Como dice Manu en su blog, los astros se alinearon para esta escalada que realizaron el 13 y 14 de octubre. Aproximaron los cuatro juntos con Manu y Mikel por delante y luego, cada uno, a lo suyo. Para el aragonés, que la resolvió entera en libre se trata “de una vía muy buena, de lo mejorcito de mixto que he hecho y en un ambiente excepcional, pero los vivacs son muy cutres, no hay ningún sitio bueno para dormir. Llevaba muchos años detrás de ella”. Obviamente, está totalmente recuperado de su lesión, tras cuatros meses trabajando su hombro luxado haciendo deportiva en Vadiello. “El último largo del día se me rompió una presa y se me salió el hombro, todo el año haciendo el jabalí y te pasa esto de la manera más tonta”.
Las condiciones de la ruta fueron buenas. Aunque temían que las nevadas de los días antriores la hubieran tapizado, se encontraba con el hielo justo. “Podría haber tenido un poco más pero se pasaba bien”, dice Manu, para quien la dificultad máxima que encontró durante su escalada fue M7, sin dragoneras pero con cordinos de seguro como es normal en escalada alpina. Según nos explicó Mikel, sólo Manu la hizo entera en libre.
No siesta fue abierta en 1986 por una cordada eslovena y, al año siguiente, Tomo Cesen dijo haberla escalado en solo, una afirmación que el mundo del alpinismo acogió con algunas reservas. En 1998, tras repetirla François Marsigny puso en duda la veracidad de la ascensión de Cesen, quien para entonces ya tenía otras dudas en su historial –la más famosa de ellas la cara sur del Lhotse–. En 2003 llegó la primera repetición en libre a cargo de Robert Jasper y Markus Stofer.
Actualización 18/10: Mikel Sáez y Kepa Escribano fueron un día por detrás, siguiendo sus propios planes, y la escalaron entre el 14 y 16 de octubre.
Este es el relato de Manu:
“Llegamos a Chamonix y nos juntamos con Tato y Sílver que comparten nuestra misma motivación, la idea promete, ir las dos cordadas a la mítica vía. Cogemos el teleférico de Plan de Aiguille y atravesamos por un precioso paseo hasta Montenvers ya que el tren está cerrado. Como siempre la aproximación al refugio de Leschaux la hacemos con un nudo en el estómago viendo la inmensa cara norte de las Grandes Jorasses.
Suena el despertador a las 2 de la mañana en el refugio de Leschaux, nos vestimos de romanos, un desayuno ligerito y comienza la aventura. A las 6 y media estamos comenzando nuestra escalada. Desde el primer metro hay que escalar, nos damos cuenta de que la vía promete. Nuestro plan es salir con un solo vivac por lo que no podemos dormirnos en los laureles, escalamos rápidamente hasta el primer muro difícil donde un largo de M6+ nos ofrece una acrobática diversión, es acabado este largo cuando le cedo el turno a Mikel. Mikel sigue escalando por una sucesión de largos de hielo preciosos con algún tramo de mixto, hasta un punto donde una pequeña franja rocosa nos vuelve a cortar el paso. Aquí Mikel se emplea a fondo resolviendo otro largo que será como M6, tras esto cojo yo las riendas de nuevo y disfruto escalando una goulotte de mixto-hielo preciosa.
Estamos llegando a nuestro vivac, en un principio tras un par de largos mas fáciles yo ni me imagino dónde vamos a dormir, no lo veo claro. Subo un largo más y las cosas se empiezan a aclarar, una pequeña repisa parece que puede ser un buen lugar para dormir. Sube Mikel y la verdad que los dos compartimos la misma mirada «vaya nochecita vamos a pasar». Y no es para menos: en 10 horas dormiríamos 2, y las otras 8 nos las pegamos diciendo «oye tu espalda, echate un poco mas para allí, ojo que me escurro»… Nuestros amigos duermen dos largos mas abajo que nosotros, en una repisa fabricada por ellos a modo de dúplex y la noche se les presenta bastante parecida…
Al día siguiente para desayunar tengo los largos claves de la vía, un largo de M6+ y otro de M7, este segundo para mí puede que sea uno de los mejores de toda la vía. Se trata de un diedro que nos traslada por unos momentos a los artículos que yo había leído de Alaska. La verdad es que para mi sorpresa los resuelvo bastante rápido y en unas dos horas tenemos en la mano la llave de la vía, nos quedan ocho largos que aunque no tan difíciles hay que esmerarse ya que el cansancio nos empieza a pasar factura. A las 5 de la tarde alcanzamos la cima y un sueño hacer la «No Siesta» ¡en libre! Con cuidado comenzamos el descenso hacia el refugio Bocalatte en el que las nevadas caídas los días pasados nos hacen el descenso mucho más pesado, a las 10 y media estamos celebrando en Bocalatte con nuestros liofilizados. En nuestra mente, tenemos a nuestros compañeros que venían detrás. Los largos duros les ralentizan un poco y llegan a la cima seis horas más tarde y donde pasan la noche hasta el día siguiente que comienzan su descenso. ¡Comparado con el día anterior estaban en un hotel!
En resumen, buena curtida para el cuerpo, vía muy recomendable, exigente y con un ambiente de excepción”.