Pocas veces resulta tan clara la asociación de una sola ruta de escalada con un estilo o modalidad de la vertical. Cuando se habla de escalada deportiva, aparecen muchos nombres de línes famosas; cuando se trata la escalada alpina, más de lo mismo; y de forma idéntica ocurre en el búlder o el multipitch. Sin embargo, muy pocas veces habrá alguien que no nombre en primer lugar a The nose cuando esté la cuestión del big wall sobre la mesa.
Esta vía de 31 largos y 900 metros de altura responde a una dificultad máxima cotada de 5.9 C1 (algo así como V+ y artificial fácil sin necesidad de martillo) o bien con un grado en libre situado en algún punto alrededor del 8b u 8b+. Pero más allá de los números y las letras, como se recuerda a los profanos en la mítica web americana SuperTopo.com, “The nose, como todas las vías de El Cap, es enorme, expuesta y aterradora”.
La primera ascensión
Hasta la década de 1950, escalar en El Capitan parecía algo irrealizable. Cuando la técnica y la tecnología avanzaron lo suficiente, algunos pioneros comenzaron a medirse a las grandes paredes de granito de Yosemite. Y por fin le llegó el turno a El Cap. Esta pared tiene dos orientaciones básicas, hacia el suroeste y hacia el sureste, con una prominente proa que las divide. Esa es la nariz de El Capitan, The nose.
Su primera ascensión fue la obra maestra para la posteridad de Warren Harding, un personaje de película hecho por y para Yosemite. Rebelde, valiente, obstinado, persistente soñador o genial son algunos de los calificativos que definieron su personalidad excesiva, marcada por la bebida y la ausencia de límites. Firmó una treintena de nuevas vías en Yosemite y su influencia fue y sigue siendo de unas dimensiones gigantescas.
Se lanzó a intentar The nose tras la frustración de ver cómo se le negaba la primera ascensión de la Northwest Face al Half Dome, culminada por su adversario Royal Robbins tras fallar él en su intento previo. No pasó ni una semana antes de que Warren Harding, Mark Powell y Bill Feuerer se metieran en la pared el 4 de julio de 1957. Aplicaron un estilo de expedición pesada, con metros y metros de cuerdas fijas para asediar la vía.
Fue tanta la repercusión del intento, que el Servicio de Parques obligó al terceto a bajarse de la pared y dejarlo para el otoño debido a la gran cantidad de turista que se concentraban para observarlos, entorpeciendo el tráfico. Regresaron en otoño, y luego en mayo de 1958, pero no fue hasta el cuarto pegue, que comenzó el 1 de noviembre de 1958, cuando Warren Harding consiguió salir por arriba, el 11 de noviembre, con Wayne Merry y George Whitmore como nuevos compañeros. Atrás quedaban 48 extenuantes días de escalada a lo largo de 18 meses.
El logro tuvo un impacto enorme y colocó a The nose como el big wall por excelencia, una posición que no ha abandonado en sus más de 60 años de existencia.
Historias de escalada, por Jim Bridwell
De Royal Robbins a Jim Bridwell
El adversario de Harding, Royal Robbins fue el autor de la primera repetición de The nose, en siete días de 1960. En cordada con Tom Frost, Chuck Pratt y Joe Fitschen, llevaron a cabo la primera asensión continua de la vía. Su realización demostró que era posible escalar algo tan inmenso y complicado sin recurrir a un estilo pesado y de asedio como se había hecho en la apertura y probablemente sentó las bases futuras de la ética del big wall.
En 1969, fue Tom Bauman quien inscribió su nombre en los anales de The nose, al realizar una impresionante ascensión en solitario autoasegurándose, en cinco días de pared. Fue la primera ascensión en solitario de The nose, llevada a cabo solamente un año después de que Royal Robbins realizara la primera en solitario de El Capitan en Muir Wall.
Otra ascensión histórica en el registro de The nose fue la de Jim Bridwell, John Long y Billy Westbay de 1975, que se convirtió en la primera escalada de la vía resuelta en el día. Invirtieron unas 15 horas, aunque lo más famoso de aquel logro –que sirvió como precursor de los futuros récords de velocidad– fue la fotografía que los tres se tomaron en el valle, con The nose de fondo y vestidos de hippy.
The free nose
El siguiente paso adelante en la evolución y en la historia de The nose fue su liberación. Ray Jardine fue el primero en intentarlo seriamente, en 1981, aunque desistió al toparse con dificultades excesivas. Muchos otros se midieron a la vía en los años siguientes, aunque las secciones de mayor dificultad, concentradas en los famosos largos conocidos como The Great Roof (El Gran Techo) y Changing Corners (Cambio de Diedros) fueron un obstáculo insalvable para todos ellos.
Free Climber, por Lynn Hill
Hasta la llegada de Lynn Hill en 1993. En una demostración sin precedentes para una mujer en un mundo de hombres, la escaladora estadounidense resolvió en su primer intento todos los largos hasta el L26. Aquello incluyó The Great Roof y solamente quedó frenada en el L27 (Changing Corners) por un pitón que bloqueaba un empotramiento de dedo clave. Unas semanas más tarde, se descolgó desde la cima para sacar ese pitón y poder reiniciar su intento de liberación. Asegurada por Brooke Sandahl, Lynn Hill invirtió cuatro días en completar por fin la primera ascensión de The free nose.
A pesar del enorme logro que aquello significó, Lynn Hill regresó a The nose el año siguiente para mejorarlo. En 1994, realizó la primera repetición de la vía en libre, completando la primera ascensión en el día: comenzó a escalar a las diez de la noche e invirtió 23 horas en la pared.
Desde el doble éxito de Lynn Hill, hace ya 27 años, todavía se pueden contar con los dedos de ambas manos las repeticiones en libre que ha registrado The nose en su historia (no se reconoce como escalada en libre la repetición de Scott Burke de 1998, que escaló The Great Roof en top rope):
1993 – Lynn Hill
1994 – Lynn Hill, en el día
2005 – Tommy Caldwell y Beth Rodden, en estilo cordada
2005 – Tommy Caldwell, en 11 horas
2014 – Jorg Verhoeven
2018 – Keita Kurakami, en solitario
2018 – Connor Herson, con 15 años de edad
2019 – Sébastien Berthe
2019 – Barbara Zangerl y Jacopo Larcher, en estilo cordada
Los récords de velocidad
Se suelen recomendar entre tres y cinco días para que una cordada pueda escalar The nose. Hacerlo en el día continúa siendo un buen desafío, aunque algunos escaladores han llevado la cuestión temporal a extremos inusitados. La voluntad de escalar la vía lo más rápido posible ha llevado a la creación de todo un subgénero de la escalada, la escalada de velocidad, que tiene en The nose su pista de carreras más relevante.
Solo en la pared, por Alex Honnold
Figuras como Hans Florine, Dean Potter, los hermanos Huber, Alex Honnold o Tommy Caldwell han pugnado a lo largo de los años –y con insistencia– por rebajar al máximo el tiempo necesario para escalar la vía. El récord de The nose se ha convertido en un título honorífico anhelado por muchos y al alcance de muy pocos. Actualmente, se cifra en la exigua 1 hora y 58 minutos y 7 segundos que invirtieron Alex Honnold y Tommy Caldwell en escalarla el 6 de junio de 2018, en su tercer récord de aquella primavera. Mientras tanto, el récord femenino se sitúa por debajo de las 5 horas, según lo establecieron Libby Sauter y Mayan Smith-Gobat en 2014.
Este es el historial completo del récord de velocidad absoluto de The nose
1958: 11 días en el intento final, por Wayne, George y Warren.
1960: 7 días, por Joe Fitchsen, Tom Frost, Chuck Pratt y Royal Robbins.
1963: 3 días y medio, por Layton Kor, Steve Roper y Glenn Denny.
1967: 3 días, por Jim Madsen y Kim Schmitz.
1968: 2 días y medio, por Jim Madsen y Mike Covington.
1974: 1 día y medio, por Ray Jardine y Chick Holtcamp.
1975: 17 horas 40 minutos, por Billy Westbay, Jim Bridwell y John Long.
1978: 15 horas, por Mike Lechlinski y John Bachar.
1979: Menos de 13 horas, por Thierry Renault.
1984: 10 horas 47 minutos, por Dave Shultz y John Middendorf.
1986: 10 horas 5 minutos, por John Bachar y Peter Croft.
1988: 9 horas 20 minutos, por Xavier Bongard y Romain Vogler.
1990: 8 horas 6 minutos, por Steve Schneider y Hans Florine.
1990: 6 horas 40 minutos, por Dave Shultz y Peter Croft.
1991: 6 horas 1 minuto, Andres Puhvel y Hans Florine.
1991: 4 horas 48 minutos, por Dave Shultz y Peter Croft.
1992: 4 horas 22 minutos, por Peter Croft y Hans Florine.
2001: 3 horas 59 minutos 35 segundos, por Tim O’Neil y Dean Potter.
2001: 3 horas 57 minutos 27 segundos, por Jim Herson y Hans Florine.
2001: 3 horas 24 minutos 20 segundos, por Tim O’Neil y Dean Potter.
2002: 2 horas 48 minutos 50 segundos, por Yuji Hirayama y Hans Florine.
2007: 2 horas 48 minutos 35 segundos, por Alexander Huber y Thomas Huber.
2007: 2 horas 45 minutos 45 segundos, por Alexander Huber y Thomas Huber.
2008: 2 horas 43 minutos 33 segundos, por Yuji Hirayama y Hans Florine.
2008: 2 horas 37 minutos 5 segundos, por Yuji Hirayama y Hans Florine.
2010: 2 horas 36 minutos 45 segundos, por Sean Leary y Dean Potter.
2012: 2 horas 23 minutos 46 segundos, por Alex Honnold y Hans Florine.
2017: 2 horas 19 minutos 44 segundos, por Brad Gobright y Jim Reynolds.
2018 [30 de mayo]: 2 horas 10 minutos 15 segundos, por Alex Honnold y Tommy Caldwell.
2018 [4 de junio]: 2 horas 1 minuto 50 segundos, por Alex Honnold y Tommy Caldwell.
2018 [6 de junio]: 1 hora 58 minutos 7 segundos, por Alex Honnold y Tommy Caldwell.
Push, por Tommy Caldwell. La aventura de un escalador más allá de los límites
Mucho más que una vía
Más allá de la dificultad, el compromiso y la velocidad, The nose se sitúa actualmente en una especie de olimpo de la escalada. Por encima de la propia práctica de la vertical. Prueba de ello son los millones de resultados que arroja una búsqueda en Internet de “nose” y “yosemite”. No solo eso, sino que Google llegó incluso a aplicar la tecnología de su Street View por primera vez a una vía de escalada en The nose.
The nose es historia, es una vía clásica, pero también es presente y representa todavía mucho del futuro de la escalada.