Hoy, más que nunca, los lagos son el lugar de consenso entre los alpinistas y los excursionistas que practican el senderismo o tan sólo suben valle arriba para llenarse de paisaje y silencio. Representan el punto de arranque hacia el reino de la roca y el hielo, después de pernoctar junto a las orillas en algún refugio o la tienda. Y, a la vez, el punto final de la travesía por bosques frondosos y alegres pastos, objetivo del caminar de grupos eclécticos, familias con niños y curiosos moderadamente atraídos por la alta montaña. Con frecuencia, los lagos marcan la frontera entre la exhuberancia y la aridez, concentrando a su alrededor todos los matices del paisaje alpino.
Su historia es muy antigua. Se modelaron durante la última glaciación del Cuaternario. En esa época, hace 40.000 años, el hielo excavó pacientemente el relieve de las montañas, generando cavidades y acumulando derrubios que luego actuarían de presas naturales del agua. Con la desaparición de los glaciares toda esa inmensa labor quedó al descubierto. Allí están para explicarlo los valles profundos en “V”, de perfecta simetría, con sus caos de piedras, los circos rocosos y los lagos que, de todas las formas, tamaños y colores, hoy alegran nuestras excursiones. A grandes rasgos, se reconocen dos tipos de lagos. Los primeros que solemos encontrar son los lagos de valle, así llamados porque están encajados en el curso de los ríos y torrentes de montaña. Son menos abundantes y por su ubicación y menor cota generalmente están rodeados de árboles, arbustos o praderas. De todos ellos, el más bajo es el lago de Lourdes, a tan sólo 400 metros de altitud. Algunos de ellos se han perdido con el tiempo por el efecto de colmatación que provoca la acumulación de sedimentos, dando lugar a grandes llanos que, casi con seguridad, son atravesados por un cauce remansado en amplios meandros.
El segundo tipo son los lagos de circo. Suelen ocupar la cabecera de la mayoría de valles de los Pirineos y con frecuencia aparecen agrupados. Por estar a mayor altura, sus aguas suelen ser cristalinas, sin apenas partículas en suspensión que provocan la reflexión de la luz solar. Por este motivo, cuando tienen cierta profundidad, su color es prácticamente negro, siendo un topónimo recurrente en todas las regiones pirenaicas. Muchos de ellos alcanzan grandes alturas, siendo los 2.990 m del lago Helado de Monte Perdido la cota récord. Las aguas de estos lagos, muy frías en verano, pueden estar heladas más de seis meses al año, y son verdaderos oasis en medio de un desierto mineral. Estas duras condiciones no impiden que estén habitados por truchas, diversos anfibios, colonias de moluscos y gran diversidad de microorganismos.
Contando uno y otro tipo, en Los Pirineos se han inventariado hasta 1061 lagos que superan la media hectárea de superficie. La distribución por toda la cordillera de estos lagos es bastante equitativa, habiéndose inventariado 476 lagos en la vertiente norte y 585 lagos en la vertiente sur. Su presencia es especialmente abundante en algunas zonas de los Pirineos, dónde resulta posible programar rutas sencillas para visitar incluso más de una decena de lagos en una sola jornada. En los Pirineos aragoneses es donde encontramos menos lagos, tan “sólo” 177 ibones, porque gran parte de sus valles son de roca caliza que favorece la filtración del agua hacia capas subterráneas. Tanto en las seis cuencas propiamente lacustres (Panticosa/ Cauterets; Néouvielle; Bagüeñola/ Posets; Maladeta/ Aigüestortes; Certascan/ Ariège y Andorra/Capcir) como en las regiones donde más escasean, programar una excursión para conocer un lago es la opción ideal para deslumbrar a los compañeros novatos o para caminar con niños.
Estany Tort de Peguera. Estany de cuento
La primera gran sorpresa de esta excursión es descubrir el refugio Josep Mª Blanch, construido en una diminuta península del Estany Tort de Peguera y rodeado de agua de intenso color azul metálico.
El lugar es extraordinario, con viejos troncos de pino emergiendo de las profundidades que se nos antojan feroces dragones y gigantes malhumorados. Por encima, las agrestes crestas de Mainera y Avió culminan paredes verticales a las que sólo se accede por una pedrizas interminables. Más al fondo, todavía escondido, se levanta el Peguera, el techo del Parque Nacional. Es preciso pellizcarse tres veces para deshacer el hechizo y descubrir que todo ese paisaje que se abre ante nuestros ojos no es la ilustración de un cuento.
Itinerario
Del pueblo de Espot, en el puente sobre el río Peguera, parte el camino que remonta por el margen izquierdo con indicaciones de la variante 20 del GR-11. Tras una fuerte subida se cruza el río por el puente del Salvador y algo más arriba se vuelve de nuevo al margen izquierdo. La subida es continua, especialmente después de alcanzar las bordas de Boïgots, y tras algunos zigzags se conecta a la derecha con una ruda pista, a la altura de los estanys de Lladres y Trescuro, primeros lagos del recorrido. Sin posibilidad de pérdida se continúa por la pista en dirección SO hasta el Estany Tort de Peguera y el refugio Josep Mª Blanc, en su margen derecho. Un poco más arriba se encuentra el Estany Negre de Peguera, bellísimo. Siguiendo el sendero, por una canal algo empinada que se abre al oeste, en pocos minutos se alcanzan el Estany de la Llastra y el Estany de la Coveta, muy diferentes a los anteriores y dignos de ser visitados. Después, hacia el norte, el Estany de la Cabana completa el repóquer y siguiendo el torrente por donde desagua se llega de nuevo al Estany Tort de Peguera para cerrar la vuelta.
Los menos caminadores pueden evitar la bella caminata de aproximación al lago alquilando el servicio de un taxi en el pueblo de Espot. Con niños es una buena solución. El primer día se llega al refugio y se visitan los lagos superiores del circo. Tras la buena cena en el refugio y la pernocta, sí aconsejamos descender por el GR-11, sin prisas ni agobios, disfrutando del delicioso valle de Peguera.
Ficha técnica
Acceso: carretera de la Pobla de Segur a Esterri d’Àneu (C-147) y desvío en el pantano de la Torrassa hacia Espot.
Desnivel: 1.005 metros
Horario: 6 horas
Dificultad: Desnivel considerable, aunque la ruta no presenta dificultades.
Cartografía: Sant Maurici (Ed. Alpina 1:25.000), Parc Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici (Ed. Alpina 1:25.000), Parc Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici (ICC 1:25.000).
Observaciones: puede alquilarse el servicio de un taxi todoterreno en Espot y retornar al pueblo caminando. Posible pernocta en el refugio Josep Mª Blanch (2.330 m), con 36 plazas, propiedad del C.E.C., guardado en verano y muchos fines de semana.
Ibón de Bernatuara. El volcán intexistente
Aunque al ibón también se puede llegar por el grandioso Valle de Ossoue, la ruta propuesta se inicia en San Nicolás de Bujaruelo. Es un verdadero lugar de recreo en verano, con zona de baño, su famoso puente románico sobre el río Ara, el refugio-albergue y una zona de acampada.
Durante siglos, un ramal del Camino de Santiago y una ruta comercial cruzaba por allí, uniendo Torla y Gavarnie por el Puerto de Bujaruelo. Para todos, como sigue sucediendo en la actualidad, Bernatuara permanecía escondido. Tan sólo los pastores interesados en los pastos de su vertiente norte sabían de su existencia. La ubicación de este lago es única en todo el Pirineo y admirarla justifica la dureza de la excursión propuesta. Nadie diría que al final de una pendiente pronunciadísima, en un terreno salvaje y más bien seco, puede haber semejante recipiente natural. Incluso, a pocos metros de alcanzar el lago, tal afirmación parece una broma. Y de repente, al franquear una brecha, se abre a nuestros pies una cubeta profunda, horadada entre montañas y repleta de agua fría y oscura. Queda al otro lado el collado que da acceso al valle de Ossoue y ante nuestros ojos atónitos aparece esta maravilla geológica tan bella como aparentemente inexplicable. Tiene toda la apariencia de un cráter, los restos de un viejo volcán, pero en ningún lado hay restos de lava ni cenizas. Misterio y magnetismo.
Itinerario
Salir de San Nicolás de Bujaruelo (1.338 m) por el camino que cruza el río por el puente. A continuación se sigue el camino evidente que emprende una fuerte subida, siguiendo en parte las torres de electricidad. Casi en el límite del bosque, se deja a la derecha el camino hacia el collado de Bujaruelo para llanear e ir a cruzar el río por un puente metálico situado por encima de un estrechamiento del río, con bonitas pozas. Se asciende por prados entrando en el barranco de Sandaluelo (N) y, dejando a la derecha un refugio de pastores, se asciende decididamente por la senda del margen derecho del barranco. A mitad de ascenso se pasa al margen izquierdo y tras un repecho se vuelve de nuevo a cruzar el torrente. De nuevo se ataca una subida directa y sostenida, en dirección a la sierra de Sandaluelo, para girar decididamente a la derecha (E) sobre la cota 2.150 hasta alcanzar la cubeta del ibón de Bernatuara. Se desciende al ibón y se completa por una corta canal la ascensión al collado de Bernatuara (2.336 m). El descenso se realiza por el mismo itinerario.
Ficha técnica
Acceso: carretera (N-260, A- 135) al valle de Ordesa y pista hasta Bujaruelo.
Desnivel: 948 m.
Horario: 5-6 h.
Dificultad: media, aunque no hay pasos difíciles, la pendiente es fuerte y algún tramo de camino es difuso o irregular.
Cartografía: Vignemale- Bujaruelo (Alpina, 1:30.000); Parque Nacional de Ordesa y Monte Pedido (Ed. Pirineo 1:40.000); Vignemale (IGN Top 25, 1:25.000, nº 1647 OT); Gavarnie (IGN Top 25 1:25.000 nº 1748 OT), Bigorre (RP nº 4 1:50.000).
Observaciones: también puede accederse al lago desde el valle de Ossoue, por encima del pueblo de Gavarnie.