Desde que se tiene noticias, la barrera de toba que represa la laguna del Rey ha sido el paso más importante para vadear las lagunas. El lugar, atravesado por una importante cañada, era estratégico para cobrar el peaje a los rebaños trashumantes y los comerciantes, y allí se dispusieron varios molinos reales.
Hoy sigue siendo muy importante y por la presa natural pasa la carretera nacional 430. También es uno de los lugares más importantes del parque natural porque por ella vierte la vistosa cascada del Hundimiento.
El agua de la laguna del Rey cae desde unos 15 metros de altura formando una cortina húmeda que hace prosperar un frondoso bosque de ribera a sus pies. No siempre fue así. La cascada se formó a consecuencia de una enorme avenida de agua ocurrida el 20 de enero de 1545, que hizo un boquete en la barrera de travertino llevándose por delante los molinos allí instalados e inundando las calles de Argamasilla de Alba y Tomelloso. La cascada será la primera cosa que veremos en esta excursión que ha de llevarnos primero por la ribera izquierda y luego por la derecha.
Itinerario
Iniciamos la caminata en el cementerio de Ruidera, donde hay un buen aparcamiento. Allí mismo arrancan dos senderos señalizados. Uno —la Ruta del Castillo de Peñarroya— parte hacia el noroeste, y el otro, la Senda del Margen Izquierdo, hacia el sur.
Como nuestro primer objetivo en la cascada del Hundimiento caminamos unos 200 metros por la Ruta del Castillo de Peñarroya hasta llegar al mirador de la impresionante cascada. Una vez hechas las inevitables fotografías y selfings regresamos sobre nuestros pasos al cementerio para tomar, al otro lado de la carretera, la Senda del Margen Izquierdo, que recorre como su nombre indica la ribera izquierda de las lagunas.
La primera laguna que bordeamos es la del Rey, una de las más grandes y profundas de todo el complejo lagunar. Alcanza los 20 metros de profundidad y recibe el agua directamente del acuífero, por lo que acusa poco las sequías.
Su agua de color turquesa es una llamada a sumergirse en ella. La Colgada es la mayor de las lagunas con más de 85 hectáreas de extensión y una profundidad similar a la anterior.
La línea imaginaria que separa las provincias de Ciudad Real y Albacete la divide en dos. Una lengua de tierra penetra en su interior formando una pequeña península que se conoce como la Isla. Como la anterior, esta laguna apenas se resiente en verano debido a los aportes del acuífero.
El paisaje por el que caminamos, totalmente natural, contrasta con la otra ribera, muy humanizada. En un momento dado el camino se aleja de la laguna Colgada y se dirige hacia el sur por la cañada de las Azadillas.
Un kilómetro después el camino gira 180 grados y en otro tanto regresamos a la orilla de la Colgada para continuar bordeándola hasta la barrera natural que la separa de la laguna Batana. Allí, una senda con puente se dirige a la vieja central hidroeléctrica de Santa Elena y al nuevo Centro de Interpretación del parque.
Cabe la posibilidad de iniciar el regreso allí mismo —una sensata alternativa si hay niños en el grupo para no alargar mucho la excursión— aunque un poco más adelante también podríamos pasar a la ribera derecha.
Continuamos nuestra excursión por la ribera izquierda y nos detenemos unos minutos en el mirador de la laguna Batana, así llamada por los batanes que aprovechaban el caudal de la laguna para golpear con grandes martillos los tejidos de lana para hacerla más esponjosa.
Esta actividad era de vital importancia para la economía de la zona. El ruido que hacían asustó a Don Quijote y Sancho cuando llegaron allí de noche. Al igual que las demás lagunas intermedias, la Batana se alimenta de las lagunas más altas, en este caso de la inmediata laguna de Santos Morcillo, de pequeña extensión pero de profundidad más que notable: 14 metros.
La barrera que separa a esta laguna de la Batana es un espectáculo, pues, en la toba se aprecia musgo y plantas fosilizadas. La siguiente laguna es la Salvadora. Antaño, al agua de esta laguna se la atribuían propiedades curativas —“sacia la sed, limpia y purifica”—, un agua que procede de las lagunas superiores y de una fuente.
El ancho camino que traíamos se estrecha y se convierte en un sendero que comienza a recorrer la alargada laguna Lengua, una de las pocas que solo se alimenta de aguas superficiales, de modo que su nivel acusa mucho el estiaje.
Cuando esto sucede deja a la vista uno de los mejores ejemplos de terrazas tobáceas. Al final de la laguna Lengua, pasamos al margen derecho. Podemos hacerlo por una senda que pasa junto al camping o seguir la ruta oficial del parque que comienza pasado el camping y seguimos por una senda peatonal paralela a la carretera AB-650, hasta la laguna Redondilla. Esta pequeña laguna depende del agua que rebosa de la laguna de San Pedro y puede llegar a secarse descubriendo una barrera tobácea con bonitos voladizos en los que se forman preciosas cascadas cuando hay suficiente agua.
Es el momento de reiniciar el regreso, pues continuar alargaría en exceso la excursión, salvo si se cuenta con dos automóviles.
Caminamos por una senda peatonal por el margen de la carretera AB-650. Pasamos por el mirador de la laguna Lengua y varios chiringuitos en los que alquilan hidropatines y barcas. Un poco más adelante, entre las lagunas Santo Morcillo y Batanas encontraremos otro mirador.
En nuestro caminar vamos dejando atrás las ruinas de la central de Santa Elena, el albergue juvenil Alonso Quijano, un club náutico, la extensa colonia de los Villares… y, por fin llegamos a Ruidera.
Solo nos separa de nuestro automóvil un centenar de metros que cubriremos por el margen de la N-430.
Tracks de la ruta
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