APRENDER PARA PREVENIR

Un rápel… al límite

Dos barranquistas y un descenso por terreno seco. Comienza a desatarse una cadena de errores sumado a algo de fatalidad y mala suerte. Por suerte, casi en el último minuto, los equipos de rescate intervienen con éxito. ¿Cómo se hubiera evitado la peligrosa situación?

Un guía de barrancos durante un curso en el Barranco del Navedo.
Un guía de barrancos durante un curso en el Barranco del Navedo.
Tente Lagunilla | No hay comentarios |

Una pareja de barranquistas ha planeado descender un barranco seco. Han sido previsores en lo que se refiere a la predicción meteorológica, tienen cierta experiencia y se han cerciorado, estudiando el croquis del descenso, de que su objetivo está dentro de sus posibilidades.

Tras ver que el rápel más largo no pasa de 30 metros, han decidido llevar una cuerda de 60. Todo va bien hasta que cometen un error: en el rápel largo se equivocan de instalación y montan el descenso desde un viejo cable que se encuentra 15 metros por encima de la que debía usarse y que no aparece en el croquis.

Posiblemente, los reequipadores no se preocuparon de llevarse el rápel antiguo que se usaba antes y en el croquis no se ha tenido en cuenta este detalle. El cabo de la cuerda se queda a 15 metros del suelo, pero, confiados en lo que marca el croquis, no han comprobado que la cuerda ha llegado al suelo y el primero comienza el rápel. Cuando, en mitad de la maniobra, se da cuenta de lo que sucede, pide ayuda al compañero, pero este lo único que puede hacer es llamar por teléfono al 112. Por suerte, hay cobertura.

El barranquista atrapado en la cuerda está rapelando con un ocho y, conforme pasa el tiempo, se va deslizando por la cuerda, centímetro a centímetro, hacia el cabo… sin nudo. Cada vez está más cansado. El rápel discurre por terreno desplomado y le es imposible acceder a alguna repisa o apoyo. Cuando no le queda ni un palmo para salirse de la cuerda, llegan los ángeles de la guarda, acceden a él desde la grúa del helicóptero, tras asegurarlo lo liberan de la escasa cuerda que le queda entre sus manos y lo suben al helicóptero. Por suerte todo ha acabado bien.

¿Por qué se ha llegado a esta peligrosa situación?

Sería fácil echarle la culpa al croquis por no señalar que, quince metros por encima de la instalación moderna, existía un antiguo punto de rápel. También se podría decir que menudo despiste el descenso sin ver que un poco más abajo había un sólido y reluciente rápel.

Pero esos “despistes” son tan habituales como impredecibles y, quizás en muchas ocasiones, inevitables. Lo primero de lo que los barranquistas debían haberse cerciorado era de que la cuerda llegara al suelo. Si hemos tirado los cabos (siempre midiendo perfectamente la mitad de la cuerda) y se han enredado por el camino o se han enganchado en alguna rama o roca, lo mejor es recuperar la cuerda, volver a lanzarla y estar completamente seguros de que los cabos no quedan bailando en el aire.

Si desde nuestra posición nos resultara imposible comprobar esto, hay formas y técnicas de evitar la situación descrita. Por ejemplo, iniciando el descenso con el fin de comprobar lo anterior y dispuestos (con el material necesario) a remontar por la cuerda los metros descendidos.

¿Cómo se hubiera evitado?

Una vez cometido el despiste de descender desde la instalación errónea, el rescate se hubiera evitado realizando unas maniobras básicas y habiendo practicado antes algunas técnicas de emergencia. Vamos a enumerar algunas de las posibles soluciones.

  • Lo primero, hacer un nudo en el extremo de la cuerda; uno lo suficientemente voluminosos como para que no pase por el ocho. De esta forma ya evitamos lo peor: caer. OJO, en un barranco con agua esto puede ser la causa de un fatal accidente. Estamos tratando ahora de un rápel en condiciones secas, no bajo un torrente.
  • Autoasegurar el rápel con un dispositivo tipo Shunt, cordino con nudo autobloqueante, etcétera. • Saber bloquear el descensor que utilicemos para quedarnos en un punto fijo (por lo menos no seguiremos descendiendo hacia el final de nuestras cuerdas) y poder usar las dos manos y así poner en práctica la maniobra de ascenso por la cuerda fija, por ejemplo con un Shunt, un trozo de cinta y un cordino con un nudo prusik, etcétera. Para ello hay que llevar un mínimo de material de autorrescate y sobre todo saber utilizarlo.
  • El compañero que queda arriba puede bajar por la cuerda en tensión, por ejemplo con un Valdostano trenzado y así acceder hasta su compañero y asegurarlo.
  • Otra opción es que el compañero disponga de una cuerda de emergencia por la que poder montar un rápel hasta su compañero y asegurarlo, o lanzarle un cabo para que se ancle a ella y poderlo asegurar, e incluso subirlo haciendo un polipasto.

Tente Lagunilla
Coordinador técnico del Grupo de Rescate y Salvamento de Castilla y León

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