SÍ SE PUEDE

Cómo sobrevivir a unas vacaciones de escalada con niños… y seguir sonriendo

Con todo el humor del mundo, el escalador Iker Uranga –que además es profesor de ciencias en Secundaria, ingeniero agrónomo y del medio rural y padre de tres hijos– nos comparte su experiencia de unas vacaciones de escalada en familia. Lo sitúa en el escenario de las Gorges du Tarn, aportando valiosos consejos.

Iker Uranga | No hay comentarios |

Cuando desde la ingeniería se quiere diseñar un proyecto, y que salga bien, lo primero que toca hacer es analizar las variables que influyen a dicho proyecto. Si hablamos de barcos, habría que analizar la flotabilidad de los materiales, los previsibles impactos laterales de las olas sobre el casco en función del océano para el que se diseña, etc. En agronomía, habría que analizar el tipo de suelo, disponibilidad de agua, posibles plagas de la zona, riesgos de heladas, “ataque” de pájaros en época de fructificación, etc.

Si queremos que salga bien, o por lo menos hacer todo lo que está en nuestras manos para que así sea, hay que pensar en las posibilidades más desfavorables: siguiendo con el último ejemplo, que el suelo pueda tener deficiencias, que cientos de pájaros vendrán a por las cerezas (por tanto tener preparada una malla para cubrir los árboles, etc.).

Y, ¿en vacaciones de escalada con niños?

Viajar y escalar con niños y sobrevivir en el intento es, como tal, un proyecto. Y para que nuestro sistema cardiovascular se mantenga entre 60 y 80 pulsaciones, el sistema nervioso simpático siga haciendo referencia a su nombre, y no darse la vuelta en el Km 20, conviene pensar en las variables, posibilidades, y prepararse para ello. Pero primero vamos a divagar un poco en la maternidad y paternidad, que el proyecto lo merece. El arnés sigue siendo el mismo que el de antes del parto, pero el o la que lo lleva ya viene sufrido/curtido cuando se plantea el primer viaje.

Por eso, antes de entrar al meollo, me permito identificar unos síndromes que en nuestra sociedad parece que se contagian y/o difunden en cuanto la criatura viene al mundo, y que dificultan mucho saber bien hacia dónde poner la brújula familiar, es decir, cómo se hace suuuper bien de madre y de padre para que todo esté bajo megacontrol. Es que ni es necesario ser tan perfectos.

Profundicemos: mientras que nadie te preguntaría jamás “¿cómo es que estudiaste magisterio? ¿por qué eres carpintero?… En cuanto el bebé está en tus brazos y te inmerges en la sociedad, ya sea en el entorno familiar, ya sea en el de amigos y conocidos… uno empieza a escuchar preguntas tales como “¿Y cómo es que le vais a dar pecho tanto tiempo? ¿Y siendo gemelas, estáis locos? ¿y no hacéis nada para que duerma mejor?”.

Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga
Vacaciones en familia y con amigos. Foto: Iker Uranga

Para meterle un poco de pimentón a las dudas e inseguridades que ya se tienen cuando se es madre/padre, más de muchos verán la escalada como algo totalmente contraproducente y peligroso, que lo puede ser si se hace mal, pero particularmente casi me da más miedo quedarme varios días de lluvia en un centro comercial deambulando…..más por la sensación de nebulosa mental y bajón que se acumula. Como dijo aquel, cuando eres padre los días son largos y los años cortos. Y esos días largos yo no los puedo pasar dando vueltas en un centro comercial. Me muero de la apatía. Ante la apatía, acción.

Además de los comentarios (que contribuyen más a una neurosis que a un apoyo real de transmitir confianza a que cada pareja lo haga lo mejor que sabe y puede, a vista) hay variables que son incontrolables. Si, incontrolables. Si te toca un crío que llora como un becerro por las noches, hay que darlo todo y ponerse una faja lumbar …..pero no habrá varita mágica para que “sobe” 10 horas cuando nos apetezca. Es ahí donde debería estar Redbull patrocinando, pero bebiendo tila…

Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga
Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga

La sabiduría de la aceptación

Hay otro tema subterráneo curioso que, aunque pareciese que “estuviese haciendo pis fuera de tiesto”, en una época en la que las filosofías antiguas, las religiones… y su influencia parecen no existir, defiendo su existencia (aunque sea subterránea, afecta a nuestras raíces del pensamiento) y pueden ayudar a comprender lo que a veces nos puede pasar, también en el viaje de escalada con niños:

Algunas religiones politeístas (hinduismo, jainismo,….) plantean el tiempo como algo circular y distintos “dioses” te guían en las fases (nacimiento, vida, muerte); estas religiones, a pesar de que también “pierden aceite”, por ejemplo en la organización social (castas, etc.), tienen la virtud de contribuir a la aceptación de lo que ocurre, bueno y malo. Acepta lo que pasa, todo cambia, todo evoluciona. Time is circular, give it a chance.

En el budismo se mencionan “tres serpientes” como aquellas que hay que evitar si uno quiere disminuir el sufrimiento, siendo este último inevitable ya que es parte de la vida, según dicen. La primera serpiente es la codicia/avaricia (‘siempre más!), la segunda el odio (el enfado con alguien, con el crío… porque te está haciendo “la vida imposible”); el tercero es la estupidez. No sé si en este caso el orden de las farolas altera el alumbrado pero, por los menos las primeras dos, son clave para seguir con el sistema cardio semi-bien. No siempre se cumplen los planes. No pasa nada. Sándwich de jamón y queso en un área de servicio, unas canciones y la vida sigue.

La religión “que nos ha tocado”, y que aunque muchos de los lectores rehuyan de sus dogmas (incluido yo), hay que asumir que está en la sociedad y en nuestra cultura profunda. Entendemos el tiempo como una línea recta, finita, que se acaba. Eso nos lleva a correr. Hay que correr y buscar la felicidad cada momento. También, en cierta forma, exige perfección en nuestros actos, y si fallamos llega luego la culpa, la gran neblina que no deja ver con claridad y perspectiva lo ocurrido. Y entre las prisas, el hay que aprovechar… malos ingredientes son para sobrevivir semi-felizmente a un viaje de aventura y escalada con críos, sobre todo cuando son pequeños, no dominan el lenguaje, no les entendemos, etc.

Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga
Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga

Mis tres dioses

En estos años he verificado que sí que hay tres dioses que nos acompañan en cuanto montamos en el coche: son Murphy, Faemino y Cansado. El primero porque todo sale al revés de lo previsto, y los segundos porque son unos “fastidiones” y nos plantean el reto de reírnos de nosotros mismos cuando eso ocurre. Difícil reto cuando se tiene sueño, hambre y prisa. Imposible, a veces.

Reunamos por fin los ingredientes para amasar el viaje: nos ponemos en la hipótesis de la situación más desfavorable; el viaje lo haremos en familia, no con otros amigos con críos, así el reto y el artículo va a tener más jugo; intentamos pensar en lo que puede suceder para prevenirlo, y cuando algo salga al revés….. ajo y agua.

Montamos en el coche, viaje de 6 horas hacia el Tarn. En el Km 5 una cría pregunta ¿cuánto falta? La otra hija de repente dice “tengo ganas de hacer cacas”. Ya están Faemino y Murphy en acción. Eso ocurrirá, aceptémoslo, aunque duela. Luego están los mareos, el hambre, la sed, pon esta canción, pon la otra….. en pocas palabras, la aventura y el reto comienzan en el Km 0. Ahí, cada maestrillo su librillo.

En nuestro caso, que los críos tienen 7, 7 y 10 años. Ya vamos en camino al Tarn. El que diga que la era digital trae sólo problemas, que cómo molaban los mapas en papel (que sí que molaban) no os ofendáis, miente. Google maps ha hecho que el índice de discusiones en pareja en viaje disminuyan en un 80%, o sea que veamos también que “semos” gente preparada y actualizada para sacar provecho de lo bueno.

Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga
Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga

Llegamos al Gorge du Tarn tras 6 horas (de Google maps), perdón, tras 9 horas reales, pero sin perdernos. Aquí es muy recomendable alzar la voz al cielo y decir “¡reunión!”: “Equipo, vamos a ir a un camping, por las mañanas iremos al río, haremos barquitos, haréis amigos aunque si estos son holandeses ya podéis sacar todos vuestros mejores recursos sociales, echaremos partidas de pingpong…. Y por las tardes, que al muro le da sombra, iremos a escalar. Ok?”. “Ok! Ok! Ok! Ok! Ok!”. También tienen derecho a saber el plan diario. Les ayuda a regularse.

La virtud está en el equilibrio

Nosotros creemos que la virtud está en el equilibrio. Nos encanta escalar pero, siendo sinceros, a los críos les vemos felices cerca del agua, en piscinas, andando en bici… o sea que nos gusta combinar. Naturaleza, exploración, aventura, juegos, escalada.

Vamos por la tarde al muro (con o sin lamentaciones). Toca ir a escalar. Aproximación sencilla, petateo, saucisson local, agua, cuadernos “Rubio” por si acaso, piedras del río y unos rotuladores especiales para hacer artesanías sencillas, pulseras, etc. Recursos por si llega la situación más desfavorable: aburrimiento mientras esperan su turno y empiezan a pelearse justo cuando afrontas un paso de placa y además ves que te espera un mallón. Malo, mu malo. Ahí ni budismo ni nada. Hay que salir por arriba y rápido. O bajarse, y rápido.

Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga
Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga

Algunos trucos

Con esos recursos (cuadernos…), los niños con el casco puesto, escalando a turnos (y el de 10 asegurando con el Ohm, una vez bien formado), se hacen unas cuantas vías. Ahora sí una recomendación-dogma: de todo lo leído, apuntaros esta: los niños, en general, suben bien pero a la hora de colgarse y comenzar a bajar, muchos entran en pánico/susto, sobre todo si las vías son de placa. No se suele empezar a escalar desplomes, por tanto, la placa es la base de la pirámide.

Esa escena es fácilmente evitable: en lugar de atar el extremo de la cuerda al arnés del niño, es mejor coger 15 metros de cuerda, y en el metro 15 hacer un ocho doble. Ese ocho se une al arnés del niño con uno o dos mosquetones de seguridad contrachapados (en dirección opuesta). A mí no me gustan los de cierre automático porque el crío, en un momento de susto si se agarra al mosquetón y hace el giro con su manita, podría abrirlo. Mosquetones de seguridad de rosca bien cerrados. Comienza a escalar….. y esos 15 metros de cuerda quedan abajo…… y cuando ya está arriba y toca bajar (y le da miedo), desde abajo se agarra el extremo de la cuerda y con suavidad se le separa de la pared al niño “¿Ves? no pasa nada”, y en el descenso se evitan golpes en tobillos, rodillas, etc., porque podemos bajarlo separado de la pared.

Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga
Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga

Otro método que funciona para iniciarlos al juego de la escalada, ya que todos los niños quieren ser bomberos (ahora sé por qué), es poner varios peluches en la vía que vayan a hacer. En el metro tres una vaca, en el 10 un zorrito, en el 15 un mono….o playmobils o superzings o lo que sea. Así los objetivos a conseguir, desde la mirada del niño, son asumibles y recibe su recompensa/satisfacción en cada uno de esos rescates. No es todo o nada, rollo binario: o bajón o llego a la cadena. Se trata más de que los esfuerzos tengan sus recompensas y que el crío vaya cogiendo confianza y soltura desde el prisma del juego.

Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga
Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga

Ahora es cuando me cae el chaparrón, a riesgo de tener “haters”: no siempre es recomendable que la madre y el padre, o los que sean, estén siempre juntos en ese momento en el pie de vía. Sobre todo si el chaval ya va de primero, y unos de los adultos está más nervioso y tienes más miedo, se puede caer en decir esas cosas como “Venga! Tranquilaaaaaaa! Cuidado! Sube este pie! Sube este otro!”, a un volumen de surround system. Aunque con buena intención, no contribuyen a la calma y sí a la tensión/presión. Por tanto, es un juego, se puede vivirlo como tal, y si se frustra porque no puede más, no puede más. Y si se vuela, aseguramiento dinámico. De eso también se aprende. Aceptación.

Así, con la combinada de: mantener el control con el extremo de la cuerda, invitar al crío a se cuelgue en el metro 2 para que vea que no pasa nada, ponerle retos para que rescate a sus peluches, y aceptando que la escalada es un proceso largo de confianza, fuerza, técnica, y que lleva su tiempo, la experiencia puede ser bonita y enriquecedora. Afortunadamente venimos de los homínidos y es alucinante lo bien que escalan los críos, siempre que sepamos ayudarles a aceptar y comprender sus sentimientos, y guiarles en los momentos “volcánicos”.

Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga
Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga

Cuando acaba la jornada, se abre de nuevo el telón y sale Murphy. Y cuando estás reventado te das cuenta de que un cuaderno está en Murcia, el otro en Jaén, los rotuladores sin tapa, la niña se hace cacas, el otro tiene hambre….. y con algo de apoyo de Faemino y Cansado y siendo un poco cabrónido (“hasta que recojáis todo esto no cenamos, tranquilos que no hay prisa”) conseguiremos llegar al campo base distribuyendo esfuerzos, y cenaremos contando las batallitas del día para luego dormir como lirones.

Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga
Vacaciones en familia en Tarn. Foto: Iker Uranga

Una última cuestión, sin querer caer en el paternalismo, pero a veces se nos puede olvidar: conviene siempre llevar botiquín básico: pinzas, desinfectante, puntos de sutura de tela, tijeras, gasas y esparadrapo. Por si las moscas.

Con todo, y queriendo ser totalmente respetuoso con la máxima de “cada maestrillo su librillo”, algunos de estos consejos, los de cómo asegurar y facilitar la motivación de los críos, funcionan.

Feliz viaje, supervivencia y mejor disfrute. Que la aventura nos acompañe, siempre. Y, a la mala (que ni tan mala), nos vemos en la playa haciendo castillitos de adherencia.

IKER URANGA

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