La suerte parece haber cambiado para CarlosSoria. Un año después de que el tiempo y la mala fortuna le robaran lacumbre de Everest,el abulense ha cumplido por fin el sueño de todo himalayista: pisar la cima delplaneta. Detrás de una satisfacción que no oculta, quedan los intentosfallidos de 1986 y 2000, así como un importante esfuerzo económico, debido ala escasa ayuda con la que ha contado para ascender el Chomolungma, y con la que’sí cuentan vascos y catalanes’. A pesar de todo, la cumbre ‘ha merecido lapena’. Ahora, ya sólo piensa en su próximo reto: el Dhaulagiri.
¿Cómo es la cima del Everest?
Este año era puntiaguda (risas). Era una arista muy bonita en la que incluso sepodía estar a caballo, mientras que otros años es más plana o redondeada. Meimpresionó mucho, aunque estuviera pendiente de problemas con el oxígeno ypreocupado por bajar. Pero más que la cumbre, el amanecer desde el Balcón medejó absolutamente fascinado, fue espectacular.
Después de todo lo que has luchado por conseguirla, ¿qué sentiste alllegar arriba?
Una gran satisfacción, porque el Everest es el Everest, se diga lo que sediga. Además he comprobado que la ascensión final desde el Collado Sur no estan fácil, sino que tiene algún punto de dificultad. Concretamente una zonarocosa antes de la Cima Sur que me pareció bastante peligrosa, y dondeprecisamente murió mi compañero austriaco (Peter Granner) cuando descendíatras darse la vuelta.
¿Cómo fue el ataque final?
Lo realicé junto a dos alpinistas con los que compartía permiso (el argentinoJuan Benegas y el austriaco Peter Granner), y cada uno llevábamos un sherpapara transportar el oxígeno. Salimos un par de horas después que la mayoríade la gente porque los sherpas se levantaron tarde, aunque lo aprovechamos parafundir nieve y poder llevar líquido. A las 11,30 tiramos por fin hacia lacumbre, y como no confiaba mucho en mi sherpa, decidí llevar yo dos botellas enlugar de una. Lo mejor fue la llegada al Balcón, donde vi un amanecer precioso,fue lo que más me impresionó de la ascensión.
A partir allí el tiempo comenzó a estropearse un poco y cerca de la CumbreSur, tras superar ese espolón rocoso de dificultad, se me acabó la primerabotella de oxígeno. El problema vino al cambiarla, porque el regulador de lamascarilla no encajaba bien, tuve que quitarme los guantes a pesar del frío, yperdí casi media botella. Mi sherpa seguía sin aparecer y el de un guía amigomío me dejó una de repuesto y por fin pude continuar, aunque con un consumomuy reducido de oxígeno para evitar que se me acabara.
Tras llegar arriba junto a un alpinista italiano y hacernos las fotos decima, empecé a descender con muchos problemas, porque no me veía los pies conla mascarilla, se me empañaban las gafas y además llevaba el oxígeno muybajo, porque sabía que se me iba a acabar pronto. Pero cuando llegué albalcón, encontré a un sherpa con una botella de oxígeno que había enviadodesde el campo 3 mi amigo Benegas, que también se había dado la vuelta. Laverdad es que me vino muy bien, aunque podría habría llegado al campo 4perfectamente.
¿Utilizaste oxígeno la noche anterior al intento cimero?
Sí, aunque muy poquito, me lo puse muy bajo. Además la mascarilla es bastanteincómoda para dormir y sólo me la ponía a ratos.
¿Encontraste mucha gente camino de la cumbre?
Había mucha gente, sobre todo muchos sherpas, y me crucé con bastantesalpinistas. Este año ha habido sólo cinco días de cumbre, y todas lasexpediciones de la cara sur se han concentrado en esos días, por lo que habíamucha gente subiendo hacia arriba.
¿Crees que esta aglomeración puede llegar a resultar peligrosa, sobretodo en el caso de expediciones comerciales numerosas?
Cuando hay mucha gente esto puede causar problemas, pero también encuentrasciertas ventajas, como cuerdas fijas hasta la misma cumbre. A mi nunca me hanparecido mal las expediciones comerciales, siempre que respeten las reglas. Creoque aquellos que prefieren subir con guía y sherpas para conseguir mayorseguridad, tienen todo el derecho de hacerlo. Si lo que se busca es aventura yno encontrar cuerdas fijas, hay otras vías en el Everest a las que no va nadie,como por ejemplo en la cara este.
¿Cómo es una expedición en solitario a esta montaña?
Se hace muy dura, porque no tienes ninguna ayuda excepto la de tu sherpa, niel apoyo de los compañeros. Además, si vas dentro de un grupo de nueve, sialguno corona, el objetivo de la expedición se cumple. Pero cuando vas sólo,si no subes, no hay ningún tipo de éxito. Yo este año no llevaba ni ‘walkie’…
¿Cómo ha sido la relación con el resto de las expediciones?
Muy buena con toda la gente. Este año había mucho grupos de habla hispanaademás de los españoles (ecuatorianos, colombianas, mexicanos ,etc) y elambiente en el campamento base era muy bueno. Además, durante la preparaciónde la ruta y el ataque final, aunque yo he ido todo el tiempo a mi aire, lacolaboración y el entendimiento siempre ha sido excelente. Incluso el día decumbre, uno de los castellanoleoneses vino conmigo y le dejé una tienda y unabotella de oxígeno.
¿Ha merecido la pena todo el esfuerzo por llegar arriba, sobre todoeconómico?
Sí, muchísimo. Estoy encantado de haber subido allí arriba, a pesar delos problemas de la ascensión porque me crucé con gente en puntos muydelicados en los que tuve que ir con mucho cuidado. En el Escalón Hillaryme encontré a dos vascos que se quedaron sorprendidísimos porque lo superébastante rápido escalando medio en chimenea…en algo se tenía que notar LaPedriza (risas). A nivel económico, espero recuperarme con alguna ayuda.Este año ha colaborado El Corte Inglés, y otros años he recibido apoyos de laComunidad de Madrid y Telefónica.
¿Cuáles son tus planes inmediatos?
Quería irme al Karakorum(Pakistán)ahora, pero era una locura a nivel económico. De todas formas, en otoño megustaría ir al Dhaulagiri.
¿Veremos en el futuro una expedición íntegramente madrileña a una granmontaña?
A mi me gustaría muchísimo. Hay gente joven muy preparada, y si no sale esporque no tenemos la facilidad y los apoyos que tienen vasco o catalanes. EnMadrid las ayudas son escasísimas.