Ueli Steck y Simon Anthamatten (1983) firmaban, el 24 de abril, la primera ascensión de la cara Norte del Tengkampoche (6.500 metros), cumbre que se levanta en el Valle del Khumbu nepalí. La nueva ruta abierta por esta creativa cordada suiza lleva por nombre Chekmate, un salvaje itinerario de 2.000 metros, VI, M7+ (o M6+, A0) que alcanza inclinaciones de hasta 85 grados. Toda ella completada en estilo alpino, como parte de la preparación de los dos suizos para la apertura de una nueva ruta en la voraz cara Sur del Annapurna I (8.051 m).
Simon y Ueli no solo comparten objetivo en el «hueso» del Himalaya, también pasado en una de las vertientes legendarias del alpinismo, la Norte del Eiger, donde ambos ostentan récords de velocidad: Anthamatten protagonizaba este enero, junto a Roger Schali, la ascensión más rápida en equipo de la ruta clásica de 1938 establecida por Harrer, Heckmair, Kasparek y Vorg y que discurre por 1.800 metros de ED2. Steck, de sobra conocido por batirse a sí mismo en la Eigernorwand, imponía recientemente un tiempo de 2 horas, 47 minutos y 33 segundos en solitario.
«Calentamiento» con estilo
Ahora, la cordada amenaza la delicada Sur del Annapurna, que Steck ya conoce bien. Su empeño, durante la temporada pasada, por establecer una nueva ruta casi acabó en tragedia, cuando una caída de rocas le hizo precipitarse 300 metros hasta la base de la montaña. Milagrosamente, sobrevivió: «Tuve la mala suerte de que una roca me golpease la cabeza, pero por lo demás la expedición fue perfecta, me sentía realmente cerca de superar el gran reto. Volveré a intentarlo», comentaba Ueli tras el accidente, prometiendo una nueva tentativa sobre los 2.700 metros de la vertiente más abrumadora del Annapurna.
El 10 de abril, los suizos comenzaban su ataque a los 2.000 metros de la cara Norte del Tengkampoche pero una fuerte nevada y un viento atronador les sacaba de la montaña, haciéndoles retroceder cuando habían alcanzado los 6.000 metros. Once días más tarde volvían a calzarse las botas para pasar dos noches en la montaña, una de ellas a 6.350 metros, desde donde a la mañana siguiente, a las 7:15, completaban la ascensión. Steck concluiría: «Cada largo y cada paso han sido una nueva aventura».