Editorial
Paradojas
PEDRO Pidal debía de ser un hombre tozudo; de esos a los que se le mete una cosa en la cabeza y no cejan hasta salirse con la suya. Se le metió en la mollera escalar el inexpugnable Naranjo de Bulnes o Picu Urriellu y lo hizo, tirando de las habilidades trepadoras y la audacia de Gregorio Pérez, paisano de Caín. Se empeñó en que los lagos de Covadonga inauguraran la lista de parques nacionales españoles en 1918, y lo consiguió tan sólo dos años después de que las Cortes aprobaran la Ley de Parques Nacionales. Y ya lanzado en una especie de maratón proteccionista, convenció al Senado para que, poco más de un mes después, se declarara el Parque Nacional de Ordesa o del río Ara, como se llamó entones.
Me divierto imaginando al aristócrata trotamontes y cazador de rebecos, moviéndose por pasillos y despachos y dando la matraca a unos y otros intentando convencerles de lo absolutamente imprescindible que es proteger un rincón remoto y apartado del Pirineo aragonés. ¿Proteger de qué? Se preguntarían los diputados y senadores. ¡De la extinción del bucardo, naturalmente!
He aquí la primera paradoja de este parque nacional: que su padrino fuera un cazador espantado ante la idea de que la joya cinegética del Pirineo se esfumara. Pobre don Pedro, seguro que se removió en su tumba de Picos de Europa cuando, recién estrenado este siglo, Celia, el último bucardo vivo, fue encontrada de cuerpo presente en la Faja de Pelay. La segunda paradoja es que, a pesar de que fue Pedro Pidal quien movió los hilos para blindar Ordesa, fueron franceses –sí, franceses– los que lo pusieron en el disparadero, porque, como asegura nuestro amigo y colaborador Alberto Martínez Embid –uno de los tipos que más saben de historia pirenaica–, hasta principios del siglo XIX, los únicos que sabían dónde estaba Ordesa eran los contrabandistas, los pastores y los cazadores, y que los primeros que llegaron hasta allí con intenciones, digamos, lúdicas fueron los pirineístas franceses, con Ramond de Carbonnière a la cabeza, seguido de Henry Russell y Lucien Briet, que remató la faena con su cámara y su pluma. Ya entonces, los políticos eran muy sensibles al papel impreso.
En varias ocasiones el “padre” del parque nacional se vio obligado a protegerlo de agresiones externas. Del carácter indomable del marqués de Villaviciosa da fe la carta que envió al entonces ministro de Fomento para impedir la construcción de un embalse en el río Arazas. «Un Santo Cristo con un par de pistolas hace mayor maridaje que un parque nacional con un salto de agua aprovechado».
Cien años no son nada. Un siglo después hay cuestiones que siguen de rabiosa actualidad. Dioni SERRANO
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Valle del Jerte
Cuentan que fueron los griegos quienes denominaron al Jerte Valle del Gozo. Cierto o no, el caso es que, desde que la expresión la utilizara el cronista placentino Alonso Fernández en el siglo XVII, ésta se ha convertido en el santo y seña de esta comarca situada al norte de la provincia de Cáceres, a la sombra de las montañas más altas de Extremadura y que riegan las aguas cristalinas que nacen de sus nieves.
100 años de protección (1918-2018)
El Parque Nacional Ordesa se creó en 1918, sólo dos meses después del de los lagos de Covadonga, gracias al mismo promotor, Pedro Pida. Pero fueron, paradójicamente, los franceses los que pusieron en el disparadero este monumental rincón del Pirineo aragonés; primero Luis Ramond de Carbonnières y después una legión de pirineístas franceses, entre los que cabe destacar a Lucien Briet, el parisino al que se deben las primeras fotografías del valle. Sus fotografías y sus escritos, ensalzando la belleza de los paisajes y selvas de Ordesa y sugiriendo su protección, influyeron, sin duda, en que el valle se convirtiera en el segundo parque nacional de España. La normativa y los límites originales continuaron vigentes hasta 1982, cuando se amplió hasta las 15.068 hectáreas, pasándose a llamar Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
- Eduardo MARTÍNEZ DE PISÓN
10 curiosidades naturales que quizás no conozcas
El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido cobija mil rincones fascinantes. Algunos están al alcance de la mano y otros son casi secretos. En estas páginas apuntamos, como sugerencia, una decena de estos lugares: cuevas de “cristal”, inscripciones históricas, bosques primitivos, lagos recién nacidos…Cuando ya todo parecía dicho y sabido, vemos todavía nos queda aún mucho por caminar, conocer y descubrir en los paisajes de Ordesa. Texto: Eduardo VIÑUALES COBOS
- Rocas de plastilina. El pliegue tumbado de Torla
- Bosque primigenios. El abetal de Turieto Alto
- Las grutas de Hielo. La de Casteret y otras muchas más
- El Paso de la Brecha de Rolando. La inscripción de la Duquesa de Berry
- El trasvase a Francia del Pequeño Lago Helado de Monte Perdido
- El mundo subterráneo. La Cueva de Aso en Añisclo
- Bordas, casas, mallatas, puentes, estivas… por las soledades de Añisclo
- Los últimos glaciares del macizo. Subida al Balcón de Pineta
- Las Fuentes de Escuaín. Manantiales y surgencias de agua
- El último lago de los Pirineos, el de Arrablo o del Soum de Ramond
De París a Ordesa
El largo camino de Briethacia el parque
Una de las paradojas del Parque Nacional de Ordesa es que uno de sus precursores más activos fue un parisino: Lucien Briet. Aquél joven publicista, armado con una cámara fotográfica y un cuaderno de notas, exploró a finales del XIX y principios del XX lo que poco después se convertiría en parque nacional, descubriendo con sus fotografías la belleza de aquél entorno que, a su juicio, merecía ser protegido. Sin embargo, la vida y obra de Lucien Briet es poco conocida. Texto: Alberto MARTÍNEZ EMBID
Monte Perdido
Poner el pie en la cumbre del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido está en la lista de proyectos de cualquier montañero que se precie. Hasta su castigado vértice geodésico se llega por muchas rutas. Algunas de ellas exigen dominar las técnicas de escalada en roca o en hielo si se acometen en invierno, y otras –las protagonistas de estas páginas– “sólo”piden unas fuertes piernas, un corazón animoso y paciencia. Las podríamos denominar “normales”. Pero ¡ojo!: a tres mil metros, y bajo ciertas circunstancias, la “normalidad” puede desaparecer en pocos minutos. Texto: Álvaro Hernández
- Guía práctica: Cinco rutas, una cumbre
- Lo que hay que saber
Monte Perdido Extrem
Dos días a tope
Han pasado casi diez años desde que los guardas de los cuatro refugios que rodean el macizo de Monte Perdido decidieron organizar el Circuito Monte Perdido Extrem, un itinerario que enlaza, en sentido contrario a las agujas del reloj, los circos de Pineta, Estaube, Gavarnie, y Góriz, y el cañón del Añisclo. Los organizadores propusieron dos modalidades: la Non Stop, dirigida a los deportistas que deseaban probarlo en menos de 22 horas; y la modalidad Travesía, que se podía completar en tres o cuatro etapas. Uno de nuestros colaboradores habituales propone otra fórmula intermedia: dos días.
- Guía práctica
Vías ferratas. Material
Desde hace varios años se ha popularizado el acceso al monte y ha aumentado el número de practicantes en muchas de las disciplinas deportivas que se practican en el entorno natural. Entre las actividades que han experimentado más auge está la escalada en vías ferratas, una modalidad que acerca el mundo vertical a los no escaladores con itinerarios equipados con diferentes elementos artificiales como peldaños, cadenas, grapas, clavijas… Como toda actividad que se realiza en el entorno natural, y que además cuenta con el factor de la altura en su ADN, escoger y llevar el material necesario y adecuado es una tarea clave para un desarrollo satisfactorio, placentero y, sobre todo, seguro.
Romería San Isidro de Los Barrios
Una fiesta de devoción a San Isidro y de alegre convivencia en el Parque Natural de Los Alcornocales.
Se trata de una experiencia única la de hacer el camino al lado de una carreta y de los amigos, en medio del impresionante paraje del Parque Natural de Los Alcornocales. Una experiencia que el que la hace siempre la repite.
Muestrario de material
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MONTANE Fang Zip y Snap Zip
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PACK DE PRENDAS PARA EL CAMINO DE SANTIAGO
Cambio de estación, cambio de calzado
El paso del calzado de invierno al de verano tiene una influencia directa en nuestros pies. Casi siempre en positivo, ya que habitualmente los “liberamos” del calzado cerrado favoreciendo que los pies puedan expandirse y respirar de forma mucho más natural. De hecho, el pie es una estructura pensada para estar descalzo y suele ser muy agradecido cuando realizamos actividades como pasear por la playa o por superficie blanda como la hierba. Pero hay que guardar ciertas precauciones. Texto: VÍCTOR ALFARO
- No los abandones, ellos nunca lo hacen…
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