En esta larga conversación que mantuvimos con Carlos Suárez pocos días antes de su partida al Laila Peak hablamos sobre muchos temas, desde lo que representa para él volar con traje de alas, a cómo ha superado el miedo tras su accidente en Los Galayos… también nos cuenta el proyecto que le ha tenido centrado los últimos días antes de su partida: saltar por primera vez con traje de alas de lugares emblemáticos como el Mallo Firé (Riglos) y la Paret de Diables (Montserrat), y hacer también, a la vez, uno de los saltos más bajos y más altos que se pueden hacer en traje de alas en nuestro país: desde el Mallo Firé (160 metros) y en el Valle de Liébana (1.400 metros de desnivel).
«Un año «gratis» que me ha hecho reflexionar mucho sobre el sentido de la vida»
Ha pasado un año de tu accidente en Galayos y sigues practicando el salto base, ahora con traje de alas, y otra vez has estado realizando saltos base de alto compromiso muy pocos días antes de partir de expedición. Supongo que le habrás dando muchas vueltas a si debías hacerlo o no…
Hace exactamente un año del accidente que tuve en los Galayos haciendo salto base, que casi me costó la vida. Tenía la sensación de tener que celebrarlo de alguna manera. Ha sido casi como un año «gratis» que me ha hecho reflexionar mucho sobre el sentido de la vida, el sentido del riesgo, todo lo que he arriesgado haciendo alpinismo… Sabía que algún día podía tener un accidente de ese nivel y me sentía muy afortunado por no haberlo tenido. No significa que no siga teniendo miedo y tampoco que no quiera hacer montaña al mismo nivel que hasta ahora, incluso con la misma implicación de riesgo.
Ahora, curiosamente, me he encontrado con una situación parecida a la del año pasado. Me iba de expedición en una semana y me encontraba con la duda de tener que decidir entre seguir saltando, para así estar con mucha costumbre de estar «volando» todos lo días con el traje de alas para poder saltar en el Laila Peak; o no saltar y no arriesgarme a tener cualquier pequeño esguince o un mínimo accidente, que puede ocurrir perfectamente en un aterrizaje, y volver a perder la oportunidad de irme de expedición.
«En una semana he podido celebrarlo de la mejor manera posible: con el salto más bajo que se puede hacer (desde el Firé) y el más alto (Valle de Liébana)».
Y finalmente decidiste arriesgar y seguir saltando…
Al final me he decidido por saltar y poder superarlo. Celebrarlo de verdad saltando de algunos sitios emblemáticos. Por ejemplo del Mallo Firé: me hizo especial ilusión saltar con traje de alas en Riglos. Después fui a Montserrat donde salté de la Paret de Diables, un salto que nunca se había hecho con traje de alas, y mas tarde, en el Valle de Liébana, hice uno de los saltos más largos que se pueden hacer en España: 1.400 metros de desnivel. Un salto con traje de alas muy emocionante: la salida es de unos 160 metros justos, donde no hay posibilidad de tener un error a la hora de salir. Iba con mis grandes amigos del salto base que son Armando del Rey y Darío Barrio, con quienes salto últimamente no sólo desde paredes sino también de avión, y nos salió muy bien. En una semana he podido celebrarlo de la mejor manera posible: con el salto más bajo que se puede hacer (desde el Firé) y el más alto (Valle de Liébana).
«Estamos redescubriendo la montaña y esto nos hace sentirnos motivados y emocionados».
¿Del salto base has pasado al salto con traje de alas? ¿Qué ha supuesto para ti?
Estamos viviendo una pequeña época dorada. En Europa se hacen cosas muchísimo más difíciles, pero en España somos pioneros en cierto sentido porque estamos haciendo cosas que no se habían hecho antes. Aunque no le doy ninguna importancia, es verdad que estamos redescubriendo la montaña y esto nos hace sentirnos motivados y emocionados. No puedo pedir más desde el accidente que tuve el año pasado. Tengo muchas ganas y mucha motivación de hacer grandes cosas. El objetivo fundamental es intentar alcanzar la cima del Laila Peak que es un viejo sueño de Ramón Portilla, donde estuvo este invierno, y ya es la sexta vez que va. Si tenemos la suerte de subir, trataremos de hacer un salto con el traje de alas de dosmil metros de desnivel hasta el campo base. Esa es la idea y lo estamos preparando. Estamos saltando desde paredes con pocos metros en la salida para empezar a volar y yo creo que si encontramos la salida adecuada con suficiente altura, vamos a poder salir volando de la cima del Laila Peak.
«He tratado de no pensar demasiado, de no «regocijarme» en el accidente que he tenido y volver a ser lo que era».
Tras el accidente que tuviste en Galayos ¿te resultó fácil psicológicamente volver a volar?
Psicológicamente volver a volar después de Galayos fue un poco traumático. Intenté no volcarme demasiado en pensar qué iba a hacer y qué no iba hacer. Ha sido difícil después de darte un golpe de ese calibre, en el que me rompí la mandíbula por tres sitios, los pómulos cerca del ojo, tres costillas… Ha sido difícil plantearme el volver a arriesgar y volar desde sitios complicados. Pero he tratado de no pensar demasiado, de no «regocijarme» en el accidente que he tenido y volver a ser lo que era. Creo que tenía una ventaja y es que llevo muchos años haciendo montaña, arriesgando mucho, y se ver la diferencia de nivel en los riesgos que asumes. Como en todo hay niveles y en el salto base hay saltos más peligrosos que otros. Hay saltos bases que se podían clasificar casi de seguros. Hay saltos que puedes hacer de una forma sencilla: el paracaídas se va a abrir siempre, si no hay objetos cercanos la apertura será correcta, y sin viento abres y ya está. Otra cosa son los saltos con trajes de ala que estamos haciendo ahora desde montañas. Para eso he estado todo el invierno saltando mucho en la zona de paracaidismo, para tener precisión y saber volar bien el traje.
«Cada vez más se va a unir el salto a la escalada, aunque lo que no sé es si tiene un sentido práctico el subir y bajar volando».
¿En qué se diferencia un salto base de un salto con traje de alas?
La diferencia entre un salto con traje de alas y un salto base normal es que todo se complica un poco más. Primero tienes que tener la experiencia de saltar con un traje con alas, ya no sólo con los trajes pequeños que eran con los que saltábamos antes, sino también con los grandes que son como mantas. Estos te permiten volar como una ardilla en una tasa de caída de 2.5 (por cada 2,5 metros que avanzas caes un metro). La diferencia que puede aportar al mundo de la montaña es que ahora se va a pensar en bajar desniveles lo mismo que antes pensábamos en abrir vías de escalada. En el valle de Liébana, donde estamos haciendo todos estos saltos, descubrimos líneas cada vez, diferentes, y podemos plantearnos decir “vamos a tirar por aquí, vamos a ir por allá, vamos a tirarnos siguiendo esta trayectoría…”
De alguna forma se abren nuevas “líneas aéreas”. Yo creo que cada vez más se va a unir el salto a la escalada, aunque lo que no sé es si tiene un sentido práctico el subir y bajar volando. Desde luego que es mucho más cómodo, pero necesitas que alguien cargue el paquete. Todo eso necesita perfeccionarse. Desde luego que parece sensato bajar en menos tiempo. Si subes una montaña como el Laila Peak y bajas en dos minutos al campo base pues suena muy bien, pero la historia es que tiene que haber una infraestructura detrás y alguien que te apoye.
«Me he encontrado con un montón de «juguetes» para poder redescubrir la montaña».
¿Qué ha supuesto para ti el descubrimiento del salto base?
Lo que a mi me ha ocurrido con el salto base es que tenía toda la experiencia de la montaña detrás. Empecé a conocer el mundo del paracaidismo y algunas historias me recordaban las del mundo de la escalada. Me encontré con la posibilidad de disfrutar en la montaña con un equipo de salto base con todas las posibilidades que me ofrecía mi experiencia como escalador. Me he encontrado con un montón de «juguetes» para poder redescubrir la montaña: saltos diferentes, paredes que no se habían saltado, paredes que había escalado jugando con el vacío. Ahora no es jugar con el vacío sino estar dentro de él, explorarlo y estar a gusto volando literalmente por los sitios donde siempre había escapado de él. He aprendido de escaladores y saltadores internacionales que estaban adelantados en este sentido como Leo Holding o Dean Potter. Eso me ha hecho ver una vez más las diferencias entre el alpinismo, la escalada o el salto base en España con respecto a otros países, donde como siempre llevan un punto de adelanto. Eso me ha hecho ver también cómo íbamos a vivir una época dorada muy divertida e interesante, pero que a mi me permite ver cuál es el nivel que hay fuera. Ahora mismo Alexander Polli en Montserrat ha pasado por un agujero que es un salto que está a años luz de lo que cualquier español se puede plantear. Es una cosa que va a costar años que se repita. Hay que tenerlo muy claro para poder hacer algo parecido. No solamente eso, también están los saltos que se están haciendo en los Alpes y en otros sitios del mundo.
«Hay que saber darse la vuelta, igual que cuando estás escalando tienes que aprender a darte la vuelta cuando estás cerca de la cumbre».
¿Qué es lo más complicado en un salto con traje de alas?
Lo más difícil de un salto base con traje de alas es que tienes que medir muy bien la altura, el tiempo (son segundos), la velocidad con la que puedes dar en la zona de impacto para poder liberar con un cierto margen. También la longitud, hasta dónde puedes llegar y dónde puede haber una zona de aterrizaje relativamente segura. Que no haya vientos es muy importante; un poquito de viento te puede ayudar pero si es un viento racheado se convierte en todo lo contrario. Hay que saber darse la vuelta, igual que cuando estás escalando tienes que aprender a darte la vuelta aunque estés cerca de la cumbre. Seguir tu instinto es muy importante para «controlar» el riesgo en el salto base. Un salto sin traje de alas, en teoría es más sencillo porque con «solo» 80 o 90 metros de vacío vertical puedes saltar, abrir el paracaídas y salir volando sin más. El traje de alas nos gusta más porque te separas de la pared. Es cierto que necesitas más experiencia pero eliminas el riesgo de impacto con una pared nada más abrir el paracaídas, con lo cual es una ventaja.
«La idea de salir volando desde la cima del Laila Peak y volar 2.000 metros de desnivel hasta el campo base va a ser algo increíble».
¿Porqué el Laila Peak?
El Laila Peak en realidad es un viejo sueño de Ramón Portilla que ha intentado ascenderlo cinco veces y tenía muchas ganas de volver. Ha estado este invierno con Alex Txikon. Quiere llegar a la cima e ir con alguien con quien pasarlo bien. Nos planteó la idea de poder ir allí, porque además sabía que tenemos posibilidades de salir volando. Hay un desplome cerca de la cima, la conocemos porque hemos visto fotos aéreas y parece que es bastante asequible. Para mi no deja de ser una actividad muy interesante, vanguardista. No es una escalada del máximo nivel en el Himalaya, pero es una actividad con una concepción moderna y divertida donde sobre todo nos lo queremos pasar bien. Voy con dos amigos: Ramón Portilla y Darío Barrio -que alpinísticamente hablando tiene menos experiencia pero es un gran atleta y además vuela muy bien el traje de alas,- por lo que tendré un gran apoyo.
La idea principal es subir a la cima. Yo con eso voy a volver más que contento, si además logramos saltar, le ponemos la guinda al pastel. La idea de salir volando desde allí, volar 2.000 metros de desnivel hasta el campo base va a ser algo increíble. Ojalá nos salga y lo podamos contar.
«Saltar con un traje de alas es la sensación auténtica de planear sabiendo que estás perdiendo altura y que siempre caes».
¿Cuál es la sensación que se tiene volando con traje de alas?
Volar con un traje de alas es lo más parecido a volar con los medios que tiene el hombre de forma natural. Con un poquito de membrana; al final es poner un trozo de tela en tu cuerpo. Es lo que siempre has soñado cuando eras niño, cuando te ponían una sábana. Es volar literalmente con tu cuerpo. Es totalmente distinto a cuando vuelas con un parapente o con un paracaídas. Saltar con un traje de alas es la sensación auténtica de planear sabiendo que estás perdiendo altura y que siempre caes. No deja de ser una sensación muy parecida a lo que hemos buscado siempre en la escalada. Cuando haces una escalada de una pared de más de mil metros al final buscas el largo concreto, esos minutos de adrenalina al máximo nivel que tu te puedes exponer. En el caso del vuelo con traje de alas es exactamente lo mismo concentrado en el minuto de vuelo.