Dave MacLeod está aprovechando al máximo la temporada que ha decidido dedicar al búlder en Suiza. Después de hacerse con New base line 8B+ en Magic Wood el último día de abril, ha estrenado ahora la página de su libreta dedicada al 8C con la primera repetición de Mystic stylez, problema resuelto por primera vez por Daniel Woods el pasado otoño.
El escalador británico exprime su polivalencia, anotándose las líneas más duras que encuentra de cada especialidad de la escalada, ya sea la invernal británica (Anubis o Castle in the sky), la tradicional británica (Echo wall, Muy caliente! o Longhope direct), la vía larga en otras zonas (Bongo bar en Noruega) o la deportiva (A muerte 9a en Siurana). Todo ello además del búlder, disciplina en la que acaba de demostrar poder rayar también al máximo nivel.
Falta de confianza
Aunque parezca mentira, el experimetnado MacLeod confiesa en su blog que el encadenamiento “ha sido un gran regenerador para mi confianza después de un par de semanas cuestionándome mi habilidad para hacer las cosas”. Y es que, según cuenta en su blog, nada más hacerse con New base line, se dirigió a Mystic stylez, donde su progresión quedó estancada cuando parecía que el éxito tenía que llegar rápidamente.
“Después de hacer New base line unas dos semanas atrás, bajé hasta Muttertag 8A para intentar esa línea así como la entrada sentado de Daniel Woods, Mystic stylez 8C”, señala MacLeod, quien describe la dificultad del problema: “Con sólo tres movimientos hasta la entrada de pie, y por ella misma un duro movimiento de 8A, ¿debería tener algunas presas bastante malas? Las presas parecían mejores de lo que esperarías, pero no es hasta que lo pruebas cuando te das cuenta de que tienen unos ángulos tan malos que moverse entre ellas es desesperante”.
En unos pocos intentos tuvo resuelta la entrada de pie, pero se quedó encallado con la secuencia clave al inicio de la entrada sentado. “Encontré un método para alcanzar el agarre de la mano derecha de la entrada de pie, pero era completamente incapaz de moverme desde esa posición (excepto hacia el suelo)”, apunta con ironía.
Después, las temperaturas empezaron a subir en la zona con el paso de los días. MacLeod siguió intentándolo modificando sus horarios, levántandose a las cuatro de la madrugada y escalando a la luz de su frontal. Pero nada daba resultado y sus pegues cada vez eran peores: “más errores, menos confianza”, señala. Le dio la culpa a las galletas que comía de la sensación grasienta en sus dedos (en realidad, debido a las altas temperaturas) que no le permitía aplicar toda la fuerza a las presas y cambió galletas por manzanas. Siguió intentándolo y fue consiguiendo pequeños avances que le hacían mantener la esperanza.
Finalmente, el tiempo cambió y, coincidiendo con la llegada de las primeras gotas de lluvia y de un descenso de las temperaturas, se hizo con el encadenamiento en el primer intento del día, tras ocho intensas sesiones de pegues. “Todo lo que necesitaba era un viento fresco”, apunta y comenta que “estoy casi seguro de que lo hubiera hecho en cuatro sesiones si las condiciones hubieran permanecido frescas”. “Parece que da igual cuántas veces hayas aprendido que las condiciones importan y que es bueno tener confianza en tu trabajo, es difícil no caer en el pesimismo cuando las cosas no fluyen”, reflexiona.