Tom Livingstone y Alastair Swinton tuvieron que ser evacuados en helicóptero desde el glaciar que se extiende en la parte inferior del Koyo Zom (6.877 m, según las mediciones de su GPS), a unos 5.900 metros de altura. Era el pasado lunes 30 de septiembre y Swinton tuvo que ser trasladado de urgencia a un hospital pakistaní, donde le cosieron una aparatosa herida en el cráneo y le trataron otras varias lesiones, producidas tras precipitarse unos 15-20 metros en una grieta.
Dos días antes, ambos alpinistas británicos se habían abrazado en la cumbre del Koyo Zom tras haber escalado la hasta entonces virgen cara oeste de este pico, el más alto de la cordillera del Hindu Raj, situada entre el Hindu Kush y el Karakórum. Una montaña que solamente contaba con dos ascensiones previas, ambas por la cara este: la primera austriaca de 1968 y la británica de 1977.
Will Sim la había sacado del olvido y había reunido un potente equipo para intentar escalarla de nuevo. Además de Livingstone (Piolet d’Or 2019 por el Latok 1) y Swinton, también se unieron a la expedición Uisdean Hawthorn y John Crook. El quinteto se dividió en dos cordadas para afrontar la ascensión: Sim, Hawthorn y Crook se fueron a por los relieves de la izquierda, mientras Livingstone y Swinton se iban a por los de la derecha.
The great game en la cara oeste
Tom Livingstone y Alastair Swinton empaquetaron sus mochilas con comida y material para pasar siete jornadas en la hasta entonces virgen cara oeste del Koyo Zom. El primer día escalaron un campo de hielo y montaron su primer vivac en su parte superior.
El segundo día de ascensión estuvo marcado por la escalada mixta de chimeneas y diedros. “Fue como hacer dry tooling con tus manos, tirando de salientes y lajas de roca congelada”, explicaba Livingstone en sus redes sociales. Una estrecha arista les ofreció el mínimo espacio suficiente para pasar su segunda noche en la pared.
El día 3 significó la entrada del dúo en el headwall del Koyo Zom. El terreno mixto dio paso a la desnuda roca vertical, que les obligó a montar reuniones colgantes y a cambiar sus botas por los pies de gato a una altura bastante más allá de los 6.000 metros. “No había esperado conseguir escalar el headwall”, se sincera Livingstone, quien añade que “se nos concedió una sutil debilidad a través de la parte alta de la montaña, esto es escalada alpina en su máxima expresión”. Consiguieron hallar un espacio donde tallar una repisa para un nuevo vivac.
El cuarto día, la dificultad del terreno disminuyó sensiblemente, aunque la altura pasaba una factura redoblada por el peso de las mochilas llenas de los cacharros de escalada. Al día siguiente alcanzaron por fin la zona cimera, donde esperaban percibir las huellas de sus compañeros desde la otra vertiente, pues en aquel momento no sabían que Will Sim, Uisdean Hawthorn y John Crook se habían retirado más abajo. Hacia las 13 horas del sábado 28 de septiembre se abrazaban en la cima del Koyo Zom, tras haber completado “una de las mejores y más disfrutonas rutas alpinas que haya escalado jamás”. Una ruta de unos 1.500 metros a la que llamarían The great game y cotarían con un global de ED+. Desde la cumbre pudieron gozar de un amplio horizonte, que se extendía por valles y picos de Pakistán, China, Tayikistán y Afganistán.
El descenso roza la tragedia
Llevaron a cabo el consiguiente descenso por la menos empinada cara este de la montaña. Al anochecer, plantaban nuevamente su tienda, esta vez sobre el glaciar Pechus, a unos seis kilómetros y 2.300 metros de desnivel de su campo base.
El lunes 30 de septiembre se levantaron y, encordados, retomaron el descenso. Tom Livingstone narra de este modo los sucesos que siguieron:
Lo que ocurrió a continuación es un error tonto y desafortunado de Ally, pero esencialmente cayó unos 15-20 metros en una grieta y sufrió varias heridas. Yo hice lo que cualquiera hubiera hecho en las siguientes 28 horas y cuidé de él como estoy seguro que él hubiera cuidado de mí. Cuando lo saqué estaba cubierto de sangre de una herida en la cabeza. Rajé sus pantalones para comprobar el dolor de su pierna, esperando que mis dedos no se encontraran un afilado hueso y la suave carne húmeda. Por suerte, la pierna solo tenía unos feos arañazos.
Intenté pensar a pesar de la adrenalina. Estábamos en una región remota de Pakistán. En la única fotografía que había visto de nuestro descenso parecía un glaciar largo y desagradable, que con suerte nos hubiera llevado todo el día, si hubierámos estado sanos. Ally estaba temblando y sangrando de la herida de su cabeza. Se nos había agotado el gas y la comida (excepto por unas pocas barritas y frutos secos). Sabía que Ally necesitaba más atención médica de que nuestra única venda podía ofrecerle. Después de pensarlo unos minutos, presioné el botón de SOS de nuestro dispositivo GPS.
Estuve contento de que Ally permaneciera consciente durante el tiempo que esperamos al helicóptero de rescate, pero la primera tarde me pareció que estaba a punto de desmayarse, medio inconsciente y débil. Lo admito: por un tiempo, estaba verdaderamente preocupado porque pudiera morir durante la noche.
Aquella noche fue muy larga para los dos, pero el sol volvió a aparecer y Alastair Swinton experimentó cierta mejor hacia mediodía, cuando fue incluso capaz de dar unos pasos fuera de la tienda. Fue entonces cuando se oyeron las aspas de los helicópteros de rescate acercándose. Horas más tarde, el herido ya había recibido varios puntos de sutura en la cabeza, había sido tratado de sus otras lesiones en un hospital pakistaní y se hallaba fuera de peligro.
¿Estilo alpino?
Después del episodio, Tom Livingstone reflexionaba sobre su actividad y sobre la definición de estilo alpino:
Esto me deja con un dilema. Cuento al alpinismo entre los tipos de escalada más guapos, duros, inolvidables y gratificantes. Me pongo el listón alto, tanto en la actividad como en la ética. Quiero escalar alto y libre. En el pasado he estado de acuerdo con comentarios sobre este listón: “si sufres congelaciones en una ruta, pierdes; si eres rescatado en una ruta, pierdes”.
Y a pesar de todo, quiero recordar la ruta que Ally y yo escalamos como una de las mejores que he hecho, y hasta el rescate, uno de los mayores puntos culminantes. Fue genial estar en la cima, sintiéndonos como si estuviéramos en la luna.
Pero debo mantener mi palabra y decir que fuimos rescatados. En definitiva, perdimos según esos términos. Los accidentes simplemente suceden en las montañas, a veces tienes suerte y otras no. Lo mejor es que ambos estamos bien y que tuvimos una aventura increíble.