Gabriel Tarso es un fotógrafo y cámara brasileño especializado en montaña y outdoor con una experiencia de más de diez años. Ha subido hasta la cima del Everest en 2021, 2022 y 2023, y ha acompañado a la noruega Kristin Harila en el tramo final de su desafío por ascender los catorce ochomiles más rápidos de la historia, ascendiendo con ella el Gasherbrum I, el Broad Peak y el K2. En esta última montaña, vivió de primera mano la tragedia del accidente y el fallecimiento de Muhammad Hassan.
El informe oficial de la investigación realizada por el comité de expertos del gobierno de Gilgit Baltistan sobre este accidente, reproducido íntegramente por el Pamir Times, incluye el relato firmado por Gabriel Tarso, que reproducimos a continuación y que describe la angustiosa situación vivida, ante la mirada indiferente de decenas de personas. El citado informe incluye la decisión de las autoridades de distinguir a Gabriel Tarso con una carta de agradecimiento por su actuación.
El relato de Gabriel Tarso
En junio de 2023 viajé a Pakistán para trabajar como fotógrafo y cámara en el proyecto de la alpinista noruega Kristin Harila, que tenía el objetivo de ascender las catorce montañas más altas del mundo y batir un récord mundial. Después de más de un mes por carreteras, campos y poblaciones, llegó el día de escalar la última montaña, el K2 (8.611 metros). En la tarde del 26 de julio, dejé el campo 3 a las 8 pm para documentar la ascensión de Kristin y su guía Tenjen Sherpa. Hasta que, alrededor de las 2:30 am del día 27, encontramos una cola en el Cuello de Botella, el tramo más peligroso de la ruta, puesto que es una travesía extremadamente inclinada bajo un serac y con un constante riesgo de avalanchas.
Frente a mí, había como otros diez alpinistas de pie en la oscuridad. Desde donde estaba, intentaba filmar las dificultades de la ruta cuando comprendí que algo había ocurrido justo delante. Me agaché un poco y vi la desesperada escena: una persona colgando boca abajo. Ahí empezó una verdadera pesadilla. No teníamos ni idea de lo que había ocurrido, si la persona había resbalado, si habían sido alcanzados por una avalancgha o si se habían sentido mal y se habían caído. No se podía entender. Pero todo indicaba que el accidente había ocurrido hacía poco.
Cada minuto que pasamos en la fila incrementaba la angustia y el sufrimiento causados por los gemidos de dolor que todos escuchábamos. Era imposible no oírlos. Todo era lúgubre. Además de estar boca abajo, el torso de aquella persona estaba completamente expuesto al frío de -20ºC. Todavía no sabía si era un hombre o una mujer, si era un trabajador local o un alpinista de otro país. Lo que sabía era que era una persona desesperada que necesitaba ayuda, ya que su vida corría peligro.
Después de estar en el atasco un rato, me di cuenta de que quienquiera que fuera la persona más cercana no sabía cómo manejar esa situación. Con gran dificultad, Kristin, Tenjen y yo nos acercamos al accidente, desconectándonos de la cuerda y adelantando a las personas que teníamos delante. Cuando finalmente llegamos allí, vimos que era un hombre joven. Inmediatamente, una de las cosas que más destacaban era que no llevaba oxígeno suplementario, ni casco, ni ropa adecuada como un downsuit (mono de plumas). No entendía por qué no llevaba tampoco puestos sus guantes.
Sin tiempo para intentar entender la precaria condición de aquel hombre, o qué había podido causar aquella situación, desconecté mi máscara y le di algo de mi oxígeno para intentar revivirlo. En un intento por ayudarlo, Tenjen fue, lo ató a una cuerda y escaló cinco metros hasta la reunión que había sobre el accidente para intentar sacarlo tirando de él, pero no pudo. Después de eso, envolví una pequeña cuerda alrededor del torso de aquella persona para intentar compensar su cuerpo y sacarlo de aquella postura tan incómoda. Monté un sistema de polipasto 3:1 (que es una técnica de rescate que ayuda a reducir el peso), que improvisé con algunos prusiks (nudos con cuerdas) y mosquetones, junto con el amigo de aquel chico (Hassam Shighri), que regresó al accidente para ayudar en el intento de rescate. Kristin y Tenjin fueron para delante al escuchar en la radio que el equipo de fijación de cuerdas tenía problemas. Pero también estaba limitado, ya que me faltaba un metro extra de cuerda o un tornillo de hielo más para ayudar en el rescate. Todo mi equipo ya había sido usado en otras ocasiones, incluyendo mi piolet, que le di al sherpa de Kristin para mover el anclaje encima de aquel hombre. Todas las condiciones eran desfavorables. A pesar de todo, intenté todo lo que pude.
La cola en el Cuello de Botella se mantuvo durante un buen rato. Por esta razón, mucha gente abandonó la escalada. Por otro lado, algunos ignoraron completamente lo que estaba ocurriendo allí. Varias veces sentí que alguien tocaba mi hombro suavemente y me decía: “¿Puede hacerse a un lado para que pueda pasar, por favor?”. Sea como sea, es increíble. Por supuesto, en esa situación, me indignó muchísimo y, al mismo tiempo, sé que la gente estaba también aterrorizada y quería irse de ese lugar tan rápido como pudiera. Quedarse en el tramo más expuesto y peligroso, en cualquier montaña, significa contar con la suerte cada segundo. Y no todo el mundo está dispuesto o siente la confianza suficiente como para arriesgar su vida tratando de ayudar a alguien en ese lugar tan inhóspito.
Después de mucho esfuerzo, conseguimos traerlo hasta el pequeño plateau, junto con otro sherpa de 8K que apareció al final para ayudarnos. Todas las señales indicaban que estaba hipotérmico, al no llevar la ropa y el equipo adecuados para soportar el frío durante tanto tiempo. Para empeorar las cosas, parecía haberse roto las piernas, porque durante la caída, el arnés que llevaba terminó en sus rodillas, bloqueándolo en la posición cabeza abajo con sus piernas completamente torcidas durante al menos una hora. Intenté reanimarlo y calentar sus manos desnudas. Me saqué la máscara de oxígeno y le dejé respirar un poco más. Intenté darle algo caliente de beber y le dije que todo iría bien. Pero ya no respondía a ningún estímulo, no dio ninguna señal de que iba a estar bien. Un sentimiento extremadamente triste y trágico fue invadiéndome a cámara lenta. Mirándole a los ojos, ahora casi sin brillo alguno, me di cuenta de que quizás ya no había esperanzas para el porteador Muhammad Hassan.
Esta difícil situación me puso muy triste. En este punto de la montaña, quizás ningún hombre o mujer podía ayudar a bajar a Hassan. El paso por el Cuello de Botella es muy estrecho y la nieve era muy inconsistente y se caía todo el tiempo.
Con las primeras luces del día, la gente empezó a llegar y empezó a cruzar las cuerdas que nos dividían. En ese momento, el sherpa de 8K me dijo que el equipo de fijación de cuerdas iba a regresar para ayudar con el rescate. Pero yo no imaginaba cómo iba a ser eso posible. De hecho, estábamos en un sitio muy peligroso y las opciones de otro accidente eran muy elevadas. Pese a sentir una mezcla de enfado e indignación ante la indiferencia de quienes nos rodeaban, teníamos que aceptar que habíamos hecho todo lo posible por salvarlo. Yo no me quería ir, no quería dejarlo allí. Quería intentar algo más. Incluso sabiendo que sería en vano. Incluso sabiendo que lo había intentado todo. Mi botella de oxígeno estaba prácticamente vacía y si no me iba, quizás ya no me iba a poder levantar de ahí. Me despedí de Hassan, con una mezcla de sentimientos que las palabras no alcanzan ni tan siquiera a intentar definir.
Me fui de allí caminando sin creer todo lo que acababa de pasar. No pasó mucho tiempo hasta que mi oxígeno se agotó. Me pasé unos treinta minutos respirando el aire enrarecido del K2. Confundido, sin motivación por seguir adelante. De alguna manera, sentía que me había rendido en algo mayor y que alcanzar la cima de una montaña ya no significaría nada nunca más. No sé cómo, seguí caminando hasta que encontré al sherpa de nuestro equipo en otro punto de la línea llevando una botella extra de oxígeno. Todavía me sentía desconcertado incluso después de respirar de nuevo.
Fue otro momento difícil. Quería bajar, pero no podía por la cantidad de gente que subía. El tramo después del Cuello de Botella, donde yo estaba, es igual de inclinado y lleno de hielo azul muy liso y duro, lo que hace que la ruta sea extremadamente trabajosa. La escapatoria es el mismo camino de vuelta. Por dentro, yo solo quería terminar mi trabajo, darme la vuelta y acabar con todo ello. Más incluso por el hecho de que las predicciones apuntaban un drástico cambio en el tiempo a partir de las 10 am. Para esa hora, debíamos estar de vuelta al campo 3.
Aunque me sentía físicamente y emocionalmente exhausto, reuní las pocas fuerzas que me quedaban para alcanzar al equipo de Kristin y los sherpas que lideraban la línea asegurando las cuerdas hasta la cima del K2. Alrededor de las 10 am, todavía no los había alcanzado y decidí intentar grabar con el dron sus metros finales acercándose a la cima. El equipo se desestabilizó en el aire, debido a la nieve que caía, y cayó en picado más de mil metros hacia el lado chino de la montaña. Ahí me rendí otra vez. No sé exactamente de dónde saqué las fuerzas, pero alcancé los 8.611 metros. No hubo foto de cima para mí. Grabé los vídeos que necesitaba, miré el paisaje que ya nos había metido dentro de las nubes y me preparé para descender durante otras 17 horas hasta que alcancé el campo base otra vez. Sólo quería meterme en mi tienda. Es el esfuerzo más largo que he hecho en mi vida. Y también el más triste.
- Etiquetas: Gabriel Tarso, Muhammad Hassan