Hace apenas un mes, la Aguja Guillaumet era noticia por la apertura de Andá p’allá (400 m, 7b, A0) a cargo de Facu Saubidet, Jere Castana y Santi Scavolini. El terceto habló maravillas de la vía, que recorre lo que calificaron de “fisura perfecta: de dedos (a veces muy finos), mucho de manos y algo de puños –ni medio metro de offwidth– y con algunos pasos de placa”.
Ya entonces, los aperturistas explicaron que no habían podido liberar dos secciones, que dejaron en A0. Una de ellas porque estaba mojada y la otra, la más dura de la vía, que consideraban que era factible y estimaban que podría rondar el 8a. Pete Whittaker y Sean Villanueva quedaron prendados de la línea, tal como cuenta el británico en sus redes sociales: “las fotos de la primera ascensión mostraban fisuras de un aspecto increíble y también sugerían que el crux podía ser posible de liberar en 8a”.
No se lo pensaron dos veces y aprovecharon la primera ventana de buen tiempo que se les presentó para darle un tiempo a Andá p’allá. “La vía no defraudó, roca brillante en splitters perfectas”, atestiguaba Pete Whittaker. La aventura recuerda mucho a lo que el dúo ya realizó un par de semanas atrás, cuando liberó la vía también recientemente abierta Yacaré, en la Aguja Rafael Juárez.
Octavo grado patagónico
El meollo del asunto estaba en los dos largos pendientes de liberar de los nueve que conforman la ruta. Sean Villanueva superó a vista los pasos de artificial que habían quedado en el L4 y Pete Whittaker fue el primero en echar un vistazo al crux (L5): “La sección inferior pareció inicialmente más compleja de lo que probablemente debería haber sido, pues se trataba de una fisura mojada (sobre E5) en la que tuve que picar hielo a medida que escalaba”.
Sin embargo, fue más adelante donde las cosas se ponían verdaderamente intensas, en un “fino relieve con extrañas posiciones del cuerpo y empotramientos de dedos”. Pete Whittaker fue sacando todos los movimientos individuales en libre hasta llegar a la reunión.
Después de que Sean Villanueva trabajara también los pasos, Pete Whittaker lanzó un nuevo pegue al largo y, según admite él mismo: “¡me sorprendí a mí mismo encadenándolo!”. Una vez resuelta la parte más complicada, continuaron escalando el resto de largos y siguieron hasta la cima de la Aguja Guillaumet, que alcanzaron a través de un diedro de 65 metros y enlazando arriba del todo con una variante de la vía Padrijo. En total, 500 metros de escalada (los aperturistas escalaron 400 metros, pues se bajaron en cuanto enlazaron con la Padrijo).
Respecto a la dificultad en cifras y letras de Andá p’allá, Pete Whittaker apunta que “los grados estimados en los largos con artificial parecían bastante correctos; pensamos en algo así como 7b para el largo 4 y en más o menos 8a para el largo 5”.
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