Los cámaras Jimmy Chin y Cheyne Lempe y su ayudante Sam Crossley se han descolgado desde la cima para registrar la escalada de los últimos largos. También hay dos cámaras controladas en remoto en el Boulder Problem y, como es habitual, Tom Evans filma atento con su teleobjetivo desde la base. Una cordada duerme plácidamente en su hamaca y algo les despierta a las 6 de la mañana: “Eh, dormilones, vamos, arriba”, les susurra Alex Honnold. Alguien está escalando sin cuerda Freerider. El Capitán, en libre, sin cuerda..
Serán los testigos de uno de los grandes hitos de la escalada de todos los tiempos. Para los escaladores suena a algo así como el terremoto de San Francisco: todos saben que tarde o temprano ocurriría, pero nadie sabía cuándo.
Un viejo plan
El plan era más o menos secreto. Solo un pequeño círculo de amigos y compañeros de escalada conocían el proyecto pero habían prometido guardar silencio. En cualquier caso, no es posible que dos años de filmación de National Geographic sobre escaladas de Honnold en solo en Estados Unidos, China, Europa y Marruecos pasarán desapercibidos. Había que ser muy ingenuo además para no intuir cuál era la guinda del pastel.
“Me siento un poco desorientado”, confesaba en marzo de 2015 Alex Honnold al escritor Daniel Duane en una entrevista publicada en The New York Times. Unos meses antes su amigo Tommy Caldwell, junto con Kevin Jorgeson, había conseguido la liberación del Dawn Wall y un gran sentimiento de admiración mundial. “Es como si no supiera cuál es mi “dawn wall?”, añadía Honnold. Duane le preguntó entonces que si la idea de escalar en solo integral el Capitán seguía en su mente, a lo que respondió que aquello era ni más ni menos que la culminación de su lista soñada de solos aún por hacer.
En aquel momento recibimos la noticia del gran plan de Alex, algo tremendamente más salvaje que cualquier otra línea de escalada sin cuerda hasta la fecha. No era la primera pista: en un artículo de 2009 aparecido en OutsideOnline.com y titulado “Yosemite Roulette”, Dougald MacDonald preguntaba a Honnold y a Dean Potter por el Capitán sin cuerda. Ambos reconocían que la idea planeaba por sus cabezas.
Freerider
Alguien quiso explicar a un neófito las dimensiones de Freerider y no pudo ser más explícito: “Una pared de la que si caes sin cuerda desde arriba te quedan 14 segundos para pensar cosas antes de estamparte contra el suelo”…
A mediados de los 90, Alex Huber buscaba una buena fórmula para escalar, en libre, el Cap en el día. Salathé era la opción más viable pero había que quitarse del medio el Headwall, la parte más dura de la vía con dos largos seguidos de 8a. Durante sus numerosas incursiones en el Capitán (que incluyeron la escalada en libre del Salathé, entre otras), Alex había escalado en solitario una variante del Headwall a la que llamó Freerider. La línea alternativa comienza con una travesía de 7a+ hacia la izquierda, seguido de otras tres tiradas (7a, 6b+ y 6b+), para retomar Salathé por encima de la Long Ledge.
“Una pared de la que si caes sin cuerda desde arriba te quedan 14 segundos para pensar cosas antes de estamparte contra el suelo”
En 1998, él y su hermano Thomas consiguieron la ascensión en 15h 25 m, dando por inaugurada esta línea que, aparte de evitar el Headwall, también aporta una variante, el Huber Pitch, al Teflon Corner, con una dificultad parecida pero con una escalada menos aleatoria.
Podemos decir que, en libre, se trata de la línea menos dura para escalar el Capitán. Sobre el grado: el croquis original, el de Alex Huber, señala como largo más duro el citado Huber Pitch, marcado con un 5.12d (7c), aunque ahora se gradúa como 5.13a (7c+) tras la rotura de un agarre. En general las cordadas que hacen Freerider prefieren el Teflon Corner ya que, con cuerda, la resolución se hace más llevadera que la del Huber Pitch, también conocido como Boulder Problem.
Otro tramo crucial de la línea es el aéreo Enduro corner que, con cuerda, se despieza en cuatro largos. Si su tramo clave (55 metros) se hace de un tirón, para Adam Ondra alcanza directamente el 8a (5.13b). “Hacerlo en solo ha resultado más fácil que unir los largos con una cuerda que acaba rozando mucho”, declaraba Honnold.
A estas secciones hay que sumar diez largos iniciales que no pasan de 5.11b (6c), pero que son las secciones más inseguras, sobre placas pulidas por el agua. Las palabras que para algunos repetidores define el granito de estos largos es “awfully slippery and awkward” (espantosamente resbaladizo y enrevesado).
Carlos Suárez, quien escaló Freerider hace dieciocho años, resume en unas líneas lo que implica una escalada libre en el Capitán: “Estuvimos cerca de cinco días para llegar a la cima. Recuerdo hacer todos los pasos en libre con unos cuantos reposos, no vi el momento de encadenar aquello a pesar de haber hecho ya varios cientos de octavos, tener bastante experiencia en pared y haber escalado bastante en el viejo granito de La Pedriza. Devolví al llegar a una reunión justo antes del Head Wall; había una travesía que ponía los pelos de punta y no tenía muchos seguros, era fácil perder los nervios… ¡y yo había hecho ya varias vías de octavo sin cuerda!”.
Preliminares
Alex estaba decidido y desde hacía años pensaba en cómo afrontar las secciones clave de la línea elegida: Freerider. Leímos entonces que le inquietaba mucho el Teflon Corner; “Not sweet for free-soloing”, decía literalmente. Not sweet es una forma muy sutil de imaginarse en la tesitura de escalar sin cuerda, a varios cientos de metros del suelo, una sección a bloque de 7c de adherencia pura y oposiciones sobre una losa de cristal llamada ¡la esquina del teflón!… Finalmente optó por la variante de este largo, más dura (7c+) y muy a bloque, pero más segura para un escalador en solo integral.
Su estrategia consistiría en escalar la vía en otoño para conseguir buena temperatura en ese tramo, pero había un problema: en otoño los días son más cortos y, para llegar al maldito largo del teflón antes de que le diera el sol, le tocaría escalar unos 300 metros antes del amanecer. Por otro lado, tendría que subir días, semanas, lo que hiciera falta, para ensayar la sección y dominar cada gesto. Y ¿qué iba a implicar eso? Tener a todo el mundo pendiente. “Mucha presión. Todos mis amigos me enviarían mensajes de texto en plan: ‘¿Qué haces? ¡No seas bobo!’, y me encontraría a tipos desconocidos en el supermercado que me dirían: ‘¿Qué, cuándo lo vas a escalar en solo?’”.
A Alex no le gusta dejar muchos flecos en estas escaladas. Por ejemplo, en 2013, pasó ocho días trabajando Sendero Luminoso (Potrero Chico, México), antes de hacerlo en solo. Subía, bajaba, memorizaba cientos de secuencias…
Así que Honnold ensayó concienzudamente Freerider antes del solo, e incluso se había echado para atrás en intentos previos de escalarla sin cuerda al encontrarse nervioso y no verlo del todo claro. Sumando Salathé y Freerider, había escalado la línea unas quince veces. En algunas escaladas paraba en los tramos más delicados para repetirlos una y otra vez hasta encontrar la secuencia perfecta. Y no descuidó los largos iniciales, más fáciles pero más precarios y aleatorios: “Hice el quinto largo cinco veces seguidas sin usar las manos; eso me dio bastante confianza: si podía escalarlo solo con los pies es que la cosa iba bien”.
“Me preocupa morir joven, por eso me he pasado un año o dos preparándome. Subí El Cap sin caídas en 2008, así que físicamente estaba a la altura hace ya años. Lo que me ha llevado mucho tiempo es adquirir la suficiente confianza como para hacerlo”.
Unos días antes, el 29 de mayo, encordado con su amigo Tommy Caldwell, escaló la vía para echar un último vistazo. A partir del Boulder Problem tiraron en ensamble; tardaron cinco horas y media y batieron su propio récord de velocidad. “Alex estaba on fire”, decía Caldwell. “Nunca lo había visto escalar tan bien”.
Unas inoportunas lluvias posteriores a la escalada con Caldwell obligaron a Alex a regresar una vez más, subir a la cima, rapelar la vía para comprobar que todo estaba seco y marcar algunos agarres con magnesio.