Dave MacLeod ha dado una vuelta de tuerca más a su consabida polivalencia. El escalador escocés de 35 años ha demostrado a lo largo de su carrera ser capaz de escalar lo más duro de la escalada tradicional británica, escalada deportiva, búlder, escalada invernal y mixta y ahora ha decidido entrar por la puerta grande al mundo de la escalada alpina. Para hacerlo, nada mejor que la vía más exigente de la vertiente más terrorífica de los Alpes: la cara norte del Eiger a través de Paciencia.
La línea en cuestión, de 900 metros de recorrido, fue abierta en 2003 por Ueli Steck y Stephan Siegrist. Los mismos escaladores suizos protagonizaron su liberación en 2008, cotando el más duro de sus más de 20 largos en 8a y situando una generosa cantidad de ellos en la horquilla del séptimo grado. Paciencia se convertía así en la vía más difícil de la cara norte del Eiger, extremo que confirmaba el austriaco David Lama, que se hacía con la primera y hasta ahora única repetición en 2011, durante su preparación de cara a la posteriormente más famosa liberación de la Vía del Compresor en el Cerro Torre.
Objetivo número 1
Cuando Dave MacLeod y su compañero Calum Muskett planificaron su bautizo de fuego en la escalada alpina, confeccionaron una lista básicamente integrada por las vías más duras de los Alpes y en primer lugar se hallaba Paciencia. “Sobre el papel, era completamente ridículo para mí acercarme a ella”, confiesa MacLeod, “sin embargo, como era previsible, después de reunirme con Calum en Chamonix decidimos en unos dos minutos que nos dirigiríamos directamente al Eiger para la primera vía. Sería también mi primera vía alpina”.
El día siguiente, ambos estaban ya ascendiendo la vía de 1938 hasta la base de Paciencia. “Fue un día de niebla, la humedad y frío y, después de un vivac chorreante, me levanté listo para fracasar”, explica Dave MacLeod. De todos modos, su intención era llevar a cabo una jornada de reconocimiento de la vía y entrar en contacto con el Eiger. Lo hicieron, trabajando los primeros 7c’s y el 8a antes de redescender.
Tres días para encadenar
“No estaba seguro sobre si volver a subir. ¿Quizás sería mejor hacer algunas vías más fáciles primero?”, se planteaba Dave MacLeod después de esa primera jornada en el Eiger. “No pude pensar en una buena manera para ni tan siquiera sugerírselo a Calum, quien ya es un consumado alpinista a los 19… Así que volvimos a subir”, concluye.
A primera hora de la tarde, escalaban de nuevo la vía de 1938 y se hacían con los primeros largos de 7c antes de que se hiciera de noche. Montaban su vivac, listos para lanzarse a por el 8a por la mañana. “La mañana, sin embargo, fue dedicada mayoritariamente a derretir nieve para beber algo de té en nuestra repisa”, cuenta el escocés, que añade que “una vez nos pusimos en marcha, ambos despachamos el brillante largo de 8a disfrutando mucho. ¡Qué largo increíble en un entorno espectacular!”.
El objetivo de MacLeod y Muskett consisitía en escalar la vía en estilo cordada, es decir, que ambos escalaran todos los largos de la vía sin caídas, ya fueran de primero o de segundo. Si se producía una caída, tenían que repetir el largo. “Los muchos largos de 7b y 7c eran muy duros de encadenar a vista, como ya sabíamos por la explicación de David Lama, así que decidimos darnos tres días enteros para escalar hasta arriba, ya que íbamos a necesitar el tiempo extra para que los dos pudiéramos escalar con éxito cada uno de los 23 largos”, cuenta MacLeod.
Así pues, instalaron un segundo vivac debajo del Czech Pillar y dedicaron otro día a escalar los largos duros que hay justo por encima antes de regresar a la repisa. “Ambos estábamos cansados ese día, y yo casi caí justo al final de un largo de 7c+, en el que sabía que Lama también había caído. Sabía que no tenía la energía para darle otro pegue dentro de una hora, así que simplemente resistí como si mi vida dependiera de ello cuando un pie se rompió a cuatro movimientos de la reunión. Cuando Calum trabajaba en el largo, apareció un helicóptero, sobrevolando cerca de nosotros. La puerta se abrió y una larga lente salió y tomó unas fotos de nosotros… Pensé que estas cosas no ocurren en Escocia…”.
El último día comenzó a las 6 de la mañana, remontando las cuerdas e izando su petate hasta el punto más alto alcanzado. Ambos se sentían descansados y listos para afrontar los últimos ocho largos del camino, “incluido uno más de esos asquerosos 7c’s justo cerca de la cumbre”. Finalmente, conseguían completar la ascensión a las 6 de la tarde.