar la vida útil de los productos que adquieras y, por supuesto, progresar con mayor tranquilidad y sin el constante “mosqueo” de si en este o aquel terreno la hoja de tu piolet se quedará en el interior del hielo o las puntas de los crampones saldrán disparadas al pisar una placa de nieve dura.
Hay excelentes piolets con hoja y pala de acero que no pasan de los 270 gramos o, como mínimo, herramientas de aluminio con inserciones de acero en la punta de la hoja y el regatón que no superan los 230.
Mayor resistencia que los radicales de 185 con la confianza de contar con un complemento que responde cuando es necesario empuñarlo en posición de tracción.
En lo tocante al tren inferior unos crampones de acero de 10 puntas pueden rondar los ahora ya pesadísimos 850 gramos, es cierto. Pero entre esa opción y los ultraligeros de 310 considera emplear unos híbridos de unos 560 que sin duda darán tranquilidad a tu espíritu, además de resultar más eficaces por su mayor capacidad para penetrar en todo tipo de superficies.
José Isidro GORDITO
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