Sylvain Tesson ha transitado muchas aventuras: desde la vuelta al mundo en bicicleta, hasta seguir los oleoductos que desde Asia surten a Europa, o pasar seis meses en una cabaña a orillas del lago Baikal pasando frío a 5000 metros en la meseta tibetana, para tratar de ver a la pantera de las montañas. Sus viajes y aventuras los cuenta en libros tan emblemáticos como El leopardo de las nieves (Taurus) o como la maravilla que acaba de publicar Desnivel: Blanco.
Blanco
Por Sylvain Tesson
«El esquí era una ruleta. Y nosotros lo apostábamos todo al Blanco»
El objetivo del viaje: partir de Menton, en la costa mediterránea, para cruzar los Alpes con esquís, hasta Trieste, pasando por Italia, Suiza, Austria y Eslovenia.
La compañía: su amigo, el guía de alta montaña y alpinista, Daniel du Lac.
Cuándo: desde 2018 hasta 2021, al final de cada invierno se deslizaban sobre la nieve para «vagabundear en la pureza».
Travesía con esquís: viajar de fuego en fuego por los pasillos del viento.
Esquiar: libar en los libros esparcidos.
Sus conquistas: el fuego, la estufa, la cena, las tardes entre lecturas.
«Esta era su idea: partiríamos en invierno desde el mar Mediterráneo, donde la montaña naufraga entre ramilletes de palmeras. Remontaríamos hacia el nordeste, siguiendo la curva de la cadena, hasta Trieste, ciudad imposible del Adriático, donde la convención fija el extremo final de los Alpes. Durante todo el recorrido nos mantendríamos lo más cerca posible de la cresta axial. Dormiríamos en refugios y cobijos de la montaña. Sería como una cabalgada, pero con esquís, entre dos mares. ¡Nada más que nieve! Tendríamos que devorar cientos de kilómetros, un metro tras otro. Sonaba como a trabajo forzado. Pero en realidad era un golpe de suerte: la definición de la felicidad es tener un hueso que roer.
Hasta el más breve de los recorridos por la montaña disuelve el tiempo, dilata el espacio, repliega el espíritu al fondo de uno mismo. En la nieve, el resplandor suprime la conciencia. Solo importa avanzar. El esfuerzo lo borra todo: recuerdos y pesares, deseos y remordimientos».
Blanco
En Blanco, Sylvain Tesson narra esta hermosa y potente travesía que recorren durante cuatro inviernos, donde saborean el agua con los dedos, la caliza huele a luz, leen poesías en voz alta, y la maravilla supone acostarse en un lugar seco después de una jornada diabólica. Esquiar, dormir en refugios, el frío, el peligro de avalanchas, cosas mundanas explicadas con la sofisticada mirada de la poesía, mezcladas con un llano sentido del humor y acompañadas de las voces de los libros que se van encontrando o transportando en el camino, «bibliotecas de altura» procedentes del fondo de las mochilas.
Y relata un mundo sin contornos donde solo el esfuerzo impregna cada jornada y se pregunta ¿por qué amo tanto vagar por la pureza? Y el Blanco como esa sustancia en la que diluirse, perderse, encontrarse, navegar, profundizar, vivir.
Blanco
Por Sylvain Tesson
«El esquí era una ruleta. Y nosotros lo apostábamos todo al Blanco»
Blanco es también una hermosa historia de amistad. El autor está totalmente entregado a su amigos, a su sabiduría, a su capacidad para guiar y descubrir el mejor trazado, el más seguro. «¡En marcha! Hay mucho que ver» es una de las expresiones de Du Lac, con quien hace quince años que recorre las montañas, y comparten la época de escalar edificios y colgar de los balcones. Se entienden bien. Siempre vuelven a partir, queriendo que el esfuerzo les aniquile, con la idea de que el movimiento lo resuelve todo. Se van encontrando en algunos tramos con Rémoville, y los tres forman un equipo de silencios, poemas y kilómetros. En un viajar de un lado a otro con tus propios medios, recobrando el sentido de transportarse con esquís que le da realidad, valor y dignidad a las distancias. Recorrer quince metros, atravesar un corredor, superar un desnivel… te hacen consciente de lo que la distancia junto con el esfuerzo son: ganarse la movilidad. De lo abstracto y global a lo concreto y real:
«Miré a Rémoville mientras recorría los últimos metros. En pocas semanas, ese mismo hombre estaría trabajando con escrituras algebraicas, imaginando estrategias para las empresas mundiales. Sus decisiones repercutirían en tiempo real sobre plazas financieras a diez mil kilómetros de su casa. Intervendría en las antípodas, sin levantarse siquiera de su mesa de trabajo. Aquí, en cambio, volvía a la física imposible de abolir. Un metro era un metro. Cada metro costaba esfuerzo. Y un paso en falso le hubiera costado la vida».
Blanco
Tesson se ríe de todo con ironía y sarcasmo, y dice que la nieve tiene sutilezas de epidermis, que el alpinista es un hombre en fuga permanente y por suerte desmitifica también el alpinismo como algo elevado y supremo:
«Era un peligro del alpinismo: creer que el abismo físico autorizaba a despreciar el mundo de allá abajo. Había una analogía fácil entre el aire de cristal y el espíritu puro, la salud inmensa y el pensamiento elevado. Esta simbología barata había inspirado una literatura de acero sobre las virtudes purificadoras de la montaña, donde se confundían la conquista de la cumbre y la dominación moral. En realidad, la cumbre nunca engrandece el valor del ser. El hombre no se renueva. Cuando alcanza las espléndidas altitudes, transporta consigo sus miserias. La historia de la exploración está repleta de episodios sórdidos que han transcurrido en lugares encantadores: alpinistas que llegan a las manos bajo las cumbres de cristal, náufragos que se persiguen bajo los cocoteros. Por más que el hombre se propulse hacia la belleza, siempre vuelve a caer en sus debilidades. ¡La decoración no cambia nada!».
Blanco
Y desea que su rostro, que es el paisaje del alma, retenga los paisajes que son el alma del mundo. Y así consigue, con una prosa limpia, frases cortas y rica en referencias literarias transmitirnos la conexión entre el músculo y el alma, entre la vida salvaje y los refinamientos del espíritu, borrando los contornos de lo que es realmente poético y convirtiendo Blanco en una aventura deliciosa. Entre la aventura, la locura y la lucidez.
«Si hubiéramos tenido plena consciencia de las grietas sobre las que atravesábamos a ciegas, jamás hubiéramos osado aventurarnos. Lección para la vida: no hay que saberlo todo».
Blanco
Blanco
Por Sylvain Tesson
«El esquí era una ruleta. Y nosotros lo apostábamos todo al Blanco»
Sí, hay varios libros con este título, del que hablamos en el artículo es del autor Sylvain Tesson editado en castellano por Tauros. Gracias por la aportación que ayuda a dar claridad.
Peter Matthiessen escribió, seguro, un bonito libro llamado "El leopardo de las nieves".
¿"El leopardo de las nieves" no era de Peter Matthiessen?