Este jueves 27 de agosto de 2020 será recordado en la historia del alpinismo español por el fallecimiento de Salvador Rivas, una de sus grandes figuras durante las décadas de 1960 y 1970. Fue un eminente botánico y apasionado montañero, como ya lo habían sido su padre y su abuelo antes que él.
Eminente botánico
En su carrera científica, se le conoce por haber sido uno de los máximos especialistas mundiales en fitosociología. Doctorado en Farmacía, licenciado en Ciencias Biológicas o catedrático de Botánica son algunos de los títulos que lo definieron y que lo llevaron a ocupar importantes cargos como el de director del Real Jardín Botánico de Madrid, vicerrector y director del Departamento de Biología Vegetal de la Universidad Complutense de Madrid, miembro de las comisiones de expertos del Consejo de Europa sobre cartografía de la vegetación y otros temas, presidente de la Sociedad Española de Ecología y Biogeografía… Sus mapas de vegetación fueron un referente para la comunidad científica internacional.
Escalador y alpinista avanzado a su tiempo
José Luis Rubayo (escalador y presidente de la Federación Madrileña de Montaña) conoció muy bien a Salvador Rivas en su faceta como escalador y alpinista, aunque comenzó a escalar cuando él todavía no había nacido: “Comenzó a escalar muy joven, a los 15 años. Hizo amistad con Pedro Acuña y como cordada abrieron varias vías en Gredos, Galayos, La Pedriza… y se les unió Paco Brasas para formar la famosa Cordada del Perro que Fuma”.
“Algunas de sus vías más destacadas aquella época de finales de los años cincuenta se hallan en Galayos, como por ejemplo la bellísima Oeste a la Aguja Negra, que abrió en 1957 con Acuña; otra Rivas-Acuña en la Punta Mª Luisa de 1960; y más adelante con Antonio Pérez Ayuso, la Ayuso-Rivas de la Punta Amezúa (1962), que es una vía potentísima todavía. En La Pedriza, que yo recuerde ahora, la Rivas-Acuña del Pájaro (1957)”.
Estuvo viviendo en Barcelona un par de temporadas en los años 50 y 60 y escaló muchísimo en Montserrat con la cuadrilla de Paquito Guillamon y su primo Josep Manuel Anglada. De aquellas experiencias, introdujo en la roca del Sistema Central la escalada artificial, que Anglada había aprendido durante su época de estudios en Alemania.
Las primeras expediciones
Como uno de los representantes más fuertes de su generación, Salvador Rivas fue seleccionado para formar parte de las primeras expediciones españolas más allá de los Alpes. “Estuvo en la primera expedición española a los Andes de 1961, y también en el Cáucaso 1968”, recuerda Rubayo, quien añade que “luego estuvo en la expedición de Alaska de 1971 y estuvo también en las primeras expediciones al Himalaya”.
En la expedición a los Andes de 1961, además de abrir numerosas cumbres vírgenes, formó parte del grupo de cima en el que Anglada y Pons terminarían abriendo ruta en el Huascaran Sur (6.768 m), primer seismil español. Entre la niebla y ya en la bajada, murió su compañero de cordada Pedro Acuña.
El el Cáucaso en 1968, coronó la arista norte del Uschba con Carlos Soria, César Pérez de Tudela y Antonio Muñoz Repiso. Y en Alaska en 1971 firmó la primera nacional al Denali con Carlos Soria, Carlos Muñoz Repiso y Luis Bernardo Durand.
Todavía tuvo tiempo de mirar hacia el Himalaya, donde participó en las expediciones al Manaslu de 1973 y 1975, al Broad Peak de 1979 y a la cara norte del Everest de 1986 y 1990. En el Manaslu de 1975, Gerardo Blázquez y Jerónimo López lograron la primera cumbre española a un ochomil principal y Salvador Rivas ascendió hasta más allá de los 8.000 metros.
Activo escalador en la vejez
“Cuando cumplió aproximadamente los 55 años, aunque seguía estando muy fuerte, dejó las grandes expediciones y las grandes montañas punteras, para escalar con su amigo José Luis Consuegra, que era casi como su hijo”, rememora Rubayo. De hecho, lo recuerda no hace mucho todavía compitiendo en rallies de escalada, haciendo cordada con Consuegra: “En los rallies de escalada, habrá sido probablemente el participante más veterano, pues con 80 años participó en el Rally de Leyva”.
Finalmente, Rubayo no quiere terminar sin dibujar algunos trazos del perfil humano de Salvador Rivas: “Como persona, era un torbellino, era como un toro… Hasta los sesenta y largos o casi setenta años, él tenía que ir de primero, con los amigos. Eso nos hacía muchas veces ralentizarnos e incluso ponernos en peligro, porque era muy bruto mentalmente hablando, muy cabezota. Era un gran amigo. Era un genio en todos los sentidos”.
Una gran perdida para la comunidad escaladora, mis más sinceras condolencias a la familia y también darle las gracias por las tants aportaciones que ha echo al mundo de la escalada.
un Makina, lástima que no estamos a su altura