Aunque el alpinismo es una actividad respetuosa con la naturaleza, que aporta paz interior y propone unas relaciones fraternales con otros deportistas y humanos, no podemos negar su relación con el mundo bélico.
Las exploraciones, las conquistas y la evolución de su material guardan relación con la industria de la guerra. Desde la reducción de peso de los mosquetones u otros aparatos a la aplicación de productos químicos para lograr impermeabilidad de las cuerdas y la vestimenta, pasando por el empleo de tecnologías que han revolucionado todos los sectores de los que deriva el material que utilizamos.
Unido a la necesidad y el ingenio, ese empleo de los avances para el campo militar ha desembocado en la utilización de equipos que permiten la progresión a toda velocidad de unos alpinistas que surcan montañas y paredes.
Antecedentes
Aunque otros lo hicieron de modo tímido antes de su llegada, podemos considerar a Pierre Allain el auténtico espíritu revolucionario de los útiles modernos. Sus investigaciones y aplicación de las aleaciones ligeras para ser empleadas en mosquetones y otros aparatos, y sus esfuerzos por reducir el peso y el volumen de todo lo que llegaba a sus manos, espoleó a sus contemporáneos, sentando un precedente que se hizo imparable.
Herramientas como piolets y crampones siempre se han inspirado en útiles de trabajo de uso tradicional en agricultura, ganadería… Y, por supuesto, en accesorios empleados en otros gremios y deportes.
Pero Allain impulsó desarrollos específicos para nuestro sector, cogiendo lo mejor de aquí y de allá y abriendo definitivamente las mentes de usuarios y fabricantes.
Los años ochenta, con sus encadenamientos y la semilla del alpinismo rápido y ligero, sembrada por visionarios como Boivin, Profit o Escoffier, reforzaron las vías por las que circula un tren que ha llegado hasta hoy, y que promete no perder el ritmo.
Las competiciones de velocidad, la transferencia de la investigación en las pruebas de esquí-alpinismo, etc… alimentan la oferta que a su vez alimenta la demanda para producir una propuesta cada vez más ligera en el mundo de la montaña. Un bucle infinito que, mientras no se detenga la investigación en el campo civil y militar, tampoco parará.
Operación bricolaje
Antes hablábamos de la necesidad y el ingenio como motores indiscutibles del progreso. La aplicación de productos y tecnologías ligeros no han llegado de modo espontáneo, y han precisado de la demanda de los alpinistas por ir cada vez más deprisa sin ser lastrados por voluminosos y pesados accesorios.
Antes del desembarco de productos de bajo peso, e incluso con ellos en el mercado, las mentes inquietas no han cesado de imaginar cómo librarse de unos gramos. Cortar, taladrar, limar… son acciones que muchos llevan a cabo para aligerar y compactar sus accesorios.
Las mochilas ligeras han nacido porque muchos usuarios cortan correas, compartimentos o realizan prototipos que inspiran a diseñadores profesionales. Los cascos y piolets son ahora muy ligeros porque los fabricantes se ven forzados a responder a las demandas de quienes cortan, liman y taladran las carcasas, hojas, martillos y mangos de sus protectores de cabeza y herramientas…
Son solo algunos ejemplos que muestran la respuesta de los productores a la demanda fabricando en serie, certificando y paliando los inconvenientes de artículos que, una vez modificados sin autorización, pierden su garantía y pueden sufrir daños irreversibles al ver debilitada su estructura.
Efectos secundarios
Es importante saber que muchos de los productos pueden ver acortada su vida útil cuando son reducidos de peso y tamaño, aunque sean cuidadosamente fabricados en serie. Además, evidentemente, de provocar otros efectos secundarios como:
• Una cuerda que pierde diámetro ve incrementada su elasticidad, pero también llega antes a la rotura, sufre de modo más acusado la abrasión y concentra el impacto sobre los elementos con los que contacta en una superficie menor.
• Un casco con muchas perforaciones ofrece una mayor ventilación, pero si estas son demasiado grandes, determinadas proyecciones pueden impactar directamente en la cabeza del usuario. El uso de determinadas materias primas, sin la existencia de una carcasa o cubierta rígida de protección, puede provocar su rotura incluso en el transporte.
• Una prenda impermeable montada sobre tejido de escaso gramaje es susceptible de perforarse y rasgarse en contacto con rocas o ramas, en oposición a otra más gruesa.
• Un aparato metálico, como por ejemplo un freno de baja sección, puede desgastarse rápidamente produciendo cortes sobre las cuerdas que circulan por su interior.
• Un mosquetón de pequeño tamaño y escaso espesor aumenta el rozamiento, es más difícil de manipular con guantes y puede producir daños como cortes sobre las cuerdas al concentrar el impacto en un área muy restringida.
• Unos crampones de aleación ligera pueden romperse si son utilizados sobre terreno rocoso o incluso sobre hielo duro.
• Unos tornillos de hielo livianos, con un espesor de materiales reducido o una elección de materia prima concreta, llegan a ver ralentizada su penetración en hielos duros o pueden sufrir daños en sus tubos y roscas por efecto de las temperaturas extremas asociadas a las fuerzas que se generan en su introducción en determinadas superficies.
Estos son solo algunos ejemplos que informan de la importancia de analizar si realmente nuestra actividad requiere de material ligero o, por el contrario, viene mejor algo más pesado y robusto.
Adquirir productos ultra-light para uso intensivo no parece lo más razonable si se piensa en el bolsillo o incluso en la seguridad, dado que ya hasta los artículos denominados “pesados” son bastante livianos gracias a la moderna tecnología.
Todo cuenta
No sirve de nada reducir el peso de cada elemento sin pensar en clave global. Una mochila pesada no es solo la acumulación de artículos pesados dentro de un contenedor: también es la acumulación de cosas ligeras.
Eso significa que para hacer alpinismo ligero hay que analizar concienzudamente lo que resulta útil de verdad, pero también lo que es necesario.
Confeccionar el equipaje sin que nada falte, pero sin que nada sobre, es todo un arte que requiere una cuidada planificación.
En primera instancia puede resultar útil deshacerse de los elementos de “confort”, sabiendo que el alpinismo es, en cierto modo, una batalla (otra vez la relación con el mundo bélico) que se libra prescindiendo de comodidades y, tal vez, de algunos elementos de higiene corporal que, aunque de uso frecuente, pueden lastrar nuestra progresión por una pared.
También ayuda eliminar las fundas de accesorios que quizás puedan ir envueltos entre algo de ropa de recambio. O introducidos directamente si no cuentan con áreas punzantes susceptibles de rasgar la mochila.
Llevar pilas de recambio para sustituir las baterías usadas de nuestra linterna es menos eficaz que adquirir otras y comenzar la actividad con elementos nuevos y “a punto”.
El estudio de la ruta da claves acerca del material de seguridad necesario y el estudio de las condiciones de la pared, de la meteorología, y el análisis de nuestro estado anímico y de forma sirven para concluir si la eliminación de un ligerísimo hornillo de titanio, de un saco minimalista, de una micro-colchoneta y de la comida para un día que suponíamos adicional, sobrarán y ralentizarán nuestra progresión en una escalada que probablemente sea realizable en una única jornada.
José I. GORDITO
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