La desaparición de Marc-André Leclerc en la zona de las Torres de Mendenhall (Alaska) a finales de invierno de 2018 junto a Georges Johnson causó una enorme conmocionó y sensación de vació en la comunidad alpinística mundial. A sus 25 años, el canadiense era uno de los alpinistas punteros de su generación y lo había demostrado en numerosas ascensiones de mérito, tanto en solitario (Torre Egger, Emperor Face al Mt. Robson, Aguja Standhardt, Corkscrew al Cerro Torre…) como en cordada (con Colin Haley abrió Directa de la mentira y Travesía del oso buda en el Cerro Torre, por ejemplo).
Uno de sus compañeros de cordada más destacados –y con quien formaban un equipo de altísimo nivel– era el esloveno Luka Lindic. Juntos abrieron en 2016 la Lindic-Leclerc (1.100 m, M7+, WI6+ R) en la cara noreste del Mt. Tuzo en las Rocosas Canadienses. Su asociación prometía proyectos emocionantes para un futuro que se truncó hace un año.
Proyecto pendiente
Uno de esos proyectos se hallaba también en las Rocosas Canadienses, en la cara este del Mt. Fay (3.234 m), donde aquella misma primavera de 2016 –antes de ir al Mt. Tuzo–, le dieron un tiento que rápidamente fue abortado por el elevado riesgo de avalanchas debido a unas temperaturas demasiado elevadas.
Tres años después, Luka Lindic regresaba a ese mismo lugar, aunque en esta ocasión sin Leclerc pero con su pareja Ines Papert y la novia de aquel, Brette Harrington. Por supuesto, el objetivo a nivel alpinístico era de primer orden: abrir la primera ruta en la cara este del Mt. Fay hasta la cima. Y la memoria de Marc-André Leclerc estaría presente en todo momento.
La cordada de tres se metió en la pared siguiendo la huella que imprimieron en 1987 Barry Blanchard, David Cheesmond y Carl Tobin, quienes se dieron la vuelta al inicio del muro superior por culpa del mal tiempo. Luka Lindic, Ines Papert y Brette Harrington siguieron escalando, a través de “varios largos muy salvajes e inclinados” –según cuenta el propio alpinista esloveno– antes de detenerse a pasar la noche a unos 250 metros de la cumbre.
Pura felicidad
En el segundo día de ascensión, se tuvieron que enfrentar a una “lucha bastante dura para ascender secciones de roca muy mala y muy inclinada”, por no hablar de la tormenta de nieve que añadió picante a la aventura hacia el mediodía. “Cuando escalé el último desplome para abrirme paso a través de la cornisa, empecé a gritar como un poseso de pura felicidad”, narra Luka Lindic, quien añade que “pronto, las congeladas chicas se reunieron conmigo y gritamos juntos de felicidad; pude sentir que Marc-André estaba con nosotros allá arriba y no podía imaginar haciendo esta escalada de una mejor manera”.
El terceto ha bautizado su línea como The sound of silence. Consta de un recorrido de 1.100 metros de desnivel, con dificultades máximas de hasta M8 y WI5.
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