A veces las líneas y las historias que generan tras de sí ganan una repercusión mayor que su autor, sus repetidores o su grado. Uno de estos casos es la Tavesía de Arroita, una de las líneas más clásicas –y más duras–de la cueva de Baltzola. La historia que se esconde detrás de ese nombre ejemplifica de algún modo la evolución de la escalada deportiva y sus diferentes épocas.
Apertura en 1994
Ya han pasado 27 años desde que Iker Arroitajauregi sacara de la chistera de su creatividad la Travesía de Baltzola. Su línea futurista surcaba la más famosa cueva de la escalada vasca con una serie de 45 movimientos de una dureza muy considerable, todavía más considerando la época.
Tuvieron que transcurrir tres años antes de que Rikar Otegui consiguiera realizar la primera ascensión, allá por 1997. Llegó a proponer 9a de travesía, algo inédito por entonces. Por aquel entonces, él era uno de los máximos exponentes de la escalada en nuestro país, junto con Bernabé Fernández y Dani Andrada, entre otros.
En aquella primera versión, la travesía contaba con una piedra pegada, algo habitual en aquellos años. Aquel detalle permitió que se sucedieran varias repeticiones, como las de Dani Andrada, Patxi Usobiaga, Josune Bereziartu, Iban Larrión, Iker Pou o el propio Iker Arroitajauregi. Su grado consensuado se fue situando alrededor del 8c de travesía, o bien 8c+/9a de vía.
Dani Andrada, sin piedra en 2006
Casi una década después de la primera ascensión, los tiempos habían cambiado y los valores también. Las tendencias en la escalada deportiva habían dejado atrás prácticas como el pegado de presas no naturales. La Travesía de Baltzola era vista ahora de modo diferente y Dani Andrada se encargó de abrir la puerta del futuro al encadenar de nuevo la ruta sin usar la piedra artificial.
Él propuso un nuevo grado de 8c+/9a para esta versión decididamente más compleja, que se ha terminado conociendo como la Travesía de Arroita. Poco a poco, fueron llegando repeticiones en cuentagotas. La primera le correspondió a Iban Larrión (2011) y luego le siguieron Iker Pou (2016) y Rubén Díaz (2018).
Arroita en Arroita
Hace unos cinco años que Iker Arroitajauregi, consecuente con los nuevos tiempos, quitó la piedra pegada desde los orígenes de la travesía y el encadenamiento “desde entonces era algo que estaba en mi cabeza”, señala en redes sociales. “Con el confinamiento y sin poder ir a otros sitios, me motivé con la trave”… y salió. La ha encadenado y cierra así el círculo que él mismo comenzó a trazar 27 años atrás.
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