Lo cierto es que no hay excusas para prescindir del casco en actividades practicadas en la naturaleza o en espacios artificiales como los rocódromos.
Los argumentos esgrimidos por sus detractores no se sostienen a la vista de las últimas creaciones que son a la vez ligeras, compactas, cómodas, bien ventiladas y, en muchas ocasiones, tremendamente versátiles.
Persiguiendo polivalencia y calidad de la protección, además de garantía en el cumplimiento de la normativa exigida en determinadas pruebas competitivas, los fabricantes han ido más allá lanzando al mercado cascos normalizados simultáneamente para varias actividades deportivas con los criterios que marca la ley refiriéndose a cada una de ellas.
Productos comercializados en Europa
Los cascos para montañismo, alpinismo y escalada se certifican en Europa bajo la norma EN 12492 (actualmente EN 12492: 2012) basada en la norma UIAA 106, a la que algunas marcas también someten sus productos.
Obtener la certificación sobre la norma o normas garantiza que superan unas pruebas donde se emulan, en laboratorio, los efectos de los posibles impactos que pueden recibir mientras protegen la cabeza de su usuario en la vida real.
La 12492 engloba productos para actividades como la escalada en roca, el alpinismo, el montañismo la espeleología, las vías ferrata o el descenso de barrancos.
Esta norma se ha ido actualizando con el paso de los años, pues la evolución de la actividad ha llevado a valorar que los ensayos del enunciado original, que contemplaban únicamente impactos en la parte superior y en ningún caso choques frontales, laterales o posteriores, eran claramente insuficientes.
Otras disciplinas precisan distintas especificaciones, pues exigen diferentes características de protección. Así, los cascos para esquí alpino y snowboard deben seguir la norma EN 1077, mucho más exigente que la 12492. Los ideados para bicicleta, skateboard o patinaje la EN 1078. Los de deportes aéreos la EN 966, etc.
Las normas son distintas porque las pruebas realizadas sobre los cascos son diferentes. Y lo son por el punto citado con anterioridad: cada actividad impone diferentes requisitos de protección. La violencia o el área de incidencia de los choques acostumbran a variar de unas prácticas a otras, y eso es algo que se debe tener en cuenta a la hora de realizar los test que desembocan en certificaciones.
Normalización múltiple
Practicar diferentes disciplinas deportivas, o acometer aquellas que combinan acción en distintos decorados y situaciones, implica tener un gran fondo de armario y llevar la mochila repleta de “disfraces”.
O emplear útiles en circunstancias para las que no han sido diseñados, lo que en el caso de los cascos puede desembocar en importantes problemas de seguridad.
Es cierto que resulta extraño combinar una excursión en bicicleta con una escalada, o una cascada de hielo con una aproximación sobre patines. Pero compaginar una ruta alpina con un acceso empleando esquís, o bien subir con estos para descender por otra vertiente de la montaña o por las pistas de una estación, no es algo que resulte infrecuente.
Motivados por estos supuestos, y espoleados por el reglamento de la Federación Internación de Esquí de Montaña (ISMF), determinados fabricantes han decidido diseñar o/y someter a análisis algunos de sus cascos.
Todo ello con el objetivo de que cumplan, a la vez, las exigencias de dos normas: la EN 12492 y la EN 1077, supuesto obligatorio para participar desde la temporada 2016-2017 en las pruebas deportivas auspiciadas por dicha organización.
Como decíamos antes, las exigencias de la EN 1077 son mayores que las de la EN 12492 y todos los cascos que la respetan, o cumplen ambas, son más voluminosos y pesados que los que solo quedan certificados con la norma para montañismo, alpinismo y escalada.
Una pared con un elemento de absorción (espuma, generalmente) más espeso y que cubre mayor superficie del cráneo del usuario –directrices de la EN 1077– es la responsable de ese incremento de masa y volumen.
Pero, por supuesto, el resultado merece la pena por razones evidentes y es el único válido si se quiere participar en algunas competiciones o estar cubierto por el seguro si se desciende por las pistas de determinadas estaciones de esquí.
Combinar la norma EN 1077 con la EN 966 es también habitual. Como lo es ofrecer cascos que pasan la EN 1077 y la EN 1078. No es tan frecuente, pero puede verse igualmente en el mercado, que algunos protectores tengan “triple norma”. EN 1077, EN 1078 y EN 12492 son las que cumple al menos uno de los productos vendidos en la actualidad.
Certificación múltiple
Es importante no confundir el concepto norma con el término certificado. Es cierto que se puede recibir el certificado del cumplimento de una norma, pero también es verdad que se puede certificar algo que no esté normalizado, o al menos que no lo esté por determinadas instituciones, lo que en ningún caso supondría un incumplimiento de la ley.
Expedir un certificado es aportar una garantía, un aval que puede reforzar la confianza en marcas o/y en productos.
El mercado está lleno de ejemplos, algunos de los cuales se han convertido o convertirán en puntos de partida o referentes para estamentos oficiales y organismos internacionales de normalización.
Los cascos actuales pueden contar con múltiples certificados. Por un lado el o los que indican que son conformes a las normas EN. Por otro los que quiera aportar su fabricante: desde los que competen al campo de las autocertificaciones, a los expedidos por instituciones o empresas independientes garantizando homogeneidad en la producción, compromiso con el medio ambiente, etc, etc.
Esto hace que lleguemos, entre otros, al certificado CE como casco para esquí de montaña presentado por algunos modelos.
No sustituye a la norma EN 1077 ni indica que el elemento cumple con las exigencias de la misma. Simplemente expone que el fabricante lo recomienda (basándose en el diseño, sistema de construcción, pruebas internas o externas…) para una actividad que acostumbra a comportar cerca de un 75% de subida o tránsito por el terreno de montaña que podría recorrer cualquier alpinista con un EN 12492, y solo aproximadamente un 25% de bajada, donde no contará con el aval de ir protegido con un cumplidor de la norma EN 1077.
El certificado es un buen modo de seducir a quienes no utilizarían el casco subiendo para que lo hagan, y puede tener su sentido si se escoge un producto muy pesado, aunque menos si se opta por alguno de los ultraligeros doble norma de última generación.
Conclusión
La elección de un casco que cumple diferentes normas y/o está certificado para diversas disciplinas no es solo una excelente manera de ahorrar peso y volumen al acometer actividades que combinen varios decorados o disciplinas.
Es la mejor garantía de estar protegido cuando se practiquen estas, además de un buen modo de rentabilizar la inversión por contar con un único elemento de gran versatilidad.
José Isidro GORDITO