Caminamos por un sendero de buena mañana. El sol, que acaba de asomar por entre las peñas, apenas calienta. Los pequeños charcos del camino, cubiertos con una fina lámina de hielo, crujen cuando los pisamos. Acordamos parar y tomar un refrigerio. Bebo de mi cantimplora y una navaja helada atraviesa mis encías. Mi compañero saca de la mochila un termo reluciente y sirve una humeante taza de té. La vida parece regresar a nuestros entumecidos dedos ¡Y yo que pensaba que estos trastos sólo los utilizaban los domingueros cuando salían a merendar al campo!
Cuando el frío se hace sentir, hay pocas cosas más reconfortantes que tomar una taza de líquido caliente, ya sea éste un caldo, una infusión, o un café con leche. Es fácil satisfacer esta virtuosa apetencia cuando estamos en casa o en la ciudad. Pero es bastante más difícil cuando las ganas nos sobrevienen en medio de una excursión campestre. En estos casos sólo quedan dos soluciones: o llevamos una cocinilla y hacemos un alto o lo calentamos antes de salir de casa y lo metemos en un recipiente isotérmico, lo que en lenguaje llano conocemos como termo, vamos.
Esos entrañables
objetos
Los termos son objetos muy familiares. Recordamos con cariño las tazas de leche o cacao que nuestras madres nos daban durante las excursiones. Sin embargo, cuando tuvimos ocasión de decidir por nosotros mismos optamos por la cantimplora monda y lironda. ¿Por qué? Posiblemente porque los termos abultan en exceso, y esto, cuando hay que cargar con una mochila, es un asunto serio. El advenimiento de materiales más sofisticados ha propiciado un resurgimiento de estos útiles que ahora ofrecen mejores rendimientos.
Los termos, sean cuales sean los materiales que se utilicen en su construcción, responden siempre al mismo principio: dos recipientes, uno exterior y otro interior, separados por un material aislante. La cuba exterior puede ser de aluminio, acero inoxidable y plástico. La ampolla interior, puede ser, además, de vidrio; si es de plástico (polietileno) éste debe estar tratado para soportar temperaturas de 100ºC (cuanto más caliente metamos el líquido más tiempo se mantendrá una temperatura «confortable»). El relleno aislante suele ser espuma de poliuretano o de polietileno. Algunos termos modernos han sustituido la espuma aislante por una cámara al vacío, con muy buenos resultados.
Los mejores termos son los que están fabricados íntegramente con acero inoxidable, pero a cambio son más caros y pesados. El rango de uso normal Algunos ejemplares pueden conservar la bebida caliente más de 24 h.
La mayor pérdida térmica en los termos se produce por la boca. Por eso hay que prestar mucha atención al acabado en esta parte.
La mayor desventaja de estos ingenios es su desmesurado volumen. Por ejemplo, un termo de 0,5 litros ocupa tanto sitio como una cantimplora de 1 litro. Los termos se fabrican en varios volúmenes. Los más usuales son de 0,3, 0,5, 0,75 y 1 litro.
Los termos son muy útiles y prácticos en excursiones cortas en las que el factor peso y volumen no es determinante.
Fundas aislantes
Consciente de los problemas de volumen y capacidad que tienen los termos, los mismos fabricantes idearon como alternativa las fundas térmicas para cantimploras tradicionales, un sistema bastante más barato, cómodo y ligero, pero también menos eficaz a la hora de mantener los líquidos calientes.
Como sucediera con los termos, hay muchos modelos de fundas térmicas, pero en el fondo todas son iguales: se trata de envolver la cantimplora con un material aislante que suele ser, como en los termos, espuma de poliuretano, de polietileno o planchas de goma espuma. El exterior puede ser de nailon, cordura o cualquier otro tejido flexible pero resistente. La cantimplora o botella hace las veces de ampolla interior.
Las fundas más habituales suelen ser cilíndricas, es decir, no sirven para cantimploras tipo explorador o far west. Los volúmenes que se comercializan son de 1 y 1,5 litros, aunque hay algunas marcas que pueden llegar a albergar botellas de 2 litros.
Las ventajas de este sistema son su reducido precio, peso ligero y que no añade casi volumen al de la cantimplora. Esto último es aún más si se combina con un recipiente flexible de polietileno (botella de refresco).
A cambio, su capacidad aislante es muy limitada. Las mejores fundas pueden mantener un líquido caliente poco más de 4 o 5 horas. Hay que tener en cuenta, además, que si usamos una cantimplora de fortuna (botella de refresco), no podemos llenarla con agua hirviendo ya que corremos el riesgo de «derretir» el polietileno. Estos recipientes sólo se pueden llenar con líquidos a 50 o 60°C. También hay que tener cuidado con las cantimploras de aluminio. A no ser que lleven un tratamiento especial, hay que evitar llenarlas con líquidos ácidos (zumos) o agua hirviendo, ya que el aluminio desprende radicales libres.
En definitiva, las fundas térmicas son muy útiles para excursiones de varios días o actividades en las que el peso y el volumen sean factores decisivos. También son muy eficaces en condiciones atmosféricas que no sean muy extremas. En todo caso siempre es mejor llevar una funda térmica a no llevar nada.
Cantimploras isotérmicas
Algunos fabricantes comercializan cantimploras isotérmicas. Los hay de dos tipos: una bolsa de polietileno multifilm metalizado cubierto por una fina película aislante y protegido por una funda de nailon; y las rígidas, que son termos en toda regla, pero sin componentes metálicos. Estas últimas son botellas de plástico apto para alimentos envueltas por una masa rígida de espuma de polietileno de alta densidad protegida por una funda textil resistente. Algunos modelos vienen preparadas para ser transportados como riñoneras.
La relación volumen-rendimiento térmico de estos modelos no es muy favorable. Aunque a su favor cuenta con un precio bastante económico.
Dioni SERRANO
COMO FABRICARTE TU PROPIO TERMO
El precio de las fundas térmicas no es decisorio a la hora de pensar en comprar una, ya que son bastante económicas. Pero puede haber excursionistas que por distintos motivos quieran fabricarse su propio termo aprovechando algunos materiales de deshecho, como una colchoneta aislante rota (material microporoso de alta densidad con espesores de 8 a 12 mm). Las cantimploras más fáciles de aislar son las cilíndricas, aunque con un poco de maña a cualquier otra se le puede hacer un traje.
Vamos a ver los pasos a seguir para convertir una botella de refresco en un auténtico termo. No hay que decir que el mismo sistema es válido para la cantimplora de aluminio.
El material aislante que vamos a utilizar lo sacaremos de una vieja colchoneta (…..). Las herramientas que necesitamos son: regla métrica, cuchilla, pegamento y cinta americana.
l Calculamos el diámetro de la botella y la altura. Cortamos un rectángulo con estas medidas.
2 Unimos provisionalmente con un poco de pegamento o con cinta aislante los extremos del rectángulo correspondientes a la altura. Comprobamos que la botella entra bien pero con rozamiento.
3 Recortamos un círculo de material aislante del mismo tamaña del círculo exterior y lo pegamos al cilindro.
4 Rodeamos el aislante con cinta americana. Así, además de dar robustez al conjunto, añadiremos algo más de capacidad aislante ya que la cinta funciona también como barrera térmica.
5 Practicamos unos cortes en la parte superior y plegamos la espuma ciñéndola al cuello de la botella.
6 Recortamos una pieza circular y otra rectangular para aislar el tapón.
7 Y ¡Voilá!, ya tenemos una botella que conservará nuestro té caliente durante unas horas. La capacidad aislante se incrementará notablemente si envolvemos directamente la botella con un trozo de nuestra vieja manta de supervivencia (politileno).