La vía El corazón del Fitz Roy (o Cerro Chaltén) recibe su nombre de una mancha de piedra gris que se encuentra en lo alto de la pared, la cual se asemeja a un corazón y presenta las mayores dificultades de la ruta. Aunque fue abierta hace más de 30 años, es una escalada exigente que aún hoy no cuenta con demasiadas repeticiones. Sus aperturistas fueron el suizo Kaspar Ochsner y el checo Michal Pitelka en febrero de 1992, quienes asediaron durante casi dos meses el estético pilar este dejando una línea de 1.250 m de recorrido y dificultades de 40º, 5.10, A4.
En febrero de 2011, los belgas Nico Favresse y Sean Villanueva completaron una ascensión en libre de dos tercios de la vía (la combinaron con la Ragni/Ferrari, por encontrar algunas partes mojadas); abriendo una variante a la sección de artificial por unas expuestas placas, con dificultades de hasta 7b. Realizaron la escalada en estilo alpino en un total de 28 h desde la rimaya a la cumbre.
En 2013, los argentinos Carlos Molina e Iñaki Coussirat realizaron la primera repetición integral de la vía, que pudieron completar en autonomía a pesar de que Carlos sufrió una fractura de tobillo por una caída durante la escalada. (Tristemente, tres años después Iñaki falleció en el Fitz Roy por un desprendimiento de rocas).
La vía ha sido escalada en una sola jornada, por el argentino Jorge Ackermann y el canadiense Tony McLean, que la realizaron en un total de 8 horas y media, en 2016. Jorge es también el autor de la vía Un mar de sueños que recorre la cara este del Fitz Roy.
Un fin de año por todo lo alto
La cordada de Laura Tiefenthaler y Thomas Bukowski llegó a Patagonia a finales de diciembre y abrieron boca en la primera oportunidad con una repetición de la vía Exocet de la Aguja Standardt. Para ventana anunciada de buen tiempo en fin de año escogieron la cumbre principal del macizo, el Fitz Roy o Cerro Chaltén, por su cara este, la más protegida del viento. Se decantaron por El corazón pues es una vía que permite la retirada, por lo que, como explica Laura, «decidimos darle un intento sin demasiadas expectativas. Nuestro plan era llevar un equipo minimalista y seguir escalando mientras el tiempo nos lo permitiera».
El viernes 29 de diciembre realizaron la aproximación hasta el Paso Superior, donde decidieron pernoctar. A las 6 de la mañana del día siguiente se pusieron en camino, llegando a la base de la pared sobre las 8. Aunque les costó encontrar el inicio de la vía, en unas horas se pusieron a navegar entre sus interminables fisuras, que encontraron «mojadas pero no heladas», escribe Laura. «El largo de Aquarian Roof hizo honor a su nombre y me empapé escalándolo, temblando en cada reunión a partir de ese momento».
Siguieron escalando toda la jornada hasta alcanzar una repisa del largo 16 a las 00:30 del sábado 30, que encontraron mucho más pequeña de lo que esperaban, pasando como pudieron su primera noche en pared. «Creo que dormí unos 10 minutos…», escribe Laura.
A las 7 de la mañana del domingo prosiguieron la escalada, «por suerte asegurábamos con un dispositivo semiautomático, pues estuve cerca de quedarme dormida casi en cada reunión», comenta. Alcanzaron la placa gris que da el nombre a la vía a las 15:30 h, «que pudimos negociar bien gracias a la perfecta beta que obtuvimos de Colin Haley».
Continuaron la escalada por las fisuras y el terreno mixto del tramo superior. A las 21:45h, al final del largo 32, derritieron nieve y descansaron un poco. Recibieron el parte meteorológico de Rolo Garibotti indicándoles que habría vientos en la cumbre de hasta 45 km/h desde las 3 am a las 6 am, y después empeoraría. «Nos pareció que 45 km/h era algo manejable, así que tomé de nuevo el relevo y seguimos escalando por terreno mixto hacia la cumbre».
Afrontaron vientos fuertes y poca visibilidad a partir del hombro superior, donde la ruta deja de estar protegida. Llegaron a la cumbre a las 3 de la madrugada de ese día, ya lunes 31 de diciembre, e iniciaron inmediatamente el descenso. El tiempo empeoró. «Ambos estábamos asustados por las condiciones, pero conseguimos mantenernos en un estado de calma». Tras tres enganchones de cuerda en los rápeles, tuvieron que cortar una de las cuerdas.
Hacia las 14h llegaron a la Brecha y continuaron hasta el Paso Superior, al que llegaron a las 19h, para descubrir que «nuestra tienda había aprendido a volar y se había marchado». Agotados, siguieron caminando de vuelta hasta El Chaltén, con tormenta y vientos fuertes, hasta por fin llegar a las 2:30h de la mañana.
«Nuestra pequeña salida desde el Paso Superior a El Chalten nos había llevado 70 horas y media, que se sintieron como 15 minutos de sueño. “Modo devastado” en su máxima expresión», resume Laura.
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