RUBÉN BAJÓ EN PARAPENTE

Bru Busom, Rubén Sanmartín y Alberto Fernández repiten ‘No siesta’ a las Grandes Jorasses

La cordada de tres alpinistas realizó su ascensión de esta mítica vía de 1.200 m, ED, M7/90º situada en la cara norte durante los días 25 y 26 de enero. Rubén Sanmartín acortó el descenso con un vuelo en parapente.

Bru Busom, Rubén Sanmartín y Alberto Fernández en 'No siesta' a las Grandes Jorasses (Foto: R. Sanmartín).
Bru Busom, Rubén Sanmartín y Alberto Fernández en ‘No siesta’ a las Grandes Jorasses (Foto: R. Sanmartín).
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La cara norte de las Grandes Jorasses es uno de los paraísos de la dificultad para el alpinismo. Bru Busom, Alberto Fernández y Rubén Sanmartín organizaron un viajecito exprés para medirse a esta gran pared clásica a finales de enero. Durante los días 25 y 26, estuvieron escalando No siesta (1.200 m, ED, M7/90º), y Rubén Sanmartín hizo un descenso más corto saltando en parapente.

No siesta es una vía emblemática, que fue abierta por los yugoslavos Jan Porvaznik y Stan Glejdura en julio de 1986 y que Robert Jasper y Markus Stofer liberaron en invierno de 2003. Desde entonces, su espectacularidad ha atraído a numerosas cordadas de amantes del alpinismo puro.

Este es el relato de Rubén Sanmartín acerca de su aventura alpina:

Hacía demasiado tiempo que no disfrutábamos de unas jornadas de alpinismo non stop, al estilo de nuestras primeras incursiones en los Alpes.

Ver que se habían escalado dos de las vías más míticas y difíciles de las la cara norte de las Grandes Jorasses, nos dejó “desubicados” a más de uno, por un lado Charles Dubouloz escaló en solitario la Rolling Stones, por otro, Tom Livingstone y Christope Dumarest habían escalado No Siesta.

Si a esto le sumamos los pertinentes wasap de Bru, incitándome para salir en dos o tres días hacia allí… ya no hay vuelta atrás, una llamada de teléfono y el plan está cerrado. Finalmente Alberto Fernández también se unió a la gélida propuesta de aventura.

El lunes 24, salimos de casa a las 3:30h de la madrugada, para llegar a Courmayeur a las 14:00h y coger el último teleférico de las 15:00h. Primer objetivo cumplido, hemos llegado a tiempo, hacemos mochilas y para arriba.

El planning consiste en llegar hoy esquiando a la base de la pared, dejar ahí la tienda y los esquís y empezar a escalar la vía con las primeras luces hasta que se haga de noche. Entonces montaríamos una especie de pasamanos con material flotante para poder colgar unas hamacas de tela y así poder descansar mínimamente. De ahí, esperábamos salir escalando hasta la cumbre y poder descender hasta el refugio de Bocalatte en la misma jornada.

El martes 25 comenzamos a escalar al amanecer. Los primeros metros de vía se van realizando rápidamente, hasta llegar a las primeras dificultades, donde empezamos a escalar largo tras largo.

Esta jornada queríamos llegar hasta una pequeña repisa justo antes de un largo de roca que ya está bastante arriba, pero una embarcada un largo antes hizo que nos cayera la noche y, debido a la dificultad de la escalada, tuvimos que pasar la noche en la reunión anterior.

Allí hicimos una especie de pasamanos con material flotante, en el que colgamos nuestras hamacas de tela para pasar la noche de la mejor manera posible. La noche fue fría, aunque para ser enero… no nos quejamos demasiado. De todos modos, es cierto que pocas veces nos hemos visto tan reacios a empezar a escalar al amanecer.

Durante esta jornada nos tocan largos de dificultades muy mantenidas, que vamos solventando con relativa fluidez (a excepción del largo de roca que, debido al frio, fue el más delicado de la vía para nosotros).

Por fin superamos todas las dificultades, pero los que pensábamos que serían largos rápidos o incluso algún ensamble, acaban siendo largos de hielo de 50/60 metros en los que estamos tiritando en las reuniones y viendo cómo nuestras energías están bastante mermadas.

Finalmente, sobre las 23.00h, salimos a la arista de la Punta Croz (4.110 m), donde cavamos unas pequeñas repisas para vivaquear. Estamos muy felices, nos ha parecido una vía de una calidad excepcional, y hemos sabido gestionar bien el frío y la dificultad.

Pasamos una agradable noche resguardados del viento, nos despertamos con la calma y descendimos unos 150 metros hasta el glaciar. Desde allí, tuve la suerte de poder volar con mi parapente (Dudek Run & Fly 980 g), que había llevado encima durante las jornadas anteriores.

Para mí, fueron 30 minutos de gloria hasta Courmayeur, para Alberto y Bru, unas 5 horas hasta Plampincieux.

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