«Es la noche eclosión de crisálida,
polvo de colores.
¡Vuela! la vida espera.
Estrellas, no horrores»
5.27 am del 15 de enero de 2024. 48 horas después de que la crisálida por fin emprendiera su camino hacia el firmamento.
48 horas dulces y amargas; dulces puesto que la sensación de ser una gran pompa de jabón que levita en este mundo que habito aquí abajo –familia, amigos, hogar…– resulta indescriptible. Cuando estás tan destrozado física y anímicamente, pero eres consciente de la razón, todo es más fácil.
Garo y yo lo hemos dado todo ahí arriba.
Amarga porque la sequedad en la boca, en nuestras manos hinchadas, en el alma que tanto ha llorado estos días no me abandona. Podría decir también amarga porque ya se ha acabado y, aunque me quedara alguna secuencia de la vía sin encadenar, no sería la razón. El viaje ya nunca será el mismo.
Ella se ha ido. La respuesta es bien sencilla a este dilema.
Amarga porque vi volar la crisálida desde aquella cima, emprender por fin un viaje espacial. Despegó con un chorro de luz amarillo verdoso, escapó por fin de su soledad tras tantos años de espera. Traté de cuidarla todo lo que pude pero los mortales, por naturaleza, solemos flaquear ante la divinidad.
Corría el invierno de 1999 cuando llegué a la cabaña de Otal como cualquier madrugada. Allí estaba arrinconada en el polvoriento suelo en la oscuridad más absoluta. Brillaba tenuemente. Mi perro Zuri se acercó y se tumbo con ella. Yo no pude hacer otra cosa que hacer lo propio. Al amanecer ya no estaba.
Los primeros años pasaba semanas en invierno buscándola, cuidándola cuando aparecía. Nos acompañaba a escalar o brillaba tumbada con Zuri bajo la pared. Ellos eran carne y uña. Yo un mero aprendiz.
Si preguntabas en Torla dónde está Alain, te decían «en Otal». Nunca fuimos amantes, fuimos almas gemelas. Me guió en numerosas escaladas a lo largo de los años. Salvó a Zuri y a mí de aludes, la vi en numerosas ocasiones flotar sobre el silbido de las marmotas, levitar sobre las manadas de sarrios altivos, revolotear con águilas, treparriscos, chovas y otras aves.
Recuerdo especialmente un día de primavera que, tras superar un resalte en una de mis escaladas sin cuerda, la encontré en una repisa. Ese día su aura brillaba en los ojos de un gran quebrantahuesos que allí me aguardaba. Levantó una pata, pues casi lo agarro sin querer, y salió volando sobre mi cabeza mientras ella me ayudaba a sujetarme a la pared.
Los años pasaron, Zuri nos dejó, fue una pérdida irreparable. No puedo parar de llorar mientras recuerdo su ausencia. Me destrocé un pie en una fatal caída y ella seguía sin aparecer. Llegó mi primer hijo. Se llama Otal.
La crisálida ya no se aparecía, en escaladas como Aroalai (N Pico de Otal) la sentía, siempre ha estado físicamente ausente desde que Zuri nos faltó. Siempre, hasta que caí rendido al alcanzar la penúltima reunión de esta obra de arte.
Fueron 4 horas y 30 minutos los que tardé en escalar los intensos 80 metros de los últimos 2 largos.
Mientras Garo jumareaba el penúltimo largo y yo aseguraba… abrí los ojos en unos de esos estados de semiinconsciencia que en ocasiones provocan largos como el que acababa de escalar y sentí una gran presencia sobre mí. Los colores de mi alrededor eran de un surrealismo sólo al alcance de los grandes pintores. Supe que me esperaba arriba.
Mientras Garo llegaba a la reunión, un fuerte viento ascendía hacia la cima. Le dije en voz alta que teníamos que acabar la vía. En la reunión una calma inalterada por el reinante silencio nos envolvía. En la repisa Garo me dio de comer y de beber, subí a rematar la faena.
En la cima, durante segundos, quizás minutos, Garo lo podría decir mejor pues no tengo certeza alguna del tiempo que pasó en ese momento… pierdo mi naturaleza gravitatoria y floto en esa minúscula cima, mientras la crisálida me abandona. Me acurruco tras una piedra y suelto un rasgado irrintzi [grito en euskera] mientras ella vuela arrastrada por el viento.
Sólo me quedan 2 mosquetones y el cordino del machard, he abandonado en un seguro hasta la Gigi con su mosquetón sin darme cuenta. Al llegar a él, cambio el dinámico y sigo descendiendo. Llego a la reunión y me abrazo con Garo. Le doy las gracias mientras le digo “asko maite zaitut Garo“ [te quiero mucho Garo], le doy un beso y caigo rendido llorando como un niño en la repisa. Convulsiono, lo he dado todo. La tensión se relaja y le pido que me saque de allí. Él rapela y yo lo sigo. En la siguiente reunión comienzo a recobrar la consciencia. Los colores no me abandonan, todo brilla con una luz muy especial. La noche está más viva que nunca.
“Vamos a salir de aquí“ le digo a Garo, tomo el mando de nuevo y la bajada retoma el sentido mientras vamos equipando alguna reunión que faltaba y matizamos un mejor descenso para futuras repeticiones. Llegamos destrozados a la cabaña a las 2:30 de la madrugada.
Abandonamos poco a poco el valle, allí queda sola y desolada la cabaña.
Descripción detallada de la ruta:
L1- Comenzar de un nicho característico con inscripción J. Bringola año 1893. Te deposita fácilmente M4 en una R de un arbolito sobre la primera canal. (50 m).
L2- Escalar una guapa y fisurada placa tras el árbol. M5+. Ganaremos el filo hasta salir a terreno fácil. (50 m). Transición a R3 caminando, max 45º. Pueden escalarse 2 largos de cuerda a izq por el espolón con algún paso que evitan la exposición del corredor.
L3 y L4- Dos largos maravillosos con nieve dura y mixto o yerba/tracción que escalan una goulotte perfecta y encajonada hasta un circo colgado. Max M5+ y 80 grados. Rs a izq. (50 m y 60 m).
L5- Seguir recto una canal chimenea que se vuelve vertical y amenazante. La abandonaremos saliendo en diagonal a izd por un sistema de invertidos y tracción dudosa 80º hasta el filo del espolón. M6. R6 con ambiente. (55 m).
L6- Fisura/vira con pies finos que escalamos hacia la izq hasta una campa de nieve. Montar R antes de salir. (40 m).
L-7 Vira de nieve hasta el aplomo de una reunión colgada (bolt y fisu empotrado).
L8- Escalar a derechas un diedro vira hasta casi el filo del espolón (30 m). Un muro vertical protegido con un bolt M6+ nos cierra el camino . Seguir escalando más fácil pero muy expo en busca del aplomo del muro somital justo al filo del espolón. (30 m).
L-9 Levantada con pies finos protegida con bolt al mismo filo del espolón. Seguir fácil hasta el desplome, fisu empotrado. Escalar a izq hasta un bolt M5+ para montarnos al muro vertical sobre la R. Salida difícil y cabalgada hasta un tercer bolt. Paso a izq muy largo con cambio de manos sin pies hasta una isla colgada de hierba vertical M7+. Escalar recto fisura vertical hasta la visera superior (desplome) que superamos hacia la derecha. Microfisura roma y pies delicados para chapar un cuarto bolt M8+. Placa lisa con paso muy largo sobre romos, corto paso de A1 hasta pinchar un nicho, repisa. Quinto bolt para proteger la escalada sobre grandes bloques. Grandes fisuras hasta salida a reunión mágica (¡cuidado! algún gran bloque encastrado) 38 m.
L10- Escalar resaltes a la izq 80º hasta una chimenea vertical con doble fisura. Seguir por otra chimenea hasta un pitón M6. Para montarnos en otra chimenea que poco a poco va perdiendo verticalidad hasta una goulotte de salida 80º. Cima. (45 m)
- Etiquetas: Alain Andrés, Pico Fenez
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