Benjamin Védrines es una de las figuras a tener en cuenta actualmente en el mundo del alpinismo, donde destaca principalmente por sus ascensiones exprés, a menudo tirando de esquís y parapente para ganar velocidad. El pasado verano fue noticia por su ascensión del Broad Peak en 7h28’, seguida del descenso en parapente.
En agosto de 2021, destacó por ascender los 18×4000 del Monte Rosa (Spaguetti Tour) en poco más de nueve horas. En otoño de ese mismo año, abrió con Charles Dubouloz una nueva ruta en la cara norte del Chamlang (7.319 m) en el Himalaya de Nepal. Y en invierno, completó con Léo Billon y Seb Ratel la Súper Trilogía Alpina invernal, con ascensiones de las caras norte del Eiger, las Grandes Jorasses y el Cervino.
Dos días en el Queyras
El alpinista francés se diseñó esta vez un regalo de Reyes a su medida, consistente en una travesía integral del macizo del Queyras. En el menú, 138 kilómetros de distancia y 12.330 metros de desnivel entre Vars y Le Villard, pasando por el Mont Viso, “una magnífica línea imaginada alrededor del valle del Guil; exigente, salvaje, variada y agotadora, ¡eso es lo que me llevo!”.
Las premisas de la aventura eran sencillas, aunque ponerlas a la práctica no tanto: “no cruzar caminos ni pueblos, es decir, inmersión total; combinar estética y eficiencia; realizar la vuelta del Guil y saludar al Mont Viso”. Para llevarlo a cabo, necesitó “dos días encadenando subidas y bajadas, contemplando la poderosa y difícil naturaleza invernal y dándolo todo para llegar al final de este ambicioso proyecto”. Y todo ello, en solitario.
Partió desde Vars para una primera jornada de unos 5.980 metros de desnivel –“contando las escaleras del refugio, deben llegar a los 6.000 m”, apunta–, con algunos pasos de dificultad moderada (D+) y doce subidas en total, hasta el refugio de Jervis. “Una jornada de 12 horas en la que pude mantener un buen ritmo mientras disfrutaba de los paisajes de locura y todavía tenía tiempo para apreciar los deliciosos sandwiches de mi madre”.
Unas horas de descanso más tarde, y todavía con la luna llena brillando en el cielo, volvió a salir con destino a Le Villard, bajo St-Crépin. “Con 6.350 metros de desnivel, hubo que permanecer concentrado para terminar de encadenar las trece subidas del recorrido”, destaca. Otras 14 horas de actividad en condiciones perfectas, que le motivaron a añadir alguna cumbre imprevista como la del Grand Glaiza (3.293 m).
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